Las mujeres que replantan el futuro de la Argentina
Ciudad de México, 09 de noviembre de 2025.- Cuando Iracema Da Luz Ferreyra pasea por las parcelas sombreadas de Colonia Alegría, ve algo más que árboles. Ve un futuro para su chacra, una pequeña explotación familiar que ha pasado de generación en generación. “Imagino mi chacra dentro de 10 años con muchas más plantas, muchos más árboles. Puede que yo no llegue a ver todo eso, pero espero que mis hijos y nietos puedan decir: ‘esto lo plantó mi madre, o mi abuela’”.
En lo profundo de la provincia de Misiones, al noreste de la Argentina, el pueblo de Colonia Alegría se encuentra en una de las regiones forestales más ricas del país. Los bosques nativos argentinos, que se extienden por 46,5 millones de hectáreas, proporcionan agua, alimentos y medicinas a las comunidades rurales. Pero años de agricultura intensiva, en especial para cultivar tabaco y yerba mate, han llevado al límite el equilibrio entre la vida y la tierra.
Ante esta situación, las mujeres se propusieron cultivar juntas especies de árboles nativos, las cuales tienen un alto valor al usarse como alimento y medicina, además de por constituir un hábitat esencial para la flora y fauna silvestres y los polinizadores. En colaboración con la Asociación Civil Minka, una organización comunitaria, las mujeres comenzaron a plantar árboles nativos jóvenes, con el apoyo del Gobierno de la Argentina y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el marco del proyecto REDD+ en la Argentina financiado por el Fondo Verde para el Clima (FVC). Esta iniciativa forma parte de una inversión, de mayor alcance, de más de 80 millones de USD, que el FVC concedió a la Argentina en 2020 en reconocimiento del éxito del país en sus esfuerzos por reducir la deforestación, la degradación de los bosques y las emisiones de gases de efecto invernadero durante aquella época.
Andrea Pereyra, que al igual que Iracema es miembro del Grupo de Mujeres Emprendedoras de Colonia Alegría, creció en la región, pero dejó su hogar en busca de oportunidades de empleo. Tras cuatro años fuera, regresó a Colonia Alegría a los 22 años.
Andrea creció viendo cómo talaban los árboles para cultivar tabaco y yerba mate, pero ahora, a sus 20 años, se ha dado cuenta de lo importante que es el bosque.
“El bosque es vida. Obtenemos agua, aire y todo de él”, dice. “No queremos seguir talando bosques para sobrevivir. Queremos plantar por la naturaleza y concebir otras formas de mantener a nuestras familias”.
Con su marido, ahora trabaja en una reserva en la que planta árboles nativos en tierras degradadas. También cría pollos y cerdos, sin talar el bosque para construir corrales. Gracias a la financiación dirigida a reducir las emisiones debidas a la deforestación y la degradación de los bosques (REDD+), su comunidad pudo aplicar estas prácticas sostenibles y, al mismo tiempo, seguir ganándose la vida, lo que demuestra que la protección de los bosques y los medios de vida pueden crecer de la mano.
Semillas para el futuro
Las plántulas de los árboles son un elemento central del enfoque de las mujeres. Con el apoyo de la FAO y de la Asociación Civil Minka, están aprendiendo a cultivar especies nativas; algunas se destinan a la madera, otras se eligen por ofrecer alimentos, medicinas o hábitats para los polinizadores. Un nuevo centro comunitario alojará un vivero y ofrecerá un espacio para la capacitación, la transformación y la comercialización colectiva.
Las mujeres participan en sesiones periódicas de capacitación en biodiversidad, recolección de semillas y agricultura sostenible. “Queremos ser las productoras de semillas de la zona”, dice Iracema. “Producir nuestras propias semillas y tener ingresos en armonía con el medio ambiente”.
La comunidad también tiene planes de instalar una cocina artesanal en la que aprender a elaborar y envasar alimentos, lo que convertirá al centro en un polo de comercio local. “Si lo hacemos solas, se hace demasiado difícil”, afirma Iracema. “Pero como grupo nos ayudamos, vendemos juntas y construimos algo duradero”.
La apicultura también ha echado raíces. Las mujeres gestionan colmenas con las que producen miel, mantienen los ingresos de los hogares y mejoran la polinización en las zonas reforestadas. Estos esfuerzos se enmarcan en el Programa Productoras de Bosques Nativos, mediante el que se presta apoyo a las empresas basadas en los bosques, al tiempo que se reconoce la función de las mujeres en la gobernanza forestal y la vida comunitaria. Este programa, dirigido por la FAO y la Dirección Nacional de Bosques y financiado por el FVC, garantiza que las mujeres no solo restauren los bosques, sino también que conviertan la gestión sostenible en una solución climática a largo plazo de la que puede verificarse su eficacia.
“Queremos que nuestros hijos y nietos sepan qué son estas plantas. Que recuerden que dejamos de talar y comenzamos a plantar. Que el bosque sigue aquí gracias a nosotras”, añade Andrea.
Con información de: FAO
