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Charlas de taberna | De emular a Zabludovsky con audífonos de papel a convertirse en ícono del periodismo | Por: Marcos H. Valerio

En el bullicio de una redacción de antaño, entre el tecleo frenético y el aroma a tinta fresca, el periodista Jorge Zarza encontró su lugar en el mundo.

“Bienvenidos a mi casa”, dice con una sonrisa que destila nostalgia, mientras describe los estudios de TV Azteca, su refugio durante tres décadas. “Ha sido mi primer o segundo hogar, ya ni sé”, confiesa, dejando entrever que el periodismo no es solo su profesión, sino su familia, su raíz, su vida.

Su historia con las noticias comenzó mucho antes de que su rostro se volviera familiar en los hogares mexicanos. A los 8 o 9 años, en una fiesta infantil organizada por su madre, Jorge se disfrazó de Jacobo Zabludovsky, el ícono del periodismo mexicano.

Su padre, con ingenio y papel periódico, le fabricó unos audífonos que emulaban los del legendario conductor. “No sé si leía el periódico o un libro con noticias, pero ahí estaba yo, jugando a ser periodista”, recuerda con un brillo en los ojos. Lamenta que no haya una foto o un video de aquel momento, allá por 1978 o 1979, cuando, sin saberlo, dio su primera “incursión” en el oficio que lo definiría.

Hijo de una maestra y un empleado federal, Jorge creció en la cultura del esfuerzo. Estudió en escuelas públicas, una primaria urbana y una secundaria federal, de las que habla con orgullo.

“No fui a escuelas particulares, y eso me enorgullece”, afirma. Las vacaciones de su infancia no incluían cursos de verano; en su lugar, su padre les decía a él y a sus hermanos: “Váyanse atrás”. Fue así como, a los 13 o 14 años, Jorge terminó en la redacción de “La Opción de Morelos”, un periódico local que ya no existe, pero que marcó su destino.

En esa redacción, Jorge empezó desde abajo, como “hueso”, como se les decía a los ayudantes. “Entra y sube esto, saca las copias, va y pregunta esto”, le ordenaban. Sin reporteros disponibles, le tocó cubrir notas sencillas. “Llegaba y me decían: hay que informar. Escribe una nota pequeña”, cuenta.

A su corta edad, escribir una nota parecía una hazaña imposible, pero entonces apareció Don Guillermo Cinta, el jefe de información del periódico, con una lección que Jorge lleva grabada hasta hoy.

“Don Guillermo sacó una hoja blanca y dibujó un triángulo”, relata Zarza. “Me dijo: ‘La nota informativa es un triángulo. Arriba es lo más importante, una punta que tiene que entrar como lanza. Luego, el triángulo debe tener contenido, que la gente aprenda algo. Por eso se llama noticia, porque es nuevo. Y la base, que es más grande, debe tener argumentos, fuentes que sostengan lo que dices’”.

En cuatro minutos, Don Guillermo le enseñó lo que la escuela no pudo en años. “Esa fue mi primera gran lección de periodismo”, dice Jorge, con la humildad de quien sabe que nunca se termina de aprender.

Hoy, Jorge Zarza es un nombre conocido en TV Azteca, pero él prefiere definirse como “un observador social”. Su trayectoria es un testimonio de constancia, de cómo un niño que jugaba a ser periodista con audífonos de papel se convirtió en un profesional que informa con rigor y pasión. “Llevo el pedazo de oportunidad”, dice, agradeciendo un espacio para compartir su historia.

En un mundo donde las noticias corren más rápido que nunca, Jorge Zarza sigue fiel a la esencia del periodismo que le enseñó Don Guillermo: una punta afilada, un contenido que enriquezca y una base sólida. Su hogar, su redacción, sigue siendo el lugar donde las historias cobran vida, y él, con su mirada curiosa y su voz serena, las cuenta como solo un verdadero observador social sabe hacerlo.

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