El comerciante fenicio: tras las huellas de la lengua castellana
Ciudad de México 18 de mayo de 2025.- En el vasto universo de la novela histórica, El comerciante fenicio: tras las huellas de la lengua castellana, escrita por José Gregorio Parada, se presenta como una propuesta original y profundamente enriquecedora. Lejos de limitarse a la narrativa épica, esta obra es también una travesía lingüística que invita al lector a descubrir el nacimiento y evolución del idioma español a través de los siglos.
El protagonista, hijo del traductor del rey de Tiro, inicia su viaje tras aprender entre los antiguos esenios el secreto de la eterna juventud. Exiliado en Gades, al sur de la Península Ibérica, decide dedicarse al comercio y al estudio de las lenguas locales, aprovechando su inmortalidad como una oportunidad única para convertirse en testigo viviente de la historia.
A lo largo de los siglos, este personaje sin nombre recorre territorios y civilizaciones que han marcado profundamente la cultura peninsular: fenicios, iberos, vascos, celtas, romanos, germanos, árabes y judíos. Su ruta lo lleva más allá de España: hacia el norte de África, América, Filipinas y Guinea Ecuatorial, en una odisea que lo convierte en cronista de la lengua castellana en sus distintas fases de transformación.
Una novela con vocación enciclopédica y sentido de la aventura
El lector, al acompañar a este eterno viajero, no solo se sumerge en escenarios históricos, sino que se ve interpelado por preguntas clave sobre la lengua que hablamos hoy:
¿Sabía que los fenicios fundaron ciudades en la Península Ibérica que aún existen?
¿De dónde proviene el nombre «España»?
¿Qué pueblos habitaban la península antes de los romanos, y cómo hablaban?
Parada hace gala de un admirable conocimiento filológico para explicar cómo palabras de uso común como colmena, camisa o cerveza tienen raíces celtas, mientras que cebolla y zurdo poseen origen vasco. Expresiones tan familiares como hacer la salva, recoger el guante o atar cabos encuentran también aquí su origen etimológico y cultural.
El texto desmitifica ideas populares (como el uso del «vomitorium») y al mismo tiempo abre ventanas hacia curiosidades poco conocidas, como el hecho de que amarillus, término latino que describía la palidez de los enfermos, terminó dando nombre al color amarillo.
Un homenaje al idioma español
Con un enfoque riguroso pero accesible, El comerciante fenicio rinde homenaje a la riqueza del español. Desde los nombres germánicos como Rodrigo o Elvira, hasta el influjo árabe con palabras como aceite, azafrán o ojalá, la novela articula una historia que va más allá del entretenimiento: es una invitación a redescubrir la lengua como patrimonio vivo.
Además, no deja fuera los aportes de América a la lengua castellana tras el periodo colonial, y explora cómo la expulsión de moros y judíos transformó también el modo de hablar y escribir en los siglos posteriores.
Para lectores curiosos y amantes de la historia
El comerciante fenicio no es solo una ficción histórica: es un libro que educa, entretiene y despierta la curiosidad por el idioma. Una lectura altamente recomendable para quienes desean conocer cómo el español fue tomando forma a lo largo del tiempo y a través de los pueblos que dejaron huella en la historia ibérica.
Una obra imprescindible en la biblioteca de quienes disfrutan de la historia, la lingüística y la literatura con propósito.