El Papa: La arqueología es memoria viva, ministerio de esperanza
Ciudad de México 12 de diciembre de 2025.-Excavar, tocar los hallazgos, recuperar la energía del tiempo… Sin embargo, en el trabajo del arqueólogo cristiano no solo está la materia, sino también lo humano: las manos que forjaron los restos encontrados, «las mentes que los concibieron, los corazones que los amaron». Es una de las características de la arqueología cristiana que el Papa destaca en la Carta apostólica sobre la importancia de la arqueología con motivo del centenario del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, publicada hoy 11 de diciembre.
Hacer visible el Misterio
Materia y misterio: son las dos directrices que se cruzan en la arqueología cristiana porque «el cristianismo —destaca León XIV— no nació de una idea, sino de una carne», de un vientre, un cuerpo, un sepulcro. La fe cristiana, de hecho, se basa en «hechos concretos, en rostros, en gestos, en palabras pronunciadas en una lengua, en una época, en un entorno. Esto es lo que la arqueología hace evidente, palpable». Recuerda además que «Dios eligió hablar en una lengua humana, caminar sobre la tierra, habitar lugares, casas, sinagogas, calles». Por eso, en una época en la que se recurre a la inteligencia artificial y se estudian las galaxias, sigue teniendo sentido investigar. «No se puede comprender plenamente la teología cristiana —escribe el Papa— sin la inteligencia de los lugares y las huellas materiales que dan testimonio de la fe de los primeros siglos».
Nada es insignificante
La arqueología y la teología se entrelazan, por tanto, en el trabajo del arqueólogo, en cuya base hay una marcada sensibilidad para manejar con cuidado los «materiales de la fe». «Excavando entre las piedras, entre las ruinas, entre los objetos, nos enseña —explica el Pontífice— que nada de lo que ha sido tocado por la fe es insignificante». Cada pequeño testimonio merece atención, no debe descartarse, por lo que la arqueología «es una escuela de sostenibilidad cultural y de ecología espiritual», de «educación en el respeto de la materia, de la memoria, de la historia». No se tira nada, se conserva, se descifra, porque detrás de cada hallazgo hay «el aliento de una época, el sentido de una fe, el silencio de una oración. Es una mirada —subraya el Papa— que puede enseñar mucho también a la pastoral y a la catequesis de hoy».
La arqueología aliada de la teología
Se puede obtener nueva información gracias a los instrumentos tecnológicos más sofisticados y, por lo tanto, cada material puede devolver significados profundos. «La arqueología, en este sentido, es también una escuela de esperanza». Refiriéndose a la Constitución apostólica Veritatis gaudium del Papa Francisco, el Papa León recuerda que la arqueología, junto con la historia de la Iglesia y la patrística, debe formar parte de las disciplinas fundamentales para la formación teológica. De hecho, la arqueología no solo habla de cosas, sino también de personas, «ayuda a comprender cómo la revelación se ha encarnado en la historia, cómo el Evangelio ha encontrado palabras y formas dentro de las culturas». Por lo tanto, una teología que acoge la arqueología «es una teología que escucha al cuerpo de la Iglesia, que interroga sus heridas, que lee sus signos, que se deja tocar por su historia». Y es también una forma de caridad porque «es una manera de hacer hablar los silencios de la historia, de devolver la dignidad a los olvidados, de sacar a la luz la santidad anónima de tantos fieles que han hecho la Iglesia».
La misión evangelizadora
La tarea de la arqueología es también evangelizar, ayudar a la Iglesia a custodiar la memoria viva de sus orígenes, a narrar la historia de la salvación también con imágenes, formas y espacios. «En una época que a menudo pierde sus raíces, la arqueología —afirma el Papa— se convierte así en un instrumento precioso de evangelización que parte de la verdad de la historia para abrir a la esperanza cristiana y a la novedad del Espíritu». Al observar la forma en que el Evangelio fue acogido en el pasado, surge el estímulo de difundirlo en el presente, dirigiéndose a los alejados, pero también a los jóvenes que buscan autenticidad y concreción. La arqueología, subraya León XIV, es un «poderoso instrumento de diálogo; puede contribuir a tender puentes entre mundos distantes, entre culturas diferentes, entre generaciones; puede dar testimonio de que la fe cristiana nunca ha sido una realidad cerrada, sino una fuerza dinámica, capaz de penetrar en los tejidos más profundos de la historia humana».
