Espectaculos

Una noche para recordar: el Corona Capital celebra 15 años entre deudas saldadas, nostalgia y rock sin frenos

Ciudad de México, 15 de noviembre del 2025.- La curva cuatro del Autódromo Hermanos Rodríguez se convirtió anoche en un hervidero de emociones. Desde temprano, miles de asistentes comenzaron a llenar el recinto sin importar el frío ni las caminatas interminables. Había un aire especial en el ambiente: el Corona Capital celebraba 15 años, y casi 79 mil personas estaban listas para presenciarlo.

Queens of the Stone Age: el reencuentro esperado

Cuando las luces del escenario Doritos se apagaron, todo se detuvo unos segundos. El público llevaba un año esperando a Queens of the Stone Age, un año guardando los reclamos por la cancelación que dejó un hueco doloroso. La impaciencia se convertía en gritos, en maldiciones lanzadas al aire como si pudieran acelerar el tiempo.

Pero entonces ocurrió: Josh Homme apareció entre sombras, seguido por Troy Van Leeuwen, Michael Shuman, Dean Fertita y Jon Theodore. Bastó que las primeras notas de Little Sister retumbaran para que la deuda quedara saldada. La multitud se convirtió en un solo cuerpo en movimiento, un coro vibrante que explotó con Burn The Witch.

“¿Qué tal, motherfuckers?”, dijo Homme con una sonrisa desafiante que terminó de encender la mecha. El viaje se volvió más intenso con Misfit Love, Negative Space y un No One Knows que sacudió hasta al más distraído. Era evidente: Queens había vuelto, y venía con todo.

Franz Ferdinand: una lluvia de cerveza y baile

Minutos más tarde, Alex Kapranos apareció como quien no quiere —pero sabe— que será el centro de la fiesta. Con su chaqueta dorada, sacudió el escenario mientras el público, ya en modo celebración, arrojaba cerveza al cielo como si fuera parte del ritual.

“¡Hola México!”, dijo en un español juguetón que arrancó carcajadas y gritos. Entre bailes, movimientos de cintura y guiños a lo Freddie Mercury, Kapranos fue llevando a todos a un clímax perfecto que explotó, inevitablemente, cuando pidió guardar los teléfonos.

“Vuelvanse locos”, ordenó. Y Take Me Out hizo el resto.

Kaiser Chiefs: energía a contrarreloj

Antes de ellos, Kaiser Chiefs ya había calentado el terreno. Ricky Wilson, elegante y con pasos nerviosos, se movía con la naturalidad de quien conoce cada centímetro del escenario. Subió bocinas, corrió, pidió olas humanas y mantuvo al público a punto de ebullición con I Predict A Riot, Ruby y Everyday I Love You Less and Less.

Garbage: la furia noventera de Shirley Manson

La noche tomó un tono distinto cuando Garbage tomó el escenario. Shirley Manson, aún con esa mezcla de rebeldía y elegancia que la ha caracterizado por décadas, lanzó un mensaje tras otro, algunos políticos, otros reflexivos, todos atravesados por la honestidad brutal que la distingue.

Entre There’s No Future in Optimism, Hold y I Think I’m Paranoid, el público se entregó sin reservas. Ni siquiera las pantallas apagadas lograron frenar el impacto de su presencia. Cuando sonaron Stupid Girl, Cherry Lips y I’m Only Happy When It Rains, el festival entero parecía retroceder en el tiempo.

4 Non Blondes: un viaje directo al pasado

Casi sin darse cuenta, el público quedó atrapado en un túnel temporal cuando Linda Perry tomó el micrófono. La voz de 4 Non Blondes, cargada de historia, abrió un set que combinó nuevos sonidos con esa nostalgia noventera que hace vibrar a cualquier chavorruco.

Y aunque todos disfrutaron I’m The One y Train, la verdadera explosión llegó con What’s Up?. Apenas Linda rasgueó su guitarra, cientos de celulares se elevaron como luciérnagas. La multitud, joven y adulta, cantó al unísono un himno que sigue vivo, incluso por culpa de un trend de TikTok que Perry no dudó en integrar en un pequeño mashup. La ovación final la acompañó hasta su salida del escenario.

Jet: rock temprano y sin reservas

Horas antes, cuando el sol aún calentaba ligeramente, Jet demostró que el rock no depende del horario. Nic Cester agitaba su melena como si fuera pleno cierre de festival, mientras el público —inesperadamente numeroso para las cuatro de la tarde— exigía Are You Gonna Be My Girl desde la tercera canción.

Cester bromeó, jugó con ellos y terminó entregándoles el tema, desatando un baile masivo que rompió con la idea de que los actos tempranos pasan desapercibidos.

Foo Fighters: una madrugada para sanar

El cierre de la noche fue un abrazo sonoro. Foo Fighters volvía a México tras tres años marcados por la muerte de Taylor Hawkins. Cuando Dave Grohl lanzó el primer grito de All My Life, el frío dejó de sentirse. La banda avanzó con la fuerza de una locomotora: Times Like These, Rope, The Pretender, My Hero, Learn to Fly, Walk.

Ilan Rubin, ahora en la batería, parecía honrar cada golpe como un acto de memoria. El público también: las voces, las lágrimas, los brincos, todo sonaba a despedida, pero también a recomienzo.

La jornada terminó cerca de la una de la mañana, con el Autódromo vibrando, temblando todavía con el eco de la última nota. En su aniversario número 15, el Corona Capital no sólo celebró música: celebró reencuentros, deudas saldadas, nostalgia colectiva y la inagotable necesidad de seguir cantando.

El Buen Fin también se vive afuera

Fuera del autódromo, el festival tenía otra banda sonora: el pregón de comerciantes que aprovechaban la sed de los asistentes. Bebidas al doble de precio, botellas de agua a 50 pesos, cacahuates a 35. Los bicitaxis hacían su agosto con tarifas “negociables” de 100 pesos por viaje. Nadie parecía sorprendido: así son los festivales, así es el Buen Fin.

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