1 700 millones de personas se ven afectadas por la disminución del rendimiento de los cultivos debido a la degradación de las tierras
Ciudad de México. 08 de noviembre de 2025.- Alrededor de 1 700 millones de personas viven en zonas en las que el rendimiento de los cultivos está disminuyendo debido a la degradación de las tierras provocada por el ser humano, una crisis generalizada y silenciosa que está socavando la productividad agrícola y amenazando la salud del ecosistema en todo el mundo.
La alarmante cifra se recoge en el último informe El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicado hoy durante un acto celebrado en la Sede en Roma.
El informe transmite un mensaje claro: la degradación de las tierras no es solo una cuestión ambiental, sino que también afecta a la productividad agrícola, los medios de vida rurales y la seguridad alimentaria.
En El estado mundial de la agricultura y la alimentación (2025) se ofrece el análisis más exhaustivo hasta la fecha sobre cómo afecta la degradación de las tierras provocada por el ser humano al rendimiento de los cultivos. Asimismo, se determinan los focos de vulnerabilidad en el mundo y se examina dónde entroncan estas pérdidas con la pobreza, el hambre y otras formas de malnutrición.
A partir de los datos mundiales más recientes sobre la distribución de las explotaciones agrícolas, su tamaño y la producción de cultivos, en el informe se describen oportunidades viables para llevar a cabo prácticas integradas de uso y gestión sostenibles de las tierras, junto con políticas adaptadas. Estas medidas tienen por objeto evitar, reducir y revertir la degradación de las tierras, y mejorar al mismo tiempo la producción de alimentos y los medios de vida de los agricultores.
“Para aprovechar estas oportunidades, debemos actuar con decisión. La gestión sostenible de la tierra requiere entornos propicios que apoyen la inversión, la innovación y la gestión a largo plazo”, afirma el Sr. QU Dongyu, Director General de la FAO, en el prólogo del informe.
Los efectos de la degradación de las tierras
La FAO define la degradación de las tierras como una disminución a largo plazo de su capacidad para proporcionar funciones y servicios ecosistémicos esenciales.
La degradación de las tierras no suele obedecer a una sola causa, sino que suele ser resultado de una combinación de factores entre los que se incluyen causas naturales, como la erosión del suelo y la salinización, y presiones provocadas por el ser humano, que son cada vez más dominantes. Entre las principales causantes se encuentran algunas actividades como la deforestación, el sobrepastoreo y las prácticas insostenibles de cultivo e irrigación. Debido a sus profundas repercusiones en la productividad agrícola, el informe se centra en concreto en la degradación de las tierras provocada por el ser humano.
Para medir este fenómeno, en el informe se emplea un enfoque basado en la deuda de degradación y se comparan los valores actuales de tres indicadores clave —el carbono orgánico del suelo, la erosión del suelo y el agua del suelo— con las condiciones que existirían sin actividad humana en estado originario o natural. Estos datos se procesan mediante un modelo de aprendizaje automático en el que se integran los factores de cambio ambientales y socioeconómicos para estimar las condiciones de referencia de la tierra en ausencia de interferencia humana.
Desde el punto de vista humano, en el informe se estima que alrededor de 1 700 millones de personas en todo el mundo viven en zonas en las que el rendimiento de los cultivos ha perdido un 10 % debido a la degradación de las tierras provocada por el ser humano. De esa cifra, 47 millones son niños menores de cinco años que sufren retraso del crecimiento. En cifras absolutas, los países asiáticos son los más afectados, tanto por la deuda acumulada en materia de degradación como por su elevada densidad de población.
No obstante, el informe también arroja esperanza: bastaría con revertir el 10 % de la degradación provocada por el ser humano en las tierras de cultivo existentes (por ejemplo, mediante la adopción de prácticas de gestión sostenible de las tierras tales como rotaciones de cultivos y cultivos de cobertura con vistas a preservar la salud del suelo, reducir la erosión y contribuir a la biodiversidad) para restaurar la producción suficiente para alimentar a 154 millones de personas más cada año. Estas cifras no son abstractas: representan oportunidades reales para reforzar la seguridad alimentaria, aliviar la presión sobre los ecosistemas naturales y crear sistemas agroalimentarios más resilientes.
Para lograrlo, en el informe se insta a la adopción de estrategias integradas de uso de las tierras e intervenciones en materia de políticas, en particular medidas reglamentarias como controles de la deforestación, programas basados en incentivos y mecanismos de condicionalidad que vinculen las subvenciones a los resultados ambientales.
La degradación de las tierras afecta a las explotaciones agrícolas de todos los tamaños. No obstante, en el informe se subraya que las políticas se deben adaptar a la estructura de la explotación, ya que los pequeños agricultores se enfrentan a limitaciones financieras diferentes a las de las explotaciones más grandes, que gestionan la mayor parte de las tierras y tienen mayor capacidad de aplicación a gran escala. Las políticas que se adaptan a la distribución específica de las explotaciones agrícolas de cada país y a los desafíos y oportunidades conexos permiten reducir la degradación de las tierras, ya que incentivan las prácticas agrícolas sostenibles y desalientan la deforestación y el sobrepastoreo.
Con información de: FAO