El limón de Amalfi y su paisaje estratificado resiliente
Ciudad de México, 30 de octubre de 2025.- El limón de Amalfi crece en un paisaje tan característico como su sabor. Durante casi un milenio, los agricultores han trabajado en armonía con la naturaleza para conseguir tierra cultivable en las escarpadas laderas de la Costa Amalfitana italiana, plantando limoneros, olivos y vides a lo largo de estrechas hileras de terrazas con muros de piedra que se aferran al flanco de las montañas. Los agricultores trepan por pérgolas de madera para cultivar sus limones, y se han ganado el apodo de “agricultores volantes” por desafiar la gravedad durante las labores de recolección.
Codiciado por su fragancia embriagadora y su pulpa dulce y jugosa, el limón de Amalfi es a la vez un tesoro culinario y la piedra angular de un patrimonio vivo. Perfeccionados a lo largo de los siglos, los huertos de limoneros representan un modelo de la agricultura mediterránea de montaña: combinan ingenio y tradición, protegen contra los corrimientos de tierra, sustentan los medios de vida y vinculan a las personas y la tierra.
El limón que esculpió una costa
Introducido en la Costa Amalfitana a principios de la Edad Media por los mercaderes árabes, el limón se utilizaba inicialmente como medicamento. Los marinos recurrían a él para evitar el escorbuto en sus largas travesías. En el siglo XIV, el limón de Amalfi era el sostén de un floreciente comercio marítimo que conectaba la región con ciudades de toda Italia y del resto de Europa.
Con el tiempo, el limón se convirtió en algo más que una mercancía: pasó a ser una seña de identidad. Hoy, la variedad Sfusato amalfitano es inseparable del carácter de la Costa Amalfitana. Tan dulce que se puede comer crudo como una manzana, se usa para perfumar pasteles y aromatizar pastas y se destila para elaborar limoncello, el licor característico de la región. También contribuye a los medios de vida locales, ya que el agroturismo lleva a los visitantes a los huertos de limoneros para realizar visitas guiadas, talleres culinarios y conocer un museo del limón que combina agricultura, hospitalidad y tradición, ayudando a las pequeñas explotaciones a soportar las presiones del mundo moderno.
El propio Sfusato amalfitano es el resultado de siglos de adaptación local, aclimatado de forma única a las fuertes pendientes y a la brisa marina. Junto con los bosques circundantes, estos huertos en mosaico alimentan una agrobiodiversidad que garantiza la seguridad alimentaria y la resiliencia ecológica en un entorno frágil y escarpado.
Las familias siguen explotando los huertos de limoneros de forma manual, un sistema que se basa en terrazas, pérgolas y aljibes. Izquierda/arriba: © Valentino Anselmi. Derecha/abajo: © Fotografía cortesía de Flavia Amabile
El sistema en el que se basa la fruta
En la Costa Amalfitana, ser productor de limones requiere mucho más que tener buena mano para la horticultura. Para cuidar de los limoneros hay que ser cantero, carpintero e ingeniero hidráulico.
El sistema se basa en conocimientos transmitidos de generación en generación. Las familias siguen cultivando los huertos de forma manual, siguiendo los ritmos estacionales, los ciclos de poda y los microclimas sostenidos por terrazas, pérgolas y aljibes: la columna vertebral del sistema del limón de Amalfi.
Tomemos el ejemplo de las pérgolas. Fabricadas con madera de castaños cortados en los bosques cercanos, los agricultores atan ramas de limonero a sus postes, manteniendo la fruta a su alcance y evitando que su pesada carga rompa las ramas.
Igualmente vitales son las terrazas: hay miles de ellas enmarcadas por muros de piedra seca de entre tres y siete metros de altura. Construidas sin cemento, permiten la circulación del agua y el aire, mantienen el suelo sano y sujetan las laderas de las montañas. Las acequias y aljibes captan las lluvias repentinas y almacenan agua para los meses secos, protegiendo los bosques de sequías e inundaciones, una resiliencia cada vez más crucial a medida que cambia el clima.
“Cuando yo era joven, lo normal era que lloviznara casi todas las tardes de verano” recuerda Gino Amatruda, productor de limones de tercera generación en el Valle delle Ferriere. “Ahora la lluvia cae de golpe, o no cae nada. “Y cuando llega, es tan repentina que el suelo no puede absorberla”. El sistema de terrazas, explica, ayuda a absorber y canalizar esa fuerza, convirtiendo las lluvias torrenciales en un recurso y no en una amenaza.
Sin embargo, las mismas terrazas que protegen la tierra también pueden ponerla en peligro. Si se mantienen con esmero, estabilizan las laderas; si no se cuidan, pueden desmoronarse y provocar corrimientos de tierras. “Trabajamos con la naturaleza”, asegura Gino, “pero si nadie la dirige, la naturaleza se llevará lo que antes consideraba suyo. La Costa Amalfitana nunca sería la misma si abandonáramos nuestras terrazas de limoneros”.
La FAO reconoció los huertos de limoneros de Amalfi como SIPAM en agosto de 2025. La designación reconoce este sistema único como un tesoro cultural, pero también como un modelo de resiliencia que merece la pena proteger. © Fotografía cortesía de Flavia Amabile
Una tradición amenazada
Los huertos de Amalfi son el único sistema de Italia que combina terrazas y pérgolas para cultivar limones, un método tan ingenioso como exigente. Los agricultores siguen recolectando a mano y arrastran cestas de hasta 70 kg por senderos de montaña a cientos de metros por encima del mar.
El mantenimiento de las pérgolas y los muros es costoso y no da tregua, y muchos campos se han abandonados o vendido en los últimos 50 años. Los “agricultores volantes” se cuentan ahora entre los últimos custodios de los limones de Amalfi, y sus tradiciones se ven amenazadas por el incremento de los costos, los cambios demográficos y el cambio climático.
“Había familias enteras que vivían de los limones”, cuenta Gino. «Ahora es muy difícil. No hay muchos jóvenes que quieran continuar».
En agosto de 2025, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reconoció los huertos de limoneros de Amalfi como Sistema importante del patrimonio agrícola mundial (SIPAM), situando sus terrazas y pérgolas entre los paisajes agrícolas más valiosos del mundo.
La designación es más que algo simbólico, ya que con ella se reconoce que este intrincado sistema no es solo un tesoro cultural y un patrimonio agrícola, sino también un modelo de resiliencia que merece la pena proteger.
Para Gino, la designación no podría llegar en mejor momento. Confía en que ayude a los jóvenes a enamorarse de nuevo de los limones y a regresar a las terrazas de Amalfi. La designación como SIPAM, afirma, ayudará a visitantes y residentes por igual a recordar que la Costa Amalfitana no se limita a sus playas, sino que forma parte de un movimiento y una red mundiales de prácticas agrícolas resilientes y sostenibles.
Con el reconocimiento de la FAO, la historia agrícola de Amalfi cobra ahora un protagonismo mundial. Los huertos de limoneros encarnan algo más que un cultivo: son un ecosistema vital que sostiene el medio ambiente, conserva la biodiversidad y refuerza la cultura alimentaria. Los limones de Amalfi demuestran que la naturaleza, la cultura y la comunidad están entrelazadas y que la resiliencia se logra al vivir en equilibrio con la tierra.
Con información de: FAO
