Salud y Belleza

Día Mundial de la Alimentación: Los superalimentos mexicanos que nutren al mundo

Ciudad de México, 15 de octubre del 2025.- En la conversación contemporánea sobre salud, gastronomía y sostenibilidad, el término superalimentos se ha convertido en una palabra clave. Pero más allá de la mercadotecnia o las modas nutricionales, los superalimentos son aquellos productos naturales con una densidad nutricional excepcional. Contienen una concentración de vitaminas, minerales, proteínas, antioxidantes y compuestos bioactivos que los hacen superiores a otros alimentos comunes en términos de beneficios para la salud.

Se les atribuyen propiedades que fortalecen el sistema inmunológico, mejoran la digestión, regulan el colesterol y combaten la inflamación celular. Son, en muchos sentidos, la respuesta natural frente a un estilo de vida acelerado y un entorno alimentario cada vez más procesado. Sin embargo, en México, estos alimentos no son una novedad: son el legado vivo de las culturas que cultivaron la tierra con sabiduría mucho antes de que existiera el concepto de “nutrición moderna”.

El poder ancestral de la dieta mexicana

Desde el maíz hasta la calabaza, la cocina mexicana ha sido un ejemplo de equilibrio nutricional y aprovechamiento integral. Las civilizaciones mesoamericanas entendían intuitivamente el valor de combinar cereales, legumbres y plantas silvestres para obtener una dieta completa y funcional. Hoy, esa herencia se revaloriza bajo el nombre de superalimentos.

México es uno de los países megadiversos del planeta, con ecosistemas que van del desierto al trópico, del altiplano a las costas. Esa riqueza biológica explica por qué gran parte de los ingredientes más estudiados por su valor nutritivo tienen origen nacional. Lo que para los pueblos originarios era parte cotidiana de su dieta —el nopal, la chía, el amaranto o el cacao—, hoy forma parte de investigaciones científicas, suplementos internacionales y tendencias culinarias de vanguardia.

Pero más allá del discurso saludable, la revalorización de estos productos representa una oportunidad económica. La producción sustentable de superalimentos puede fortalecer economías rurales, impulsar exportaciones y generar valor agregado mediante la innovación alimentaria, sin perder el vínculo con su origen cultural.

Superalimentos originarios de México

Nopal. Es uno de los íconos nacionales y un verdadero tesoro nutricional. Bajo en calorías y alto en fibra soluble, el nopal ayuda a regular los niveles de glucosa y colesterol. Sus antioxidantes naturales, como los polifenoles, contribuyen a reducir la inflamación. Además, su versatilidad lo ha llevado a convertirse en ingrediente estrella tanto en platillos tradicionales como en bebidas y productos funcionales.

Amaranto. Semilla sagrada para los mexicas, el amaranto contiene proteínas completas, calcio, hierro y vitaminas del complejo B. Su adaptabilidad ha permitido que hoy se incorpore en barras energéticas, panes y bebidas vegetales. México es uno de los principales productores mundiales y su cultivo se ha vuelto una alternativa económica para comunidades rurales.

Chía. Con un perfil nutricional envidiable, la chía es fuente natural de omega-3, fibra y antioxidantes. Mejora la digestión, promueve la saciedad y favorece la salud cardiovascular. En la época prehispánica era alimento esencial de los guerreros mexicas, y hoy es una de las semillas más exportadas del país.

Aguacate. Catalogado como “oro verde”, el aguacate es rico en grasas monoinsaturadas, potasio y vitaminas E, C y A. México lidera su producción mundial y su consumo se asocia con una dieta equilibrada y saludable. Su presencia en la gastronomía mexicana y global es una muestra de cómo un producto ancestral puede convertirse en emblema económico.

Cacao. Llamado alimento de los dioses, el cacao es una fuente importante de flavonoides, magnesio y hierro. Mejora el estado de ánimo, protege el sistema cardiovascular y estimula la concentración. Más allá del chocolate, el cacao mexicano conserva un profundo significado cultural ligado a la cosmovisión prehispánica y a la nueva ola de chocolatería artesanal.

Frijoles. Pocas veces reconocidos como superalimento, los frijoles son esenciales en la dieta mexicana. Proveen proteínas vegetales, fibra y ácido fólico, además de compuestos antioxidantes. Son un ejemplo perfecto de cómo la tradición culinaria puede ser también sinónimo de nutrición y economía accesible.

Spirulina. Esta alga azul-verdosa, que los mexicas recolectaban en el lago de Texcoco, contiene hasta 60% de proteína y una gran cantidad de minerales. Hoy, su cultivo se ha modernizado en distintos estados del país, y es considerada uno de los suplementos naturales más completos del mundo.

Quelites. Son plantas silvestres comestibles —como verdolagas, quintoniles o huauzontles— que crecen en los campos y milpas mexicanas. Poseen altos niveles de vitaminas A, C y K, calcio y antioxidantes. Representan la conexión más directa con el campo y la cocina tradicional.

Semillas de calabaza. Fuente de grasas buenas, magnesio y zinc. En la gastronomía mexicana tienen un papel fundamental en moles, pipianes y salsas, pero también son un snack saludable y energético.

Semilla de Ramón. Conocida como “nuez maya”, esta semilla proveniente del sureste mexicano aporta proteínas, calcio y antioxidantes. Su reintroducción como superfood representa una oportunidad de rescate cultural y de desarrollo para comunidades rurales en la Península de Yucatán.

Los superalimentos mexicanos no solo se valoran por su poder nutricional, sino por lo que representan: identidad, biodiversidad y sostenibilidad. Son el reflejo de una cultura que entendió la tierra como fuente de vida y bienestar.

Con información de: https://www.eleconomista.com.mx/

Botón volver arriba