Cultura

Falleció Ismael Guardado, pintor, músico y autor de esculturas icónicas

Zacatecas, Zac., 18 de mayo del 2025.- El escultor, pintor y músico Ismael Martínez Guardado murió la tarde de ayer en Guadalajara a los 82 años; deja una vasta obra escultórica y de pintura mural en edificios públicos y privados de Zacatecas y México, y a unas semanas de la presentación de un libro biográfico y de la difusión de una entrevista de semblanza a cargo de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), que se estrenará mañana en televisión abierta.

En 1969, Guardado (como era conocido) realizó, en un muro de 20 metros de largo por 15 de alto, perteneciente al auditorio frontal de la escuela de Derecho, la escultura de acero y lámina más reconocida e icónica de la UAZ: el Prometeo rompiendo sus cadenas.

El pasado 5 de abril, el artista zacatecano recibió en su casa-estudio, ubicada en Tlajomulco de Zúñiga, al Canal 24.4 de TV UAZ y al corresponsal de La Jornada, para una entrevista de semblanza, que, junto con un libro biográfico, escrito por el también pintor y narrador José de Santiago Silva, su contemporáneo, serían presentados en junio en la capital de Zacatecas, bajo el auspicio de la UAZ.

Auxiliado en todo momento por su compañera, Rebeca Lucía García Siordia, Ismael Martínez Guardado concedió la entrevista. Estaba motivado, contento, e incluso reveló que retomaría varios proyectos, entre ellos su quehacer artístico, y concluir algunas pinturas que los problemas de salud le habían impedido terminar. Pero una afección cardiaca se interpuso y el maestro Guardado ya no continuará más con su obra. Fue la última entrevista de su vida.

María de Jesús Muñoz, titular del Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, informó a este diario que mañana el gobierno del estado y la UAZ rendirán un homenaje póstumo al artista.

Maestro de generaciones

Guardado nació el 13 de septiembre de 1942 en la cabecera del municipio rural de Ojocaliente, tierra de campesinos y ganaderos. Hijo de Isidora Guardado −mujer multifacética que, además de solventar las cargas del hogar, componía canciones rancheras (le grabaron las Hermanas Huerta y Antonio Aguilar, entre otros), tejía trajes y vestidos para artistas, y hacía pan−, y del maestro rural Francisco Martínez, también dedicado al comercio de abarrotes.

De niño comenzó a dibujar, imitando las estampas folclóricas, cristos y paisajes que aparecían en los almanaques. Aprendió las raíces de la escultura y de la geometría en la panadería de su casa, y la música, de su madre. En su adolescencia aprendió el código morse, y a pegar sobrantes de filmes que conseguía en una sala cerca de su casa para montar su cine de juguete.

En la década de 1960, al ver el talento que tenía en el trazo para dibujar y pintar con facilidad innata, su madre decidió que Guardado debía ir a la Ciudad de México a estudiar en la Academia de San Carlos. Reunió recursos y lo llevó a encontrarse con su destino. Llegó a vivir a una vecindad cercana al Museo del Chopo. Sólo llevaba certificado de primaria. Hasta ese momento, su instrucción complementaria eran cursos por correspondencia: esa era mi distracción, recibía hojas con formas para dibujar y cursos de figura anatómica.

En San Carlos, y posteriormente en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, consolidó su formación académica como pintor y escultor. Luego, a finales de los años 60, regresó a las ciudades de Aguascalientes y Zacatecas, donde dio clases en el Museo Guadalupe Posada (del que fue director) y en el Instituto Zacatecano de Bellas Artes, respectivamente.

En década de 1970 hizo teatro en la UAZ y se involucró, desde el arte, en la lucha social que emprendieron campesinos y obreros y en la defensa de la universidad pública, científica y popular, cuando grupos de derecha buscaron privatizar la institución. Hacíamos jornadas de protesta en el teatro Fernando Calderón.

Después viajó a Francia y luego a Japón. En París, me quedé a hacer duetos con otros amigos calenturientos de la música y el folclor que ya estaban instalados ahí. En su estudio conservaba un póster publicitario de esa época parisina que decía: “Le Chemin de l’indien” (El camino del indio).

Tocaba requinto; un francés era dueño del local donde tocábamos; ahí sacábamos para la papa. Nostálgico, Guardado compartió que ahí también actuó, por una temporada, el argentino Atahualpa Yupanki.

Al terminar las presentaciones, por la noche, lo llevaba del brazo a su casa, cerca de la torre Eiffel.

Con información de: https://www.jornada.com.mx/

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