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Charlas de taberna | Pietro Parolin, “corcholata” que pinta para Papa | Por: Marcos H. Valerio

En el corazón de la Santa Sede, el cardenal Pietro Parolin, nacido en Schiavon, Italia, el 17 de enero de 1955, se perfila como una figura clave en el futuro de la Iglesia Católica.

Desde 2014, como secretario de Estado del Papa Francisco, Parolin ha sido el arquitecto de algunas de las decisiones más controvertidas y ambiciosas del Vaticano, desde el acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos hasta los esfuerzos diplomáticos para mediar en conflictos globales.

Sin embargo, su perfil reservado y su trayectoria diplomática lo distinguen del carismático pontífice argentino al que sirve, posicionándolo como un posible sucesor que combinaría continuidad con un estilo más sobrio.

DIPLOMÁTICO DE CARRERA CON RAÍCES HUMILDES

Hijo de un comerciante italiano, Parolin enfrentó la tragedia temprano: su padre murió en un accidente automovilístico cuando él tenía solo 10 años. A los 14, ingresó al seminario, marcando el inicio de una vida dedicada a la Iglesia.

Ordenado sacerdote en 1980, su experiencia pastoral fue breve: apenas dos años como párroco en el norte de Italia antes de trasladarse a Roma para estudiar en la Academia Eclesiástica Pontificia, la escuela de formación de los diplomáticos del Vaticano.

Desde entonces, Parolin ha forjado una carrera en la diplomacia vaticana, con asignaciones en las nunciaturas de Nigeria, México y Venezuela. Su paso por América Latina, especialmente como nuncio en Caracas entre 2009 y 2013, le dio un conocimiento profundo de la Iglesia en la región, un factor que podría resonar en un cónclave donde el legado latinoamericano de Francisco pesa con fuerza.

HOMBRE DETRÁS DE LAS DECISIONES POLÉMICAS

Como número dos del Vaticano, Parolin ha estado en el centro de decisiones que han marcado el pontificado de Francisco. Supervisó el acuerdo provisional con China en 2018 sobre el nombramiento de obispos, un pacto criticado por algunos sectores conservadores que lo ven como una concesión al gobierno chino.

También estuvo involucrado en la fallida inversión inmobiliaria en Londres, un escándalo que derivó en un juicio en 2021 contra otro cardenal y nueve personas por presuntas irregularidades financieras.

A pesar de estos episodios, Parolin ha mantenido su reputación como un operador hábil y discreto. “Es un diplomático consumado, alguien que sabe moverse en aguas turbulentas sin hacer olas innecesarias”, señala un analista vaticano que prefirió el anonimato. Su estilo contrasta con la franqueza de Francisco, lo que lo convierte en una figura que podría apaciguar las tensiones internas en una Iglesia dividida entre progresistas y conservadores.

POSIBLE PAPA: CONTINUIDAD CON UN TOQUE ITALIANO

Si Parolin fuera elegido Papa, representaría un retorno simbólico de un italiano al trono de Pedro, tras los pontificados de Juan Pablo II (Polonia), Benedicto XVI (Alemania) y Francisco (Argentina).

Aunque comparte la visión de Francisco sobre una Iglesia más inclusiva y comprometida con los pobres, su enfoque es menos pastoral y más institucional. Su limitada experiencia como párroco —apenas dos años— podría ser un punto débil frente a cardenales que priorizan la cercanía con los fieles.

Sin embargo, su experiencia diplomática es un activo innegable. Parolin ha liderado los esfuerzos del Vaticano para mediar en conflictos como las guerras en Ucrania y Oriente Medio, aunque con resultados limitados.

Recientemente, expresó su apoyo a una paz “justa y duradera” en Ucrania, alineándose con los principios del derecho internacional y las declaraciones de la ONU, mientras intentaba que la voz de la Iglesia fuera escuchada en las gestiones del presidente estadounidense Donald Trump para poner fin al conflicto.

Desafíos y expectativas

A sus 70 años, Parolin es relativamente joven para los estándares del cónclave, lo que le da margen para un pontificado de largo aliento. Su perfil lo posiciona como un candidato de consenso: lo suficientemente progresista para continuar el legado de Francisco, pero lo bastante tradicional para tranquilizar a los sectores más conservadores.

Sin embargo, su falta de carisma y su enfoque tecnocrático podrían ser obstáculos en un mundo que valora líderes con fuerte presencia mediática.

“Parolin no es Francisco, y no intentará serlo”, comenta un sacerdote cercano a la Curia Romana. “Su fortaleza está en su capacidad para construir puentes, pero la pregunta es si la Iglesia necesita un diplomático o un pastor en este momento”.

Mientras el pontificado de Francisco avanza, los ojos están puestos en Parolin. En un Vaticano donde las intrigas y las ambiciones se entrelazan con la fe, este italiano reservado podría ser la clave para definir el rumbo de la Iglesia en las próximas décadas.

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