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Análisis | Por: Pedro Luis Noble Monterrubio | T-MEC vigente.

El día de ayer 1 de julio comenzó la operación del nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, mismo que fue negociado desde finales del sexenio del presidente Peña Nieto y suscrito justo a su salida en el 2018.

El equipo negociador de aquella administración federal estuvo encabezado por el economista neoleonés Idelfonso Guajardo Villarreal, quien fuera titular de la Secretaría de Economía, junto a una serie de connotados perfiles del denominado “Cuarto de junto” que lo conformaban servidores públicos de diversas carteras federales, así como miembros de la cúpula empresarial mexicana.

Con la llegada al poder del actual gobierno federal, fue su equipo de la cancillería en las figuras de Marcelo Ebrard y Jesús Seade, los perfiles que se incorporaron desde la transición de gobiernos mexicanos en el seguimiento y adopción de la tutela operativa y organizacional del entendimiento trilateral alcanzado con las administraciones de Donald J. Trump y Justin Trudeau.

El T-MEC y/o USMCA en sus siglas en ingles viene a sustituir la figura comercial del T-LCAN / NAFTA, suscrito en 1992 por los presidentes Carlos Salinas y George Bush, así como el primer ministro canadiense Brian Mulroney y que comenzó su vigencia en enero de 1994. Es así como al paso de 22 años, quedó patentizado el permanente flujo de operaciones comerciales entre las tres naciones logrando una cuadruplicación de transacciones frente a las alcanzadas hasta diciembre de 1993.

Sin duda alguna, en una ventana de más de dos décadas, las condiciones económicas, sociopolíticas y fundamentalmente comerciales de las tres naciones de América del Norte se transformaron meteóricamente. Y surgió entonces la imperiosa necesidad de reestructurar el enfoque que plasmado en leyes, aglutina las relaciones de comercio en nuestra región continental.

El gobierno de Donald J. Trump tuvo desde su origen mismo, una vocación eminentemente capitalista tendiente a revalorizar el activo económico que por sí solo representa nuestro vecino país del norte. Con la icónica campaña “Make America great again”, consolidó una política discursiva que le valió tener el crédito suficiente en la Cámara de Representantes y el Senado estadounidense para esquematizar una agenda comercial, en principio republicana y más tarde con esbozos de aportaciones demócratas, que fuera útil para consolidar un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá. Por el lado canadiense, el fuerte liderazgo local de Trudeau impuso su visión gubernamental de consolidar en los mismos términos ese gran pacto comercial e industrial.

Entró ya en vigor el tratado que fue lo más fino, delineado y jurídicamente garantizado que permitirán la operatividad a este nuevo pacto trinacional, justo en la coyuntura tan compleja que este 2020 ha representado sobre todo a nivel sanitario, por lo que de nueva cuenta para la industria mexicana y sus negocios se vuelve prioritario encaminar esfuerzos por el bien de México y de nuestra prosperidad comercial y marcadamente la económica para la sociedad en su conjunto. La libre empresa tiene como y para donde crecer. Lo merecemos las y los mexicanos.

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