Paso a desnivel | Por: David Cárdenas Rosas | Cuitláhuac: El guerrero invicto.
- El Águila que se Alzó en la Tormenta
- Gobernó solo 80 días, la viruela le arrancó la vida.
En los tiempos en que Tenochtitlan aún se levantaba majestuosa sobre el lago, rodeada de templos y canales, nació Cuitláhuac, señor de Iztapalapa y hermano del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin.
Desde joven fue un líder fuerte, sabio y valiente. Aprendió tanto el arte de la guerra como el consejo de los ancianos y creció con el espíritu encendido por el dios Huitzilopochtli, protector del pueblo mexica.
Todo cambió cuando llegaron los españoles. Eran hombres desconocidos, con piel clara, armas de metal, y montados en animales que los mexicas nunca habían visto: caballos.
Moctezuma, con intención de evitar un conflicto, los recibió con regalos y respeto. Pero Cuitláhuac no confiaba en ellos. Para él, representaban una amenaza que muchos no querían ver.
Luego fue hecho prisionero por Hernán Cortés, y desde ahí vio cómo avanzaba la destrucción: saqueos y traición. Sin embargo, ni el encierro pudo doblegar su espíritu.
Cuando fue liberado, encontró a un pueblo lleno de dolor y rabia. No dudó en actuar. Llamó a los guerreros, organizó la defensa y lideró el levantamiento contra los españoles. Todo culminó la noche del 30 de junio de 1520, conocida por los españoles como “La Noche Triste”, pero que para los mexicas fue una gran victoria, la última gran victoria…
Tenochtitlan se defendió con fiereza. Los puentes crujieron bajo los pies de los invasores y muchos españoles murieron, arrastrados por el peso del oro que intentaban llevarse.
Cuitláhuac logró lo que muchos decían era imposible: derrotar a los conquistadores y los derrotó
Después de esa victoria, Cuitláhuac fue elegido como huey tlatoani, el máximo líder del imperio mexica. Gobernó solo 80 días, pero en ese corto tiempo intentó reconstruir la unidad de su gente, fortalecer la defensa y mantener viva la esperanza.
Pero una nueva amenaza llegó: la viruela, enfermedad desconocida para los mexicas y traída por los españoles. No se podía luchar contra ella con escudos ni lanzas. Cuitláhuac cayó enfermo, y murió poco después en su tierra natal, Iztapalapa.
Y aunque su vida fue breve como tlatoani, su legado fue enorme. Cuitláhuac se convirtió en símbolo de resistencia, de dignidad y de lucha por la libertad.
Como dice la leyenda:
“Y aunque el águila cayó herida, su sombra sigue sobre el lago,
y cada amanecer en Tenochtitlan lleva su nombre en el viento.
Cuitláhuac no murió.
Se volvió volcán,
y desde el silencio del Pedregal, aún cuida la dignidad de su pueblo.”