Cultura

De una orquesta en gira, Divos y un director memorioso, por Lázaro Azar

Ciudad de México, 28 de septiembre de 2025.- Hoy voy a compartirles mis impresiones en torno a tres eventos recién presenciados. Si algo los unifica, es la admiración y el cariño que le profeso a los amigos que me convocaron a ellos, ya que más dispares no podrían haber sido.

El viernes 19 escuché a la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) en la Sala Nezahualcóyotl. De cuatro conciertos planeados para conformar una pequeña gira nacional, acabó reducida a éste y el realizado el miércoles 17, en el Teatro del Bicentenario, de León Guanajuato. Qué habrá pasado con las otras sedes, no lo sé, pero ellos se lo perdieron. Como pudimos corroborar quienes llegamos a la Neza a pesar del partido que desquició el tráfico a la altura del Estadio Universitario, si hoy hay una orquesta estable de primer nivel en México, esa es la OFJ.

Con gran inteligencia, su titular, José Luis Castillo, urdió un ambicioso programa que logró el lucimiento de cada una de las secciones de la orquesta y al cual él fuera idiomáticamente afín. Detalle no menos importante y sobre el que me permitiré glosarles tantito, ya que es fundamental para el éxito de un concierto: así como hay cantantes que son unos dioses del bel canto y logran unas coloraturas que ya quisiera un ruiseñor, esos mismos cantantes pueden sonar emocionalmente distantes con otros repertorios, sin importar si este es barroco o verista, y lo mismo pasa con los directores y todos los instrumentistas, sean flautistas, violinistas, pianistas o lo que fueren. ¿Alguien imagina a Rubinstein tocando Bach o Handel? Podrán dar las notas, pero eso no les hace compatibles con el espíritu de la música de un período o de un compositor.

Esto viene a colación porque, en México, no tenemos un director más afín al repertorio contemporáneo y del siglo 20 que el Maestro Castillo, pero no lo pongan a hacer Románticos… no es que no pueda, simplemente, no está en su elemento. Como diría mi nana, “ahí nomás no se halla”. Por eso, celebro cuán bien eligió este programa: el Huapango y la Sandunga de la Suite H.P. de Chávez, Esquinas, de Revueltas, y la Sinfonía n. 11, “El año de 1905”, de Shostakovich, interpretados sin intermedio.

Con información de: El Universal

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