Pueblos Originarios

A 51 años, el Congreso Indígena de Chiapas es brújula del EZLN contra el despojo

San Cristóbal de Las Casas, Chis., 13 de octubre del 2025.- El Congreso Indígena realizado hace 51 años “se convirtió en un referente moral y político y su eco resonó en las décadas siguientes en las luchas campesinas, en la creación de organizaciones independientes y, finalmente, en el levantamiento” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), afirmó Antonino García, investigador de la Universidad de Chapingo.

“A 51 años de aquel acontecimiento, el Congreso Indígena sigue siendo una brújula ética. Sus cuatro grandes temas: tierra, comercio, educación y salud, siguen vigentes, pero su significado se ha ampliado”, pues “la lucha por la tierra ya no se limita al acceso a la propiedad, sino que se inscribe en la defensa del territorio frente a los megaproyectos extractivos”, agregó.

Dijo que “la crítica al comercio desigual se extiende hoy a las cadenas globales que despojan a las comunidades de sus bienes producidos y bienes naturales comunes. La exigencia de educación propia se ha transformado en la demanda de autonomía cultural y de pedagogías comunitarias. Y la salud ya no se entiende sólo como atención médica, sino como cuidado de la vida en todas sus formas, incluyendo la de la madre tierra”.

Al participar en el foro titulado Experiencias de actores de pueblos originarios en el primer Congreso Indígena de Chiapas Bartolomé de Las Casas de 1974, en el que también participaron los tseltales, Juan Hernández Meza y Tiburcio Ruiz Clara, que asistieron a aquella la reunión, García señaló que lo que emergió en ese año “no fue una asamblea manipulada por el Estado, sino el primer acto público de autodeterminación indígena contemporánea”.

Expresó que “si en 1974 la palabra se levantó contra la explotación y la injusticia, en 2014 se alzó por la defensa de la madre tierra. Ambas luchas son parte de una misma corriente histórica que va de la resistencia al cuidado, de la denuncia a la reconstrucción, de la opresión al bien común”.

En el siglo XXI, aseveró el investigador, “ya no existen las divisiones políticas superficiales entre derecha e izquierda, sino las voces de la vida y de la muerte”.

Continuó: “En un planeta donde las relaciones sociales, económicas, políticas, ambientales y culturales han sido transformadas radicalmente por el capitalismo —generando una crisis civilizatoria que amenaza la continuidad misma de la vida— emergen dos posiciones: por un lado, la concentración extrema de la riqueza en un reducido 1 por ciento de la población mundial y el consumo desmedido de los sectores privilegiados; por otro, las voces de los pueblos originarios y de una ciudadanía consciente que promueven movimientos sociales sostenidos en la ética del cuidado del planeta y la continuidad de la vida”.

Reiteró que el congreso efectuado del 12 al 15 de octubre de 1974, que contó con el apoyo del entonces obispo de San Cristóbal, Samuel Ruiz García, “enseñó que la igualdad de derechos y oportunidades no podía alcanzarse sin transformar las estructuras mismas de poder. No se trataba de incluir a los pueblos originarios en el desarrollo nacional, sino de redefinir la nación desde la pluriculturalidad y la comunalidad. Ese principio, que entonces apenas se vislumbraba, es hoy un horizonte político que interpela al Estado mexicano y al mundo entero”.

Afirmó que “hoy, cuando el planeta enfrenta nuevas formas de despojo y crisis civilizatoria, el mensaje del Congreso Indígena de Chiapas adquiere una renovada vigencia. La comunalidad, como forma de vida y pensamiento, aparece como alternativa al modelo que ha roto el equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza. Recordar aquel congreso no es un acto de nostalgia, sino un ejercicio de memoria activa: volver a escuchar la palabra común, esa que nos recuerda que la justicia sólo puede construirse desde el nosotros-nosotras”.

Sostuvo que “a 51 años, el desafío es mantener viva esa palabra. En tiempos de fragmentación y simulación política, los pueblos originarios de Chiapas siguen mostrando que otra manera de hacer política es posible: desde el corazón colectivo, desde la tierra que habla, desde la comunidad que resiste”.

Juan Hernández Meza y Tiburcio Ruiz Clara coincidieron en entrevista en que el Congreso Indígena fue “la raíz, la matriz” del levantamiento armado del EZLN en 1994.

Con información de: https://www.jornada.com.mx/

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