Paso a desnivel | Por: David Cárdenas Rosas | Cuauhtémoc: El Último Águila del Sol
Cuauhtémoc, hijo del Sol, señor de Tlatelolco, fue elegido como tlatoani cuando la tormenta ya se cernía sobre Tenochtitlan. Fue llamado a gobernar no en tiempos de gloria, sino en la tarde que antecede a la oscuridad, en el crepúsculo. Fue llamado cuando los volcanes guardaban silencio y el lago se volvía espejo de ceniza
Fue el último que alzó la voz en nombre de Huitzilopochtli, el último en plantar los pies sobre el Templo Mayor y mirar a los cuatro rumbos del mundo mexica
Los presagios ya habían hablado desde el fondo de la superstición: fuego en el cielo, aves con dos cabezas, mujeres llorando en la noche. Luego, vinieron los hombres blancos, montados en bestias jamás vistas, armados con palos de truenos. Decían que eran enviados de un dios, pero traían muerte en cada paso
Cortés era su nombre, pero venía con miles más: tlaxcaltecas, totonacas, viejos enemigos de Tenochtitlan. Cortés se acercó con sonrisa de paz y puñal escondido. Sus soldados y aliados ofrecieron palabras, luego cadenas.
Tenochtitlan no cayó sin gloria. Durante 93 soles, sus guerreros lucharon como jaguares sin descanso. Cada calle fue una trinchera, cada casa un altar de resistencia. No había comida. Ni agua. Ni dioses que les respondieran. Solo la certeza de morir con honor
La viruela llegó antes que los soldados. Se llevó niños, madres, guerreros. La enfermedad mató sin armas, sin compasión.
Los aztecas resisitieron hasta el final. Hasta el día en que el sol se apagó
El 13 de agosto del año 1521 , sucedió lo inevitable… Cuauhtémoc, descendiente de reyes, no fue capturado como un cobarde, como alguien que huía. Fue vencido por la traición, por la enfermedad, por la fuerza de mundos desconocidos.
Fue llevado ante Cortés. “ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad, toma ese puñal que tienes en el cinturón y mátame”
Pero no lo hizo. Lo dejó vivir… Lo torturó en busca de un oro que no valía más que el polvo de los templos destruidos.
Pero cuauhtémoc no cayó…
Porque no se cae quien muere de pie.
Su ciudad ardió. Los templos estaban en ruinas. Los dioses habían callado. Pero su nombre vive. Y mientras un niño aprenda la lengua, mientras alguien recuerde el canto del águila, Tenochtitlan no habrá muerto.
Cuauhtémoc cayó con el corazón encendido. El último señor de una ciudad que luchó hasta el último aliento.
Su último pensamiento fue “Que el mundo lo sepa: no fuimos conquistados… fuimos traicionados, rodeados, silenciados… pero jamás olvidados”.