Cultura

¿Por qué se perdió la capital del país durante la intervención norteamericana?

Ciudad de México, 10 de agosto de 2025.- El 14 de septiembre de 1847 la bandera de las barras y las estrellas ondeó en Palacio Nacional, marcando una de las fechas más trágicas y vergonzosas en la historia de nuestro país. La capital, el último bastión frente Intervención Norteamericana había caído tras días de asedio, asaltos y decenas de muertos. ¿Pero cómo pasó? ¿En verdad los estadounidenses eran desde entones tan poderosos?

En sus crónicas sobre lo sucedido —publicadas en el libro “Los yanquis en México”, de la colección Vientos del Pueblo, del Fondo de Cultura Económica— el escritor y político Guillermo Prieto, sugirió que no había una disparidad abismal entre ambos ejércitos, sino que el funesto resultado se debió a malas decisiones del entonces presidente Antonio López de Santa Anna.

Para empezar, en la Toma del Molino del Rey —en el hoy Complejo Cultural Los Pinos—, el escritor asegura, que tras revisar los documentos del ejercito estadounidense, lo que sucedió en el campo de batalla fue provocado por varios errores y omisiones de coordinación entre mandos que derivaron en fallos cruciales. Prieto achaca esta primera derrota a la ausencia de Santa Anna, que tras haber dejado indicaciones “se retiró a dormir a Palacio”.

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“La acción, pues del Molino del Rey careció de general en jefe, y se redujo a los esfuerzos aislados de los que tuvieron bastante honor y patriotismo para cumplir con su deber”, escribió Prieto.

Dos errores graves sucedieron durante el asalto al Castillo de Chapultepec. Uno, dice Guillermo Prieto, fue pensar que el edificio “que, aunque le llamemos castillo, no fue construido sino para que sirviera de casa de recreo a los virreyes”, podría aguantar un asedio de 14 horas como el que recibió. Santa Anna puso a 800 soldados atrincherados en el interior, cuando, según expertos militares de la época, pudieron hacer más a las fadas de este.

El otro error garrafal de Santa Anna que no estuvo presente al inicio de los bombardeos fue suponer que el castillo no sería asaltado por el ejercito yanqui y negarse a mandar refuerzos a otras garitas. En las piezas del mirador destinadas al hospital de sangre, se hallaban confundidos cadáveres con los heridos y jovencitos del colegio militar; “y, ¡cosa singular!, se carecía de los facultativos y botiquines necesarios”, documentó Prieto.

En los hechos consecuentes poco a poco el ejército mexicano, desanimado tras haber perdido “la llave de la ciudad”, así se le decía al Castillo de Chapultepec por su geografía estratégica, vio perdidas varias de su garitas hasta el punto que mandos importantes improvisaron una “junta de guerra” en la Ciudadela. Ahí se deliberó improvisadamente el futuro de la capital del país, contra opiniones de generales en jefe, Sana Anna dijo: “Yo determino que se evacúe la esta misma noche la ciudad”, había aceptado la derrota. Al otro día huyó a la villa de Guadalupe.

En las crónicas de Prieto en los últimos días de resistencia aparece un héroe inesperado: el mismo pueblo. Prieto para este punto centra su pluma a los héroes populares, y se olvida de Santa Anna. “Los meros hombres de los diversos barrios allí se emparejaban; los tres frailes agitaban sus estandartes, los moribundos disparando caídos con sus armas: ‘Venga a ver cómo mueren los hombres. ¡Viva México!’, gritaban y ¡ras!... dale a los yanquis hasta entregar el alma…”.

Con información de: OEM

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