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El tesoro de Los Colorados

Ciudad de México, 30 de julio de 2025.- El hallazgo de los restos de barcos hundidos hace cientos de años, cuando corsarios y piratas sembraban el terror en el Caribe, muestra al archipiélago de Los Colorados como un sitio de leyendas.

Cuentan sus habitantes que este era territorio hostil, que aprovechando sus canalizos, arrecifes y bancos de arena, se perpetraron incontables atracos, y que en los fondos apacibles de esta región fascinante y hermosa, todavía hay oro, mucho oro.

Para asegurarlo, se basan en nombres como el de Nuestra Señora de la Piedad, el navío de la segunda mitad del siglo xvi encontrado cerca de cayo Inés de Soto, a inicios de la década de 1990, del que se extrajeron más de 17 000 monedas de oro y plata; o el de San Ignacio de Loyola, hallado en la zona de San Cayetano, con sus monedas de plata acuñadas en el Perú.

Además, en otros como el de Nuestra Señora del Rosario, hundido en 1590, en un enfrentamiento con piratas ingleses, cuyo paradero sigue siendo un misterio.

En su libro Naufragios, el arqueólogo e investigador Carlos Alberto Hernández Oliva afirmó que la cayería norte de Pinar del Río (conocida como el archipiélago de Los Colorados) forma parte de la ruta que seguían las flotas españolas para llegar a La Habana, y que con frecuencia las tripulaciones se refugiaban en ella o maniobraban en sus bajos, a fin de intentar escapar de las tormentas o del asedio de los más temibles ladrones del mar.

En estas circunstancias, aseguró que la posibilidad de naufragios era muy alta, y que las famosas crestas o coronas y cabezos, apresaron quién sabe cuántos buques a lo largo de los siglos.

Los científicos, sin embargo, consideran que la principal riqueza de estas 73 850 hectáreas de plataforma marina, costas e islotes prácticamente vírgenes, está en su naturaleza.

Los estudios de que se disponen hablan de 172 especies de aves (incluyendo 14 endémicas de Cuba), de 35 de corales, de sitios de anidación de tortugas y cocodrilos, del avistamiento de manatíes.

También de la belleza de las playas de cayo Pescador, del impresionante inventario faunístico de cayo Inés de Soto, y de las extensas franjas de manglares.

Pero este es, apenas, el principio, en una región muy joven aún en materia de investigaciones. Por tanto, los especialistas opinan que todavía hay mucho por descubrir.

Así lo cree Humberto Piñero Torres, director de Conservación de la Empresa Provincial de Flora y Fauna. «Esta es una de las últimas áreas protegidas de Pinar del Río. Todavía estamos estudiando. El inventario faunístico que aparece en el plan de manejo aprobado por el Consejo de Ministros se puede ampliar, porque existen muchos más valores en la región».

Raúl Martínez Rivera, especialista para la Educación ambiental del área protegida, coincide en que «el archipiélago de Los Colorados ha estado muy pocas veces bajo el lente científico.

«Cuando usted lo googlea, son escasas las publicaciones que va a encontrar. Entonces, nos toca cambiar esa realidad».

En 2015, recuerda que comenzaron las labores de monitoreo, conservación y protección, y que seis años después, en 2021, finalmente se le otorgó la categoría de área protegida de recursos manejados.

Su núcleo es el refugio de vida silvestre Corona de San Carlos, un sitio de congregación y desove de numerosas especies de peces, con interés para toda la región, ya que a través de las corrientes marinas se ha comprobado que aporta larvas al archipiélago Sabana-Camagüey (puede ser que también lo haga con el de Los Canarreos), y también al banco de las Bahamas y a la Florida.

«Esto lo convierte en un sitio de importancia nacional e internacional», comenta Ivalut Ruiz Rivera, especialista de Conservación del área protegida.

Por otra parte, el archipiélago de Los Colorados se halla en el corredor biológico del Caribe, y sirve de refugio durante todo el año para muchísimas aves migratorias, en su tránsito entre el norte, el centro y el sur de América.

Con el propósito de conocer a fondo sus enormes valores naturales, en la actualidad se llevan a cabo varios proyectos, que van desde el estudio de la flora y la fauna locales, hasta el de la posible conectividad entre Cuba y Estados Unidos, de especies como las tortugas, los cocodrilos y los manatíes.

Teniendo en cuenta su belleza, se trabaja, además, en varios productos turísticos que incluirían recorridos hasta algunos cayos para la observación de aves, el senderismo y las tradicionales opciones de sol y playa.

Arduas, y tan valiosas como las expediciones y los monitoreos, son además las acciones de educación ambiental y de protección y conservación en un área sobre la que tienen impacto varias comunidades de tres municipios del norte de Pinar del Río.

De conjunto con el Cuerpo de Guardabosques y Guardafronteras, el enfrentamiento a la captura de especies en peligro de extinción como las tortugas, el empleo de medios de pesca que afectan los fondos marinos o impiden la reproducción de los peces, también devienen prioridades.

«Educar esas comunidades, hacer que se respeten los ciclos de veda, explicarles cuáles artes de pesca son sostenibles en el tiempo y cuáles no, resulta de importancia vital», considera Raúl Martínez Rivera.

Lo mismo sucede con los manglares, un ecosistema que protege las costas y sirve de hábitat a una infinidad de especies, en los cuales ha proliferado en los últimos tiempos la tala indiscriminada para hacer carbón.

«La gente no puede cuidar lo que no conoce», advierte el especialista. De ahí el empeño por concientizar a los habitantes de esta región del gran tesoro que poseen. Y aunque la tradición oral siga manteniendo vivas las leyendas relacionadas con las flotas españolas, el corso y la piratería, y los historiadores confirmen que, ciertamente, hubo combates y naufragios, insiste en que la principal riqueza del archipiélago de Los Colorados ha estado siempre ante sus ojos, y toca preservarla para que continúe ahí.

Con información de: Granma

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