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Los recuerdos del porvenir. Una obra imprescindible de la literatura mexicana.

El título en sí es una paradoja: ¿cómo recordar lo que aún no ha ocurrido?

Para leer o releer este domingo…
Una obra imprescindible de la literatura mexicana, considerada precursora del realismo mágico. Ambientada en el pueblo ficticio de Ixtepec, la novela explora la violencia, el poder, el amor y la memoria durante la época postrevolucionaria. El narrador es el propio pueblo, lo cual le da un tono poético y colectivo muy especial.
El título en sí es una paradoja: ¿cómo recordar lo que aún no ha ocurrido?
Pero en el universo de Elena Garro, el tiempo no es lineal. El pasado, el presente y el futuro se entrelazan como hilos de una misma madeja. El recuerdo del porvenir implica que el destino está marcado, que los pueblos, como las personas, repiten ciclos de dolor, silencio y sometimiento. Es una crítica a la historia oficial, y una advertencia: lo que se vivió —si no se nombra, si no se transforma— puede volver a ocurrir.
Así, el libro no solo revive un pasado opresivo, sino que lo proyecta como un eco que amenaza con repetirse, a menos que se rompa el círculo.
En un pueblo fantasma llamado Ixtepec, la historia es contada por un narrador muy singular: el propio pueblo. Desde el silencio del olvido, Ixtepec recuerda la época en que fue sacudido por la violencia militar, los abusos de poder y la represión, en el contexto de la posrevolución mexicana. A través de una estructura no lineal, los hechos se entrelazan como memorias fragmentadas: la llegada del General Francisco Rosas, el temor que impone su régimen, y las vidas marcadas por la tragedia, como la de Julia Andrade, mujer rebelde y símbolo de libertad sofocada.
La novela explora la pérdida, el destino, la represión y el poder de la memoria, fundiendo lo real y lo fantástico con una carga lírica profunda.
…Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente1 . Solo mi memoria sabe lo que encierra . La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga…
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