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Tlayócoc, la cueva que susurra los secretos de un pueblo extinto

Ciudad de México, 06 de junio de 2025.- Hallazgos de 2025 revelan parte de la historia de los tlacotepehuas, también conocidos como tepuztecos
Vestigios de un pueblo perdido emergen desde la penumbra subterránea: los objetos hallados en Tlayócoc podrían guardar los secretos de los tlacotepehuas, una etnia desaparecida cuyos rituales quedaron sellados entre estalagmitas hace más de 500 años.

La cueva de Tlayócoc
En lo profundo de la sierra de Guerrero, donde los bosques de pino y encino cubren las alturas de Carrizal de Bravo, un pasaje oculto en la cueva de Tlayócoc acaba de revelar un hallazgo que parece salido de un mito antiguo. Bajo tierra y piedra, donde el silencio y la oscuridad reinan, yacen los vestigios de una civilización que el tiempo borró, pero la tierra protegió.

En un acontecimiento que ha capturado la atención de la comunidad arqueológica, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) confirmó en abril de 2025 el hallazgo de un conjunto de 14 valiosos objetos prehispánicos en la Cueva de Tlayócoc, situada en la localidad de Carrizal de Bravo. Entre las piezas recuperadas, que incluyen brazaletes elaborados en concha y discos de piedra, se estima una antigüedad que oscila entre el 950 y el 1521 d.C. Los expertos sugieren una posible vinculación directa de estos artefactos con los tlacotepehuas, abriendo una nueva ventana a sus rituales y vida cotidiana.

Explorando las entrañas de la tierra en la cueva de Tlayócoc
En el otoño de 2023, el guía local Adrián Beltrán Dimas y la espeleóloga rusa Yekaterina Katiya Pavlova decidieron adentrarse más allá de lo conocido. El pasaje sumergido que atravesaron los condujo a una cámara secreta que, hasta entonces, parecía ignorada por la historia. Allí, entre estalagmitas esculpidas por siglos de goteo mineral, encontraron lo impensable: brazaletes de concha grabados con símbolos ancestrales, discos de piedra semejantes a espejos de obsidiana, y una enorme concha marina, como si un antiguo ritual hubiera quedado congelado en el tiempo.

Los objetos no tardaron en ser resguardados por las autoridades ejidales. Luego, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) acudió al llamado. A mediados de marzo de 2024, arqueólogos del Centro INAH Guerrero (Cuauhtémoc Reyes Álvarez y Miguel Pérez Negrete) junto con la historiadora Guillermina Valente Ramírez, descendieron a Tlayócoc para registrar lo que podría ser uno de los contextos rituales subterráneos más enigmáticos del país.

Tlayócoc

Ecos del inframundo
Los expertos hallaron 14 piezas prehispánicas: brazaletes, discos de piedra, restos de concha marina e incluso un pequeño trozo de madera quemada. Las estalagmitas, según determinaron, fueron modificadas en tiempos prehispánicos para obtener una forma más esférica. Todo apunta a un contexto cerrado, cuidadosamente dispuesto, con fuerte carga simbólica.

El simbolismo con grabados antropomorfos y los xonecuilli, en formas en ‘S’ remiten a cosmogonías relacionadas con la fertilidad, la creación y el inframundo. Los arqueólogos sitúan estos objetos entre los años 950 y 1521 d. C., el periodo Posclásico, y todo sugiere que pudieron pertenecer a los tlacotepehuas, una etnia hoy extinta de la cual sobreviven sus referencias coloniales.

Los tlacotepehuas
Los tlacotepehuas fueron un antiguo grupo indígena que habitó la región de la Sierra Madre del Sur, principalmente en lo que hoy es Guerrero, México. Se les considera una etnia extinta, ya que tras la llegada de los españoles en el siglo XVI, su lengua, costumbres y organización social desaparecieron o se fusionaron con otras culturas nahuas. Las pocas referencias que existen provienen de documentos coloniales, donde se les menciona como habitantes de zonas montañosas con fuertes tradiciones rituales.

Una memoria que resiste en la cueva de Tlayócoc
Carrizal de Bravo, a más de 2,300 m s. n. m., conserva la memoria de los antiguos nahuas pastores que vagaban con su ganado entre los pliegues de la sierra. Sin embargo, es la primera vez que investigadores del INAH pisan este territorio. Ahora, con el hallazgo en Tlayócoc, se abre una nueva etapa para la comunidad y para el país: una campaña de concienciación patrimonial, y la esperanza de que los ecos de los tlacotepehuas vuelvan a hablar, esta vez a través de la ciencia, el arte y el respeto por la memoria.

Con información de: México Desconocido

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