Internacionales

León XIV, un CEO contra la tensión laboral del Vaticano

Ciudad de México, 25 de mayo de 2025. Puesta a punto de León XIV a todo el engranaje vaticano. Si a lo largo de estas dos semanas como Pontífice ya ha pasado prácticamente revista a todos los jefes de Dicasterios, lo que equivaldría ministerios en el ámbito civil, ayer se reunió con todos los trabajadores que tiene a su cargo como jefe de Estado, desde los funcionarios de la Curia romana hasta los empleados de la Santa Sede, pasando por quienes están contratados en el Governatorato de la Ciudad del Vaticano y en el Vicariato de Roma.

Los citó a las diez de la mañana en el Aula Pablo VI, donde unos y otros llegaban, al menos, con una doble incertidumbre: quién serán sus personas de confianza y cómo resolverá el actual déficit del Vaticano con la sombra de los recortes salariales y de la incertidumbre del futuro de las pensiones. Y es que, en 2023 el déficit eclesial superaba los 83,5 millones de euros. De poco sirve que se cuente con un patrimonio neto que rondaría los 4.000 millones de euros, si muchos de los bienes no están disponibles de «facto» para hacer frente a las deudas que se acumulan a pesar de la política de austeridad impuesta en esta última década.

Lo cierto es que el Papa de origen norteamericano se presentó ayer ante el auditorio con un as bajo la manga que dio a conocer unas horas antes. Robert Prevost rehabilitó la tradicional gratificación económica de 500 euros con motivo de su elección a todos los empleados del Vaticano. Francisco suspendió este tipo de «propinas» junto a otro tipo de incentivos, además de reducir el sueldo de los cardenales y a los jefes de dicasterios y exigirles que pagaran el alquiler de sus apartamentos para hacer sostenibles las finanzas maltrechas del Vaticano.

Quizá por este gesto, el Obispo de Roma fue recibido en el lugar con una larga ovación. «Si los aplausos son más largos que el discurso, entonces tendré que hacer un discurso más largo. Tened cuidado», correspondió en un tono bromista.

«No es el momento de pronunciar discursos programáticos», avisó nada más comenzar su discurso León XIV, que dio las gracias a todos los presentes por «el servicio que prestáis». Una vez más subrayó su respaldo su predecesor a la vez que verbalizó un comentario irónico que siempre se deja caer en todos los pasillos y recovecos vaticanos, para visibilizar lo complejo que resulta acometer cualquier remodelación en la Santa Sede: «Los Papas pasan, la Curia permanece». Aunque aclaró que el contenido de esta expresión recoge cómo el Vaticano «conserva y transmite la memoria histórica», a renglón seguido advirtió de que ha de ser «organismo vivo», que «o solo se vuelve hacia el pasado, sino que nutre el presente y se orienta hacia el futuro».

En su deseo de reforzar el camino emprendido por Francisco para curar la que Bergoglio denominaba como «elefantiasis», el actual Papa insistió en la necesidad de promover la «dimensión misionera» de la Curia. Y ahí es donde el agustino echó mano de su experiencia peruana para justificar cómo todos y cada uno de los católicos y, en especial quienes trabajan en Roma, deben empeñarse para conformar «una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a la acogida» que tenga «los brazos abiertos a todos», como dijo en su primer saludo al mundo desde la logia de las bendiciones. En concreto, el Sucesor de Pedro encargó a los que le escuchan «servir a la comunión, a la unidad, en la caridad y en la verdad».

Aterrizando en lo concreto y, ejerciendo de un particular CEO, dio indicaciones concretas de para el «ambiente laboral», pidiendo que sean «constructores de unidad con actitudes hacia los colegas, superando los inevitables malentendidos con paciencia y humildad». Además, solicitó a unos y a otros que se pusieran «en el lugar de los demás, evitando los prejuicios, y también con una buena dosis de humor, como nos enseñó el Papa Francisco».

Al margen de estas pistas, todavía queda abierto cómo desarrollará este anhelo y de qué manera les afectará la nueva forma de gobierno del Pontífice agustino. Esto es, si respetará durante un tiempo a los altos cargos nombrados por Francisco o comenzará ya a reconfigurar el organigrama, más allá de aquellos que tengan que jubilarse o hayan cumplido el tope de cinco años en las jefaturas como marcó su predecesor. Robert Prevost llega con la reforma estructural más relevante de las últimas décadas acometida por Jorge Mario Bergoglio. Fue en marzo de 2023, cuando Francisco publicaba la constitución apostólica «Praedicate Evangelium», que en sus más de 240 artículos distribuidos en 11 capítulos actualizaba la «Carta Magna» aprobada por Juan Pablo II en 1988.

El Pontífice argentino, entre otras cosas, redujo los Dicasterios para optimizar los recursos, reformuló la Curia para que estuviera al servicio de las Iglesias locales y no del Pontífice, y creó un gran «ministerio» para la Evangelización, que se convertía en el principal por delante de Doctrina de la Fe. Además abría la puerta a cualquier cristiano a dirigir un Dicasterio, como ya se está aplicando con el español Maximino Caballero al frente de la Secretaría de Economía, con el italiano Paolo Ruffini, como prefecto de Comunicación y, sobre todo, con la misionera de la Consolata, Simona Brambilla, como la primera mujer en la historia de la Iglesia en ser designada como ‘ministra’, en su caso del departamento para los Institutos de Vida Consagrada.

Con información de: La Razón

Botón volver arriba