Se fue un referente de la izquierda
Ciudad de México, 14 de mayo de 2025.- Quería vivir hasta el 20 de mayo, fecha en que cumplía 90 años, pero el ex presidente de Uruguay José Pepe Mujica se fue una semana antes dejando una leyenda detrás por la austeridad en que vivió con su esposa y compañera de lucha, Lucía Topolansky, cultivando flores, y su decisión de ser enterrado en ese mismo lugar que nunca dejó ni en sus primeros pasos en la política, en que fue diputado, senador y ministro de Ganadería y Cultura en el gobierno del frenteamplista Tabaré Vázquez.
De guerrillero a presidente, titularon varios medios sobre Mujica, quien en 1964 eligió el camino de la lucha armada al ingresar al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, bajo la dirección de un líder extraordinario, Raúl Sendic.
Los tupamaros fueron muy conocidos, especialmente porque una de sus acciones inspiró la película Estado de sitio, en 1972, del director franco griego Costa Gavras, así como la muerte del agente de la FBI, Dan Mitrione, quien entre otras tareas enseñaba técnicas de tortura que se aplicaron en otros países de Sudamérica, lo que expuso el terrorismo de Estado implantado por Estados Unidos apoyando a las falsas democracias, como la uruguaya, considerada la Suiza de América. La tortura se volvió una rutina en la jefatura de policía de Montevideo.
En 1969 Mitrione fue enviado a Uruguay como supuesto hombre de la Usaid (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), enseñando torturas en el sótano de su casa en Montevideo, utilizando a indigentes para esos temibles interrogatorios. En 1970, los tupamaros secuestraron a Mitrione y pidieron canjearlo por presos políticos, a lo que se negó el entonces presidente Jorge Pacheco Areco, lo que terminó con la muerte del agente estadunidense.
Es una larga historia resumida en este caso para ir a esa época en que Mujica, junto con otros compañeros, estuvo detenido varias veces, protagonizó fugas espectaculares y de 1972 a 1985 fue víctima de secuestros y torturas; todos ellos fueron mantenidos como rehenes de la dictadura que en realidad comenzó en 1971, bajo una presidencia supuestamente democrática, y que se definió como tal en 1973, dejando miles de víctimas, desaparecidos en la persecución de los dirigentes y militantes del Frente Amplio, como el general Liber Seregni y tantos otros.
Al asumir la presidencia el 1º de marzo de 2010 en el Palacio Legislativo como presidente de la República Oriental del Uruguay le tomó juramento su esposa Lucía Topolansky, quien era presidenta del Senado, con la presencia de mandatarios de varios países y dirigentes de partidos políticos.
La disputa por la corbata
Tuve la ocasión de estar en el hotel donde estaban Mujica y su gabinete, junto a la delegación argentina, y fui testigo casual de la lucha del presidente Tabaré Vázquez, quien debía colocarle la banda presidencial, tratando de que se pusiera una corbata para salir al palco desde donde pronunciaría su discurso para una multitud que lo esperaba en la Plaza Independencia.
Fue una ceremonia inolvidable y después se desató una tormenta muy fuerte. Se hablaba en esos momentos, dentro del hotel, de cómo haría Mujica para trasladarse a la residencia presidencial, pero en realidad Pepe y Lucía tenían decidido quedarse en su vivienda de siempre, para lo cual fueron cambiadas diversas medidas de seguridad.
Cuando Mujica era diputado, esta corresponsal lo vio dirigirse a la legislatura en motocicleta, iba acompañado, llevaba un casco negro y parecía un escarabajo, lo que comenté a un diputado del Frente Amplio, que sonriendo contestó: ese escarabajo es nuestro Pepe Mujica.
Mujica, junto con Eleuterio Fernández Huidobro, ambos dirigentes tupamaros, tomaron una posición respecto a los juicios que se exigían para los militares de la dictadura pasada, entre ellos varios que integraron la siniestra Operación Cóndor. Ambos dirigentes formaron parte del Movimiento de Participación Popular dentro del Frente Amplio, por medio del cual llegaría Mujica a la presidencia. Esta actitud de reconciliación fue muy criticada porque se atribuía a la famosa doctrina de los dos demonios, lo cual afectaba a quienes buscaban Memoria, Verdad y Justicia.
Constanza Moreira recordó en la revista Brecha que fue alentada a iniciarse en la vida política parlamentaria por Mujica, recordando que sucedió “en la época en que se sudaba rebeldía armada al calor de la triunfante revolución cubana; fue un preso emblemático de las prolongadas cárceles y de la tortura que caracterizaron la dictadura uruguaya; se convirtió en ícono de la reconversión de la izquierda armada dentro del FA, llegó a la presidencia y se catapultó como el líder político uruguayo más conocido fuera de fronteras. Todo ese recorrido, ni más ni menos. Y fue su larga, larguísima vida la que le permitió transitar de una generación a otra –siempre desde la figura del viejo– y adaptar discursos, ideas y gestos.
Refiriéndose al gobierno de Mujica, Moreira destaca la serie de medidas importantes que produjeron cambios y algunas innovaciones en política social, pero también menciona las debilidades en el campo de los derechos humanos, el giro en la política de seguridad pública y el controversial vínculo con las fuerzas armadas.
Pese a todo esto Mujica logró conmover con sus discursos, controversiales a veces, pero que surgían de una sabiduría de vida. Entrevisté a Lucía Topolansky en su chacra, donde estaba la modestísima vivienda que nunca dejaron. Ese Mujica que conmovía a las juventudes es el que hoy recuerda el mundo.
Radicalizarse o abdicar
En entrevista para Brecha, a finales de 1994, Mujica decía ver sólo dos caminos: radicalizarse en profundidad o abdicar de los principios. Aclaraba: “cuando hablo de radicalización no me refiero a la que tiene la gente en la cabeza, que es un discurso de campanario inventado para llenar literatura de izquierda, sino a la de la escena social que ocurre en la calle cuando la gente reclama soluciones.
“Los políticos han perdido el hábito de galopar pa’ dentro. Están muy preocupados de la información que va dando la prensa, y a veces me aterra su falta de profundidad. Hay una parte de la aventura que empieza cuando se cierra un buen libro y uno piensa; ese hábito de pensar que lleva al hábito de observar. A ver si lo puedo definir: son todos economistas o aficionados a la economía, pero sigue quedando en el tintero el hombre. El progreso económico no se puede homologar a la felicidad humana. Yo sé que por decir esto en el Parlamento voy a parecer un ser de otro planeta. Y bueno, de repente algunos tienen que trabajar de trueno y es pa’ otros la llovizna. Pero tenemos que seguir luchando por un tipo de sociedad donde todos trabajen en algo, no que vayan panzones arriba del carro, pero tampoco que la gente viva para trabajar y consumir, sino que tenga tiempo para gastar en lo que se le antoje.”
Con información de: La Jornada