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Paso a desnivel | Por: David Cárdenas Rosas | Mario Vargas Llosa. El nacimiento de un escritor en “La ciudad y los perros”

Cuando un autor alcanza la cima, como lo hizo Mario Vargas Llosa al recibir el Premio Nobel de Literatura, el público tiende a olvidar los laberintos personales que lo llevaron hasta allí. El camino de Vargas Llosa hacia la consagración no fue recto ni glorioso desde el inicio; estuvo marcado por shocks, imposiciones, y un descubrimiento precoz del dolor y la libertad. El origen de todo eso está condensado en su primera gran novela: “La ciudad y los perros”

La historia personal de Vargas Llosa cambia radicalmente cuando, a los diez años, descubre que su padre, a quien creía muerto, estaba vivo. Esa revelación destruyó su infancia idealizada. “Ese es el trauma fundamental de mi vida”, confesó años después. Hasta entonces había vivido rodeado de afecto y cuidado maternal, con sus abuelos, su madre y sus tíos. Esa “edad dorada” terminó abruptamente al conocer a su padre, un hombre autoritario, severo, temido. La relación entre ambos fue siempre tensa,

Su padre, al descubrir su interés por la literatura, lo consideró un error inaceptable. Para hacerle cambiar de idea lo inscribió en el Colegio Militar Leoncio Prado, un internado riguroso donde se forjaban los futuros hombres del ejército peruano. Lejos de apagar su vocación, aquel encierro se convirtió en la chispa de su carrera literaria.

En ese entorno hostil, Vargas Llosa experimentó el sufrimiento, y la represión. Pero también comenzó a escribir. Muchos cadetes lo contrataban para responder cartas a sus novias, y en ese ejercicio descubrió el poder de las palabras.

Todo ese material humano y emocional se volcó en La ciudad y los perros, publicada en 1963. La novela fue un escándalo. El ejército reaccionó con furia: hubo quemas del libro, campañas mediáticas en su contra, y se llegó a acusar al escritor de ser financiado por el gobierno ecuatoriano para desprestigiar al Perú.

“La obra infernal”, titularon los periódicos. Vargas Llosa fue tachado de traidor. Pero esa novela, nacida del encierro, del miedo y del dolor, fue su consagración literaria. “Ese libro me cambió la vida —confesó— y me confirmó como escritor.

Paradójicamente, el lugar donde lo enviaron para matar su vocación fue donde esta renació con más fuerza. El colegio militar no formó a un soldado, sino a un narrador feroz. Y así, de la imposición surgió la libertad; del castigo, la creación. Ese fue el génesis de uno de los escritores más influyentes de la lengua española.

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