Colaboraciones

El impacto de la nueva realidad | Por: L. D. Luis Galdós Sánchez

Uso obligatorio de cubrebocas, largas filas en bancos, establecimientos y ahora en juzgados. Venta de productos para lavado de manos, gel antibacterial, tapetes “sanitizantes”, entre otros. Negocios funcionando al 30 por ciento de su capacidad, cierre o reapertura de plazas comerciales y una serie de medidas de protección que invitan al usuario o cliente a realizarlas, si desea adquirir algún producto o servicio. Cerca de más de 5 meses desde que se anunciara en nuestro país la presencia del COVID-19, mismo que lamentablemente ha cobrado la vida de al menos 53 mil personas, de acuerdo a cifras oficiales hasta el 11 de agosto. Al principio, parecía causar demasiado impacto el número de contagios y muertos debido a la enfermedad, hoy, parecieran solo cifras frías a lado de una realidad que posiblemente ninguna persona llegó a imaginar.

Las medidas adoptadas por los gobiernos parecen ser poco eficientes ante los contagios, llegando prácticamente a 9 mil en un solo día, rebasando los obtenidos en países como Italia o España. Claramente, no es una consecuencia que sea totalmente atribuible al Estado, sobre todo, si se considera que muchas personas han hecho caso omiso a dichas medidas. Esto habla de la manera en cómo la sociedad percibe las situaciones del día a día, siendo alarmante, si se considera que existen aún sectores de la población que deciden no atender a las medidas sanitarias.

Para ejemplo, hace algunos días el gobierno del Ayuntamiento de Pachuca decretó como medida obligatoria el uso de cubrebocas, con la consigna de que, si no se cumple con esta medida, el infractor podría hacerse acreedor a una sanción económica. Y como buenos abogados, se comenzó a visualizar la posibilidad de impugnar dichas multas ante los tribunales administrativos. Sí, es un medio de impugnación al alcance de los particulares, pero, la pregunta sería, ¿por qué el Estado debe sancionar si la persona puede acatar la medida? Estos meses hemos observado incidentes que seguramente nunca habíamos imaginado: desde el mito de que la pandemia era un invento del gobierno, la extracción del líquido de rodillas, hasta las máquinas para matar neuronas en los establecimientos. Esto solo nos recuerda una cosa: el ser humano vive de creencias y mitos.

El antropólogo israelí Yuval Noah Harari, en su obra “De animales a dioses”, explica perfectamente esta situación. Desde la aparición del homo sapiens, la humanidad ha generado una serie de creencias para buscar explicar su realidad. Pero, aún y cuando han existido estas creencias, logra adaptarse al cambio. El análisis que Yuval Noah llega a la conclusión de la capacidad del ser humano a poder adaptarse a las circunstancias que se le presenten. No por nada llega a la conclusión de qué gracias a dicha capacidad, el homo sapiens logró trascender a diferencia de sus antecesores.

Lo que se trata de decir es, que al final de todo, seguramente como sociedad se sabrá afrontar esta situación. Y se observa día con día, con las diversas medidas que la misma sociedad ha tenido que adoptar. Es cierto, hay quienes se resisten al cambio, sin embargo, la adaptación llegará. Lo verdaderamente preocupante es la calma con la que el Estado pareciera estar tomando la situación, basta con observar al presidente mismo para constatarlo. La imagen que las autoridades deben brindar a los ciudadanos implica un doble ejercicio: autorreconocimiento y ser ejemplo para otros. No solo por beneficio político, sino para brindar seguridad a las personas.

Esta nueva realidad también ha llevado a todas y todos ha generar reflexión en cada uno: cambio de hábitos, estar más tiempo en familia, aprovechar para realizar actividades en casa, entre otras. Algo que sin duda se transformó fue el concepto del home office, el cual parecía ser un deseo para muchos profesionistas, hoy se ha convertido en una nueva forma de esclavitud laboral. La presencia en casa y la falta de actividades fuera de ella, ha destruido el anhelo de muchos que querían trabajar desde casa. Eso solo demuestra que, el ser humano requiere convivir en sociedad, aún y cuando sus iguales lo desesperen.

De algo estamos seguros: no será un proceso rápido. Por ahí se escucha a las personas decir que la Navidad se celebrará de la misma manera; habrá que ser más cautelosos y pensar que esto puede prolongarse más todavía. Pero, si se alude a ese proceso de adaptación del ser humano, seguramente se logrará afrontar y esta “nueva realidad” solamente será un paso más al proceso evolutivo de nuestra especie, tal y como se hizo hace ya más de 100,000 mil años.

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