Cultura

Necesario conocer el pasado para avanzar al futuro, sentencia Patricia Galeana

  • La directora del INEHRM habló del zócalo de Santa Anna que en 1843 formaría parte del Monumento a la Independencia

México, 17 de Julio de 2017.- Debemos conocer el zócalo proyectado en 1843, un basamento que sostendría al Monumento a la Independencia que nunca se erigió, “porque un pueblo que no conoce su historia es como una persona que padece la enfermedad de Alzheimer y no sabe quién es, de dónde viene o a dónde va, aseguró la doctora Patricia Galeana.

La directora general del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) dijo a Notimex que el reciente hallazgo bien puede servir para que el público conozca por qué se le llama zócalo a la Plaza Mayor, cómo se proyectó erigir ahí el Monumento a la Independencia y por qué finalmente todo quedó en la intención.

La entrevistada abonó a sus declaraciones que el valor que tiene ese zócalo, construcción circular de ocho metros de diámetro y 28 centímetros de altura, es que forma parte de la historia de México. “Por eso se le comenzó a llamar zócalo a la Plaza Mayor, porque nada más se quedó ese basamento en donde se construiría el Monumento a la Independencia”.

La doctora Galeana manifestó que el monumento proyectado por el entonces presidente Antonio López de Santa Anna para conmemorar la Independencia, cuya primera piedra se colocó el 16 de septiembre de 1843, se convirtió en víctima de un país muy endeudado y convulso, entre cuyos peores episodios estuvo la invasión de Estados Unidos a México.

Luego, añadió la reconocida e internacional historiadora mexicana, la gente de todos los estratos sociales comenzó a tener expresiones como “nos vemos en el zócalo”, y de esa forma, no solamente se le llamó así a la Plaza Mayor de la capital del país, también a las plazas principales de las ciudades del resto de la República Mexicana, como hasta hoy.

Galeana, licenciada en Historia, maestra en Historia de México y doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien ha impartido cursos en el Instituto “Matías Romero” de Estudios Diplomáticos, añadió que incluso en Guatemala y otras naciones de la región se llama zócalo a su plaza principal.

Profesora también en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en el Instituto “José María Luis Mora”, en la Universidad Iberoamericana y en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, subrayó que ese zócalo, por formar parte de nuestra historia tiene valor, si bien ese proyecto de monumento no llegó a ser más que un zócalo.

Recordó que no se construyó la columna ni la escultura que coronaría al Monumento a la Independencia. Todo se quedó en diseño. “Este tipo de vestigios de ninguna manera debe destruirse, sino conservarse de la mejor manera, pues de acuerdo con los expertos es muy peligroso dejarlo sin protección; serán los estudios técnicos los que indiquen qué hacer”.

Hace 174 años, esa plataforma circular terminó en el imaginario colectivo y el habla popular el apellido de la entonces Plaza Mayor de la Ciudad de México, y que hace apenas unos días, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la descubrieron bajo la explanada de más de 20 mil metros cuadrados.

Para los arqueólogos, es significativo que un elemento arquitectónico de esa dimensión defina una de las plazas más grandes del mundo. Tan es así, que entre las acepciones que el Diccionario de la Lengua Española otorga a “zócalo”, está la que en México se refiere a la “plaza principal de una ciudad, especialmente la del Distrito Federal”, hoy Ciudad de México.

Desde el pasado 21 de abril, el INAH realiza la supervisión del proyecto de rehabilitación de la Plaza de la Constitución, misma que contempla la sustitución del piso de concreto y la adecuación de la infraestructura peatonal y urbana. Dichos trabajos permiten bajar sólo 50 centímetros respecto a la superficie, suficientes para hallar vestigios como el zócalo original.

Fue así que al acercarse al norte del asta bandera se observó la sección de una plataforma de planta circular a 30 centímetros de profundidad. Está rodeada por un patio circular de tres metros de ancho. La banqueta de 28 centímetros presenta accesos al norte y al oriente alineados con las entradas principales a la Catedral Metropolitana y el Palacio Nacional.

La plataforma está construida con un núcleo de mampostería y paramento de bloques de basalto. El piso consta de lajas, mientras que la banqueta es de bloques de basalto, riolita y andesita. En 1875, cuando sobre la plataforma (el zócalo) se instaló un quiosco traído de Francia, se le colocó un pretil de ladrillos y argamasa, el cual ya ha sido registrado.

Se sabe que en 1843, López de Santa Anna quiso aumentar el espacio libre de la Plaza Mayor de la Ciudad de México y para ello mandó derribar el mercado del Parián (venido a menos en esa época) que ocupaba la mitad de la misma. Quería erigir un Monumento a la Independencia al centro de la explanada y con ese fin se convocó a un concurso.

Resultó ganador el proyecto del arquitecto Enrique Griffon, pero “Su Alteza Serenísima” designó la realización de esta obra a Lorenzo de la Hidalga. Por una litografía de Pedro Gualdi, de 1843, y una carta del escultor Manuel Vilar, a la fecha se tiene conocimiento de que el monumento estaría “compuesto de un basamento octavado”; a Santa Anna le gustó.

“Encima de cada ángulo habrá un héroe de la Independencia, y dentro de este basamento estarán los cuerpos de éstos. Encima de éste habrá otro basamento con bajorrelieves, y otra estatua en cada ángulo, que sostendrá la columna fajada con ornatos y el capitel compuesto, y encima la estatua de la República. Se subirá por una escalera de caracol interna”, se escribió en el proyecto.

Sin embargo, como el mismo Vilar agrega en su misiva fechada el 26 de marzo de 1846: “Se duda que este monumento llegue al fin, pues el gobierno está endeudado al exterior. El proyecto es de un arquitecto español llamado Hidalga”. Y así ocurrió, columna y estatua jamás se erigieron, y su zócalo permanecería huérfano durante muchísimos años.

Al paso del tiempo, una solitaria farola, una caja acústica donde los jueves por la noche y los domingos por la mañana tocaban bandas militares, y el citado quiosco, le darían una razón de ser al zócalo de Santa Anna, por lo menos hasta inicios del siglo XX, pues en 1914 el pintoresco quiosco fue donado al poblado de Huejutla, en el Estado Hidalgo.

Los arqueólogos indican que en 1983, durante los trabajos de salvamento arqueológico con motivo del proyecto de la Línea 8 del Metro, la cual pretendía cruzar la Plaza de Constitución, registraron el basamento, pero no pudo ser explorado en su totalidad debido a la suspensión de los trabajos que se obtuvo gracias a la movilización ciudadana y del INAH.

Los arqueólogos se sienten orgullosos de escribir un nuevo capítulo en la historia de este emblemático espacio con el hallazgo del verdadero “zócalo”. Para recordar este hecho, además de una moneda del año en curso que dejarán en el sitio del hallazgo, para consignar su excavación, existe la propuesta de instalar ahí una placa conmemorativa.

Tras un registro en fotografía, dibujo y escaneo, un equipo de especialistas ha protegido debidamente los vestigios del zócalo con una cubierta geotextil y tepetate para continuar la rehabilitación de la Plaza de la Constitución, misma que no había sido remodelada integralmente desde tiempos del “Regente de Hierro” Ernesto P. Uruchurtu, a mediados del siglo XX.

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