Colaboraciones

Paso a desnivel | Por: David Cárdenas Rosas | Georges Danton. La antorcha de la revolución Francesa.

Nació el 26 de octubre de 1759 en Arcis-sur-Aube, una localidad de Francia. Fue hijo del abogado Jacques Danton y de su segunda esposa, Marie-Madeleine Camus.

Danton quedó huérfano de padre a los tres años y su madre se volvió a casar en 1770 con un comerciante.

A partir de 1773, Georges Danton estudió en un colegio religioso.

En 1780 se trasladó a París, donde encontró trabajo como asistente jurídico y, en 1784, concluyó su licenciatura en Derecho en Reims y viajaba a menudo entre París y Reims.

A medida que crecía la agitación política en Francia a finales del siglo XVIII, Danton se involucró en el activismo político y se convirtió en un poderoso orador. Su recia elocuencia incendiaba los ánimos y ella lo convirtió en un líder influyente en los primeros días de la Revolución Francesa.

Danton también fue un miembro importante al igual que Maximilien Robespierre y Paul Marat,  del Club de los Jacobinos.

Hombre de batalla, Danton tuvo uno de los momentos más destacados en su vida al asumir un protagónico papel en la Revolución de 1789, que condujo a la caída de la Bastilla.

Durante la Revolución, al tiempo que consolidó su amistad con Robespierre y Marat, Danton ocupó diversos cargos. Fue Ministro de Justicia en 1792 y desempeñó un papel clave en la creación del Tribunal Revolucionario, que juzgaba a los enemigos de la revolución.

Sin embargo, a medida que la revolución se volvía más radical y violenta y que buscaba el exterminio de sus rivales.  Danton comenzó a abogar por la moderación y la cesación de la violencia en nombre de la estabilidad.

Su postura lo puso en conflicto con líderes más extremistas, como Maximilien Robespierre.

Las palabras que publicó Danton en las páginas de Le vieux Cordelier, el periódico que publicaba el bando que lideraba, apuntaron de manera directa al Comité de Salud Pública irritando a los jacobinos que presionaron a Robespierre para que la revolución pusiera un freno al tectónico Danton.

“¡Queréis deshaceros de todos vuestros enemigos por medio de la guillotina! ¿Habráse visto alguna vez mayor locura?

Robespierre se reunió con Danton para convencerlo de que dejase a un lado su inclinación humanista y apoyara el continuar con sus ejecuciones.

Nada logró.

Entonces Robespierre tramó su detención y Danton fue llevado a juicio, una farsa, en la que le impidieron hablar en su defensa. Georges Danton fue juzgado por el Tribunal Revolucionario que él mismo ayudó a crear y fue condenado a muerte y guillotinado el 5 de abril de 1794.

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