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Papa defiende en Congreso de EUA dignidad de refugiados y migrantes

Por Andrés Beltramo Álvarez. Enviado

Washington, 24 Sep (Notimex).- El Papa defendió hoy la dignidad de los refugiados y migrantes, en un histórico discurso ante el Congreso de Estados Unidos en el cual llamó a abolir la pena de muerte, a combatir la pobreza, las nuevas esclavitudes y toda forma de fundamentalismo.

“En este continente también miles de personas son conducidas hacia el norte en busca de una vida mejor para ellos y para sus seres queridos, en busca de oportunidades mayores. ¿No es esto lo que queremos también para nuestros propios niños?”, cuestionó Francisco, hablando en inglés.

Pidió a los legisladores no desconcertarse por los números y verlos como personas, ver sus caras y escuchar sus historias, tratando de responder como mejor se pueda a su situación, en un modo que sea siempre humano, justo y fraternal.

Por primera vez en la historia un Papa tomó la palabra ante la sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos, gracias a la invitación del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.

Francisco llegó hasta el capitolio poco antes de las 09:30 hora local (13:30 GMT) y fue recibido por el Sargento de Armas en la “Carriage Entrance”, un ingreso desde el cual se dirigió al primer piso donde encontró al propio Boehner.

En su largo discurso, pronunciado pausadamente y en inglés, el líder católico indicó que la responsabilidad de los miembros del Congreso es permitir el crecimiento del país, así como defender y preservar la dignidad de los ciudadanos hacia el bien común.

Citó a cuatro grandes personajes que representan los valores fundamentales de los estadunidenses y cuyo espíritu puede sobrevivir a las crisis, las tensiones y los conflictos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.

Advirtió que la responsabilidad de todos es “proteger y defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo”.

Sostuvo que se requiere un “delicado balance” para combatir la violencia perpetrada en nombre de la religión, de la ideología o de un sistema económico, y salvaguardar la libertad religiosa, intelectual e individual.

Puso en guardia contra la tentación del “reduccionismo simplista” que ve solo bien o mal y estableció que el mundo contemporáneo, con sus heridas abiertas que afectan “a tantos de nuestros hermanos y hermanas”, exige que se enfrente cada forma de polarización que divida esos dos campos.

“La cooperación entre las religiones es un recurso poderoso en la batalla por eliminar las nuevas formas globales de esclavitud, nacidas de injusticias graves que pueden ser vencidas sólo por una nueva política y nuevas formas de acuerdo general social”, abundó.

Más adelante se refirió a los indígenas originarios de la Unión Americana, denunció que sus derechos “no siempre fueron respetados”, reconoció que sus primeros contactos con los colonos fueron a menudo “turbulentos y violentos”, y llamó a no repetir “los pecados y los errores del pasado”.

Instó a resolver la situación de los pueblos originarios, permitiéndoles vivir digna y justamente, rechazando toda actitud de hostilidad.

Se pronunció por una abolición global de la pena de muerte y, al respecto, estableció: “Estoy convencido que este camino es el mejor, porque toda vida es sagrada, toda persona humana tiene una dignidad inalienable, y la sociedad solo se puede beneficiarse de la rehabilitación de los convictos”.

Dijo que no puede ocultar su preocupación por la familia, institución que consideró amenazada “como nunca antes” y lamentó que las relaciones fundamentales están siendo puestas en duda, entre ellas la base misma de matrimonio y la familia.

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