Colaboraciones

Opinión: TLCAN y un presupuesto insuficiente, los desafíos económicos de 2017

HORACIO VIVES SEGL /

/ Profesor del Departamento Académico de Ciencia Política del ITAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Nota del editor: Horacio Vives Segl es Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.

 

27 de diciembre de 2016 — Lo regular es que a unas semanas de comenzar un nuevo año, no exista mucha precisión o se den señales encontradas de lo que se podría esperar del año siguiente. No es así en esta ocasión. En el horizonte político que le espera a México, lo que se puede pronosticar son nubes de tormenta. Aquí algunos elementos que no dan mucho espacio al optimismo.

Lo predominante en la agenda política será la nueva relación que se establezca con Estados Unidos a partir del 20 de enero, fecha en la que asumirá la presidencia de Estados Unidos Donald Trump. Al día de hoy, sigue siendo incierto si el ahora presidente electo se moderará o intentará desde el primer día de su mandato llevar a cabo sus irresponsables, estrafalarias y provocadoras promesas de campaña. Es distinto decir cualquier cosa durante los mítines de campaña que sentarse tras un escritorio y gobernar.

Pero algo es seguro: independientemente del grado de cumplimiento, los grandes temas de campaña (entre ellos, el muro, las deportaciones, los tratados comerciales) serán abordados para atender a los votantes radicales que lo llevaron a la Casa Blanca. De ahí se explica la declaración de revisar —que no necesariamente conlleva a renunciar— los términos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) desde el primer día de su mandato o anunciar los primeros nombramientos de personajes conservadores y antiinmigrantes que podrían integrar su gabinete.

Recorrer la larga ruta jurídica y política para salir del TLCAN no será nada sencillo. Adicionalmente, alguien le tendría que explicar que desde su firma, los tres socios comerciales han salido beneficiados. Véanse algunos datos del United States Census Bureau, entre Estados Unidos y México: en 1993, un año antes de la entrada en vigor del tratado, Estados Unidos exportó a México 41,580.8 millones de dólares (mdd), en tanto que las importaciones fueron por 39,917.5 mdd, una balanza comercial superavitaria de 1,663 mdd para ellos. El año pasado, Estados Unidos exportó a México 235,745 mdd e importó 296,407 mdd, una balanza comercial deficitaria de 60,662 mdd. El comercio entre ambos países en 1993 fue de 81,498 mdd; en 2015, de 532,153 mdd. Esto es, un crecimiento del 553%.

Un buen negocio para ambos socios, tan bueno para Estados Unidos que tan solo el comercio viabilizado por este tratado aumenta el 0.5% de su PIB anualmente, que como efecto del TLCAN ha creado 5 millones de empleos en su territorio y ha mantenido su inflación baja porque el tratado permite mantener precios bajos a los productos importados. También deberían explicarle que el nivel de integración y complementariedad de ambas economías es tan elevado, que intentar cancelar el TLCAN es un tiro en el pie.

El gobierno mexicano tendrá que elaborar una narrativa y estrategia política para la defensa de los ciudadanos e intereses mexicanos, de cara a los posibles cambios en las políticas comerciales, migratorias y otros con los que Trump ha amenazado a nuestro país. Para ello, no hay que esperar a enero de 2017. Como suele suceder, vamos tarde y mal.

En cuanto a la economía, antes de conocerse el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos, las perspectivas económicas del Informe trimestral de julio a septiembre de 2016 del Banco de México no eran muy alentadoras, más bien mediocres. Prevé que la inflación ronde en un razonable 3%, déficits en la balanza comercial y en la cuenta corriente de 12.6 y 30.9 miles de millones de dólares, respectivamente, y un crecimiento del PIB de entre 2 y 3%.

Adicionalmente, la Cámara de Diputados aprobó un presupuesto de 4 billones 888 mil 892 millones de pesos, que ya contemplaba un recorte de 239 mil 700 millones de pesos. Bien, pero hasta ahí, porque el presupuesto de egresos es 51,380 millones de pesos mayor a lo que envío la SCHP. Por más discurso de austeridad y recortes (para algunos) no parece el presupuesto adecuado para enfrentar los desafíos del 2017.

También habrá que considerar la renuncia de Agustín Carstens como gobernador del Banco de México. Si bien el anuncio se dio hace algunas semanas, será efectiva a partir de junio de 2017.

Con información de: http://expansion.mx/

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