Rumbo al 2024

Mensaje del Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional en el Senado de la República, Miguel Ángel Osorio Chong, durante el Foro Libertad Religiosa Plena.

Ciudad de México, 28 de marzo de 2019.

Muy buenos días a todas, a todos.

Permítanme saludar a mis compañeros senadores, saludar particularmente al senador Israel Zamora, agradeciéndole la invitación y felicitarle por organizar este espacio, encuentro y de reflexión sobre un tema que no pierde vigencia, como lo es el de la libertad religiosa.

Saludo también a los investigadores, expertos, académicos, así como por supuesto a todas y a todos ustedes que nos acompañan el día de hoy aquí en la Cámara de Senadores, a Beatriz Pagés, con mucho respeto, a la diputada, diputados saludarles también.

A todas y a todos, muy buenos días.

La libertad religiosa es un derecho humano que como todos, se fundamenta en el reconocimiento de la individualidad de las personas.

Se trata de una conquista histórica de las sociedades modernas.

Una conquista que ha sido resultado, como aquí lo explicaba el doctor Roberto Blancarte, de siglos de luchas y también por supuesto de avances.

Y que es además un elemento fundamental de las naciones democráticas, como México.

Hoy, y me reflejo mucho en el comentario del doctor, se dice muy fácil hablar de este tema, y además se da por sentado, pero por mucho tiempo no fue así, ni aquí, y por supuesto ni en muchas naciones del mundo, durante años nuestro país tuvo, déjeme decirlo así, una religión oficial o incluso cualquier otra práctica era castigada.

Hay que decirlo y hay que recordarlo, fundamentalmente para no repetirlo, porque fue necesario pasar por una guerra civil, la de Reforma, para establecer un Estado republicano, laico y secular.

En el que se abolieran fueros y se abolieran privilegios y la misma ley se aplicara para todos.

Fue un proceso doloroso pero de gran valía, ya que se sentaron las bases para que las diferentes creencias fueran aceptadas, pasando de la intolerancia religiosa a la libertad de culto, y haciendo de la separación iglesia-Estado, una realidad constitucional.

Una separación que debe considerarse como la condición necesaria para el desarrollo de la democracia y el respeto de los derechos.

Desde la igualdad plena entre hombres y mujeres, hasta una educación laica, es decir, fundamentada en el pensamiento científico.

Desde el acceso a una salud adecuada y por supuesto oportuna, hasta el libre desarrollo de la personalidad.

Y por supuesto, la libertad de creencia, que se ha convertido en pilar de nuestro país y con ello de nuestra convivencia, y eso es algo que debemos de celebrar todas y todos.

Porque es lo que permite que cada mexicana y mexicano, pueda tener y adoptar el culto de su preferencia o no adoptar ninguno, practicando sus ritos de manera individual o colectiva, tanto en la esfera pública como en la privada.

Porque en el país plural que somos, debe de caber y caben, todas las creencias religiosas, desde la evangélica, la católica, la pentecostés o la mormona o hasta el judaísmo, el islam, los testigos de Jehová o la luz del mundo.

En ese entendido, la separación Iglesia-Estado, no debe interpretarse como desencuentro, sino que debe de dar pie a la colaboración en un marco de respeto a la laicidad de la República.

Reconociendo que las aportaciones de las iglesias, y lo digo así, en plural, porque hay más de nueve mil iglesias registradas en nuestro país, se extienden a muchos ámbitos de la sociedad.

Desde el combate a la pobreza y la defensa de los migrantes, hasta la reconstrucción del tejido social o el apoyo a los grupos vulnerables.

Y en esta labor, por supuesto no pasa desapercibido para la gente, como lo demuestra el hecho de que las iglesias son junto con las universidades y nuestras Fuerzas Armadas, de las instituciones que más confianza le inspiran a la ciudadanía.

Por eso reitero que la relación Estado-iglesia debe reinar en medio del diálogo, de la comunicación y en torno al propósito compartido que es el bien común, y ahí está la mayor de nuestras identificaciones.

Así lo hicimos en nuestro paso por la Secretaría de Gobernación, me pidieron que viniera a platicar un poco al respecto, nosotros escuchamos y nos sentamos a la mesa con todo tipo y diversos grupos de la sociedad civil, y también por supuesto de distintos grupos religiosos.

Déjenme decirles, hoy representan a prácticamente todas y todos, los nueve mil registrados, a todas las religiones del mundo, y trabajamos para darle certeza legal a través de la emisión de certificados, sin restricción, atendiendo al pie de la letra el principio de igualdad jurídica, consignado por la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, y que es muy claro al señalar que en el Estado mexicano, todas las asociaciones religiosas tienen el mismo valor y por supuesto merecen el mismo reconocimiento.

Es decir, atendimos siempre el precepto de que el Estado no puede preferir favorecer o distinguir a alguna asociación religiosa en detrimento de las demás, pues obviamente al hacerlo violentaríamos la laicidad Estatal.

Y por ello, también siempre fuimos respetuosos de su independencia económica y de la norma de que se debe ser la feligresía y no el Estado quien las financie, porque ahí está la condición necesaria tanto de su autonomía, como por supuesto de la laicidad.

Fue así que damos paso de la tolerancia religiosa al respeto de las religiones, generando condiciones para que durante el gobierno pasado no hubiese conflictos confesionales, lo cual cobra relevancia en un contexto mundial, en el que hoy lo vemos todos en la posibilidad de las nuevas comunicaciones, la exclusión y la discriminación religiosa ha aumentado, incluso, se ha tornado violenta en muchas partes de todo el mundo.

Un contexto en el que el Estado mexicano está llamado a ser referente de concordia y por supuesto también de armonía, en el que no se debe de aflojar el paso en defender y promover el pleno ejercicio de la libertad de culto.

La libertad religiosa es una conquista irrenunciable, así lo debemos de ver, pieza indispensable de un Estado democrático de derecho, y por supuesto de la libertad de conciencia.

Por ello, garantizarla debe ser una tarea permanente por parte de la autoridad y del Poder Público, y eso exige una defensa férrea de la laicidad del Estado, porque es ahí y únicamente de ahí, donde reside la verdadera libertad de culto.

Desde el Senado de la República no solo acataremos este principio, sino también lo exigiremos al propio gobierno de la República, para que también lo haga, pero por supuesto y siempre en congruencia, más allá solamente de los discursos, sino también que se lleve a la práctica diaria del Estado mexicano.

Muchas gracias a todos por su atención.

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