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Charlas de taberna | Xoloitzcuintle, guías de los humanos en su viaje al inframundo | Por: Marcos H. Valerio

En el México prehispánico, específico el xoloitzcuintle eran considerados compañeros de los difuntos en su camino de la vida hacia la muerte. Es una raza surgida desde hace dos milenios en el occidente del país.

Raúl Valadez Azúa, investigador en el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, ha estudiado esta raza desde hace 30 años, lo que le permite explicar su origen y asociación a diferentes tradiciones, entre ellas las relacionadas a la muerte.

“Los hallazgos más antiguos son del siglo VII de nuestra era. Ahí los perros pelones, junto con otras razas, se asocian a contextos funerarios o como guardianes de espacios considerados sagrados”.

Pero más allá de representar un papel como acompañantes o guías de los humanos en su viaje al inframundo, también tenían un valor simbólico explica el investigador, Raúl Valadez Azúa.

Por lo que, comenta que los xoloitzcuintles también han aparecido como animales sacrificados en ceremonias masivas, junto con otros perros, para celebrar el inicio del año nuevo, a mediados de julio.

Además, está el empleo en tradiciones funerarias. “Una cosa es acompañar a un difunto, lo que podía ocurrir por la propia condición del can como compañero del humano, y otra es ser símbolo de la muerte con el dios Mictlantecuhtli, señor del inframundo y dios patrono de este animal”.

Con base en estudios arqueozoológicos, análisis e interpretación del perro y su vinculación a la muerte, Raúl Valadez explica que, en los códices mesoamericanos, como el Borgia o el Vaticano 2, este mamífero, junto con Mictlantecuhtli, era un elemento valioso e indispensable en el ciclo de la vida y la muerte por sus hábitos carroñeros.

“Estos animales eran ligados al inframundo porque de alguna manera lo que comían en el mundo terrenal lo convertían en materias fecales, desechos orgánicos que se incorporaban a la tierra para pasar al inframundo y, posteriormente, se devolvían a la tierra como abono, que nutría las plantas y, por tanto, a la vida”, expone.

El perro era visto como un elemento que formaba parte de ese ciclo de la naturaleza, de cómo lo vivo pasaba a ser lo muerto. Él intervenía en el proceso de destrucción de la materia en putrefacción, favoreciendo su paso hacia el inframundo y de ahí se devolvía como materia orgánica para ser aprovechada por lo vivo.

Esa participación sería lo que las personas consideraban valioso para asociarlo con la muerte y, sumado a la conexión perro-humano que se generaba entre estos, lo hacían ideal para formar parte de ritos funerarios, apunta el académico.

Pero si en general los canes eran considerados de dicha forma, ¿por qué el xoloitzcuintle es la raza que en el imaginario popular se relaciona con estas tradiciones prehispánicas? En el siglo XVI, cuando el territorio mesoamericano se convierte en Nueva España, los cronistas, exploradores y frailes, entre otros, describían el entorno del mundo indígena.

Los perros pelones les interesaron porque eran los más llamativos y hacían comentarios sobre que eran animales sin pelo que no ladraban, propios de la tierra y usados como alimento.

Ya en el siglo XX empiezan a estudiar, sobre todo los historiadores, los textos coloniales, de los que recuperan las descripciones sobre los xoloitzcuintles, pues la presencia de perros sin pelo les atrae porque en ese tiempo eran un fenómeno único en el mundo canófilo.

“En los años 30 toma auge el movimiento nacionalista mexicano que encumbra a los perros pelones como un símbolo nacional. Toda esa fuerza por parte de artistas y pensadores, ligada a los intereses del gobierno de encausar a la sociedad bajo un espíritu patrio, hizo que estos canes alcanzaran la categoría de animales divinos, como el único tipo que existía y que la gente usaba de mil formas”.

Esto se mantuvo hasta que en el Laboratorio de Paleozoología del IIA tuvieron lugar los diferentes proyectos de investigación alrededor del tema de los perros, a finales de los 80. El descubrimiento de perros pelones en los contextos arqueológicos permitió que se fueran resolviendo incógnitas alrededor de esta raza, como que no era el único que existió en la época prehispánica y que dentro de las formas de uso que se les daban a todas las razas, estaba el xoloitzcuintle.

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