Colaboraciones

Charlas de Taberna | Por Marcos H. Valerio | Sus caritas reflejan miedo.

Dos años atrás, Gerardo y Gustavo, niños que viven en la región de La Montaña, en Ayahualtempa, Guerrero, jugaban a ser soldados, policías y ladrones. Hoy, ambos hermanos de 15 y 13 años de edad portan, respectivamente, un rifle 22 y una escopeta calibre 20 con las cuales cuidan a su familia y comunidad.

Debido a los constantes atracos y homicidios que se han suscitado en la zona nahua se vieron obligados a dejar la mochila en un rincón de su casa para integrarse a la Policía Comunitaria de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) y, a la vez, ayudar a su padre a defender a su pueblo de las bandas criminales Los ArdillosyLos Rojos.

Para resguardarse, los pobladores de Ayahualtempa cuentan con barricadas alrededor del pueblo hechas con bultos de arena; hay guardias las 24 horas del día.

También, estas imágenes se pueden ver en otras comunidades,comoAlcozacán, municipio de Chilapa de Álvarez. Donde los menores visten camiseta de policía comunitaria y cubren su rostro. Lo único que se puede ver de ellos es una mirada de miedo.

Esta información dio la vuelta al mundo. Muchos niños entre 8 y 14 años fueron presentados como policías comunitarios. La mayoría de ellos quedaron huérfanos por consecuencia de la violencia.

Días antes,Los Ardillosejecutaron a 10 músicos indígenas en esa misma región. De acuerdo con David Sánchez Luna, representante de las CRAC, las víctimas volvían de tocar en una fiesta en Tlayelpa cuando fueron interceptados por los sicarios.

“Se prepara a estos niños para que puedan defender a su mamá o a sus hermanitas de un ataque”, dice uno de los fundadores de la CRAC-PF, Bernardino Sánchez Luna.

“Si para los adultos ser parte de la policía comunitaria es motivo de orgullo, para los menores es una enorme responsabilidad y al mismo tiempo una posibilidad de sobrevivencia, ya que la única opción que tienen es integrarse a la policía para defenderse y defender a su pueblo de grupos violentos”, añade el jefe policial.

 

INICIO DE LA GUERRA

Nadie imaginó que el asesinato de Arturo Beltrán Leyva, abatido el 16 de diciembre de 2009 en Cuernavaca, fuera a desatar la violencia que actualmente se vive en Chilapa.

El capo controlaba el corredor México-Acapulco, pero su muerte dejó un vacío que tantoLos RojoscomoLos Ardillosintentaron controlar. Llegaron las sangrientas emboscadas, desapariciones, balaceras y éxodos masivos. El objetivo de cada grupo era el control de los sembradíos de amapola de la región.

Desde entonces, Chilapa se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del país: 136 homicidios por cada cien mil habitantes.

Los reclamos buscan que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, centre sus esfuerzos en aquel poblado de Guerrero, donde sus habitantes ironizan con la siguiente consigna: “Aquí hay balazos, no abrazos”.

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