Colaboraciones

Charlas de Taberna |Por Marcos H. Valerio |Oración, alimento de fe.

Creer en un amuleto o en alguna imagen que no sea católica es, para muchos, una ofensa al Creador. Sin embargo, para Erika, madre de dos hijas, eso la tiene sin cuidado y más si la Santa Muerte alivió a su pequeña.

La pesadilla comenzó una tarde de diciembre cuando Mónica, su hija, le pidió dinero para ir a comprar una libreta a la papelería de la esquina. Total, sólo tardaría 10 minutos.

En un descuido, al cruzar la avenida, Moni fue atropellada. El fuerte golpe la dejó inconsciente, agonizante, motivo por el que fue trasladada de inmediato a la Cruz Roja.

Durante varios días permaneció en estado vegetativo. Un médico y la trabajadora social le comentaron a Erika que, en breve, su hija iba a fallecer, por lo que le pidieron tomara sus precauciones.

La madre, al saber la noticia, salió del hospital y se encaminó a su domicilio para hablarle por teléfono a su esposo y otros familiares, además de conseguir dinero, incluso ver alguna funeraria.

Esperó un momento el microbús. Al ver que tardaba y el tiempo la consumía, prefirió abordar un taxi.

Rumbo a su casa, la mujer no pudo más, desfalleció, lloró.

Desconcertado el chofer preguntó: ¿Qué le pasaba?, ¿si la podía ayudar en algo?

Erika contó su tragedia al taxista y exclamó: imagínese… pobre y con una hija moribunda.

El hombre le respondió que dirigiera sus plegarias a la Santa Muerte, “ya que es muy milagrosa y de inmediato cumple. Cuando más si es algo benévolo”.

Durante el camino, el hombre comentó algunos “milagros” que la Santa Muerte había concedido a conocidos, incluso hasta hubo alguien que le pidió una esposa y se la concedió, exclamó.

La fémina preguntó: que dónde había una imagen, pues nunca había escuchado sobre ella, y muchos menos visto una de las figuras. Y así, la mujer depositó su última esperanza en La Niña Blanca, como también se le conoce.

Por fin llegaron al centro de la Ciudad de México, a la colonia Doctores, en la esquina Doctor Vértiz y Doctor Liceaga, donde se ubica un altar de la Santa Muerte.

Erika nunca va olvidar la primera impresión y los escalos fríos que sintió cuando vio por primera vez la imagen, una combinación de lo maligno con la bondad, su vestido blanco y su rostro reflejaban una fusión de la maldad con lo benigno.

Sin embargo, pensó, no había paso atrás, era su última esperanza, su niña tenía que seguir con vida.

Apenas llegó al altar, se arrodilló, sus plegarias fueron dirigidas a la salvación de la pequeña Mónica. Lloró hasta desfallecer.

El taxista esperó cerca de 40 minutos y una vez que la mujer se recuperó, ambos abordaron el automóvil y se dirigieron a la colonia Romero Rubio, donde ella tenía su departamento.

Durante el camino, el timbrado del teléfono móvil asustó a ambos, Erika ya esperaba la noticia, aquella donde le informarían que su hija había fallecido. Pero sorpresivamente, le notificaron que su hija se había recuperado, que incluso en unas horas la podrían dar de alta.

La mujer pidió al chofer dar vuelta, regresar con la Santa Muerte para agradecerle su milagro. Antes compró varias veladoras y flores, las cuales colocó frente a La Niña Blanca, donde además le ofreció tener un altar en su casa.

Posteriormente, fue al hospital, donde su hija la esperaba sonriente, aún estaba convaleciente, esperaba con ansias a sus padres. Erika abrazó a su hija y prometió nunca dejarla sola.

Paralelamente, José su esposo, acudió a la Basílica de Guadalupe a pedir por la niña, a pedir que la protegiera con su velo e intercediera con su hijo Jesús para salvarla. Sin embargo, Erika se empeñó que el milagro lo hizo la Santa Muerte. Esta división de creencias ha causado muchas diferencias entre ellos, en los últimos años.

SANA Y SALVA

Moni salió del nosocomio, su vida sigue normal, nunca tuvo complicaciones por el fuerte golpe que recibió.

Después de unas semanas y pese a que su esposo se opuso, Erika colocó un altar en su hogar en honor a la Santa Muerte, junto con el de la Virgen de Guadalupe que ya tenían.

En sus plegarias, Erika pidió un castigo al hombre que había atropellado a su pequeña. Meses más tarde, unos elementos policiales tocaron a su puerta, le informaron que el sujeto que había atropellado a su hija había sido detenido por robo y ante el Ministerio Público confesó el percance. Al saber que estaría bastante tiempo en la cárcel, decidió ahorcarse con su pantalón en los separos de la agencia ministerial.

Otro milagro que La Niña Blanca le había concedido, por lo que ahora, el altar lo hizo más grande, en la sala, abarca dos metros de ancho y metro y medio de alto, además de que comentaba a sus vecinos y familiares lo milagrosa que era.

Cada 15 de agosto, que es el Día de la Santa Muerte, le cambia su túnica larga blanca de satín y una corona de oro, le ofrece flores, incienso, veladoras, plegarias que ha conseguido en el mercado de Sonora, imágenes pequeñas de la muerte, incluso consiguió cantos que veneran a esta.

Han pasado ya dos años del accidente donde resultó lesionada su hija, y debido a las constantes invitaciones que hace a sus amigos para invocar a La Niña Blanca, la mayoría se han alejado de la familia.

Por otro lado, José, su esposo, y su hija, acuden los domingos a la Basílica de Guadalupe, siempre dan gracias al Creador y la virgen María por las bendiciones recibidas, oran para que Erika se convierta y deje de creer en la Santa Muerte. Pepe afirma que algún día ella “regresará al sendero del bien, pues su fe está mal enfocada. Es por ello que hago mucha oración”, dice.

Botón volver arriba