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Paso a desnivel | Por: David Cárdenas Rosas | Guillén de Lampart: 151 años antes del cura Hidalgo.

En los anales de la historia mexicana se agiganta la figura indómita de Guillén de Lampart, el irlandés que, mucho antes de Hidalgo y Morelos, se atrevió a soñar con una patria libre.

Nacido en Wexford en 1611, su vida fue marcada por la audacia y la rebeldía contra la opresión.

Su destino lo llevó a España, donde su arrojo y talento talento cautivaron a la corte. Fue así que el virrey de la Nueva España, Diego López Pacheco y Cabrera, marqués de Villena, lo trajo consigo en 1640, sin sospechar que aquel extranjero sería el primero en desafiar los cimientos del imperio en tierras americanas.

Ya en la Nueva España, Lampart contempló indignado las cadenas de la desigualdad: los pueblos indígenas sometidos, los esclavos africanos humillados y los mestizos relegados.

Su espíritu libertario concibió un proyecto tan osado como inactual: derrocar al virrey, proclamar un gobierno propio y establecer la igualdad entre todos los hombres, sin distinción de raza ni linaje. En proclamas clandestinas, Lampart llamó al levantamiento general, denunciando el yugo de la Corona. Ese fue el grito que genró el eco prematuro de una libertad que tardaría más de un siglo en florecer.

La Inquisición no tardó en perseguirlo. En 1642 fue encarcelado y durante diecisiete años resistió las mazmorras del Santo Oficio. Ni la tortura ni la soledad apagaron su voz: en prisión continuó escribiendo manifiestos, defendiendo la dignidad humana y reafirmando su sueño de justicia. Finalmente, en 1659, fue llevado al cadalso y consumido por las llamas de la hoguera en la Plaza Mayor. Su cuerpo pereció, pero sus ideales quedaron sembrados en la conciencia de un pueblo.

Hoy, su estatua se yergue en el Monumento a la Independencia, junto a los héroes que hicieron realidad lo que él apenas soñó. Allí, en silencio, Lampart recuerda a México que la libertad nació primero como semilla en la mente de un extranjero que abrazó esta tierra como suya.

Guillén de Lampart fue más que un rebelde: fue un visionario, un mártir y un profeta de la independencia. El virrey lo trajo como servidor, el imperio lo castigó como hereje, pero la historia lo honra como lo que fue: el sembrador de la independencia, el primer soñador de una patria justa y libre.

Guillén de Lampart, el irlandés que vino de lejos y que en pleno siglo XVII, se atrevió a desafiar el poder absoluto de la Corona española. Mucho antes de que Hidalgo y Morelos levantaran al pueblo

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