Charlas de taberna | Abuela heroína en el puente del infierno | Por: Marcos H. Valerio
En el caos abrasador del Puente de la Concordia, donde el fuego devoró sueños y vidas, Alicia Matías Teodoro se convirtió en un faro de amor inquebrantable. Esta abuela de 54 años, checadora de combis en el paradero de Santa Marta, Iztapalapa, no dudó en cubrir con su cuerpo a su nieta Zule, de apenas dos años, cuando una pipa con 49 mil 500 litros de gas LP explotó.
Hoy, Alicia lucha por su vida en terapia intensiva, con quemaduras en el 98 por ciento de su cuerpo, mientras Zule, su “azul”, permanece estable, con heridas en rostro, brazos y piernas. En medio del dolor, la historia de esta abuela heroica se ha convertido en un símbolo de sacrificio y amor familiar, resonando en los corazones de una comunidad marcada por la tragedia.
El momento del estallido fue un infierno en vida. La explosión, que dejó seis muertos y 90 heridos, convirtió la Calzada Ignacio Zaragoza en un paisaje de fuego y desesperación. Alicia, que ese día cuidaba a Zule porque su hija, madre soltera, no podía llevarla a su trabajo, actuó por instinto.
“Mi mamá siempre fue así, protegiendo a los suyos”, cuenta su hija entre lágrimas, aferrada a la esperanza de que los médicos del Hospital Regional “Zaragoza” del ISSSTE logren salvarla.
Sandra, hermana de Alicia, agrega con voz quebrada: “Es una guerrera. Poca gente hubiera hecho lo que ella, cubrir a su nieta con su propio cuerpo mientras el fuego la consumía”.
Por su parte, un policía, testigo de la escena, corrió junto a Alicia sosteniendo a la pequeña, una imagen capturada por transeúntes que ahora recorre el mundo, mostrando el rostro más humano de la tragedia.
La vida de Alicia siempre estuvo tejida de esfuerzo y cariño. En el paradero de Santa Marta, donde el bullicio de las combis marca el ritmo del día, ella era conocida por su calidez y su sonrisa, siempre atenta a sus hijas y su adorada nieta, a quien apodaba “mi azul” por su mirada brillante.
“Era su bebé”, recuerda su hija, quien ahora ruega por un milagro. “No le tocaba estar ahí, solo trabajaba y cuidaba a Zule”, dice, mientras las autoridades médicas aseguran estar haciendo todo lo posible.
Un vecino, que vio a Alicia envuelta en llamas sosteniendo a la niña, no oculta su admiración: “Fue impresionante. Corría con la bebé en brazos, buscando salvarla aunque ella misma estaba ardiendo”.
La comunidad de Iztapalapa, golpeada por el desastre, se ha unido para apoyar a la familia, recolectando ayuda y exigiendo atención médica integral para ambas.
Mientras Zule, con quemaduras menos graves, muestra signos de recuperación, la lucha de Alicia es un recordatorio de la fragilidad de la vida y la fuerza del amor.
La familia, aferrada a la fe, pide oraciones y recursos para cubrir los gastos médicos, mientras la Fiscalía de la Ciudad de México investiga las causas del accidente que ha destrozado tantas vidas. En las calles de Iztapalapa, donde el eco de la explosión aún resuena, la imagen de Alicia corriendo con Zule en brazos se ha grabado en la memoria colectiva.
Es la historia de una abuela que, en un instante de horror, eligió ser escudo, amor y esperanza, demostrando que incluso en el fuego más devastador, el corazón humano puede brillar con una valentía indomable.