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Adultos mayores, portadores de liderazgo comunitario en la construcción de paz: Tamara Martínez

Ciudad de México, 01 de septiembre de 2025.- El envejecimiento debería ser un eje estructural en el desarrollo de nuestras sociedades; sin embargo, la Organización Mundial de la Salud nos recuerda que una de seis personas de 60 años o más ha sido víctima de una forma de maltrato en su comunidad, enfatizó la secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM, Tamara Martínez Ruíz.

Son portadoras de memoria histórica, testigos y muchas veces sobrevivientes. Por ello, incorporarlas en la justicia transicional significará crear dispositivos específicos de testimonio, memoria intergeneracional y acceso a medidas de reparación, evitando que este mecanismo, simbólico y material, reproduzca exclusiones etarias por razones de género, argumentó.

En el Aula Magna de la Escuela Nacional de Ciencias Forenses (ENaCiF) destacó que en la Universidad de la nación es posible y necesario situar a este grupo como sujetos de derechos, productores y portadores de saber y liderazgo comunitario en la construcción de paz.

El llamado de la UNAM a articular a las humanidades, y a las ciencias y las artes en un abordaje integral hacia la igualdad sustantiva con perspectiva de género y garantías fundamentales dentro del Programa Universitario sobre Cultura de Paz y Erradicación de las Violencias (PUCPAZ), es una acción oportuna y ejemplar, consideró.

Es sabido que la paz es la ausencia de violencia y un proceso transformador que coloca a las víctimas en el centro, que fortalece la confianza social y teje garantías de no repetición mediante verdad, justicia, reparación y reformas institucionales, como lo ha señalado Naciones Unidas en 2025 subrayando el potencial de la justicia transicional para sostener la paz y el progreso.

Durante el Sexto Seminario de Violencia, Justicia Transicional y Cultura de Paz. Políticas públicas y resiliencia comunitaria: construcción de paz en contextos de envejecimiento para abolir las violencias en el curso de vida, indicó:

Estos procesos requieren de la participación significativa de las mujeres, las personas mayores y la comunidad en general, de lo contrario no habría una paz sostenible.

En su oportunidad, la directora de la ENaCiF, Zoraida García Castillo, dijo que como científicos forenses deben analizarse las conductas que dan lugar a las violencias y cómo transitar hacia la paz, porque ese es nuestro objetivo: contribuir, junto con otras áreas del conocimiento, a lograr entornos en esa condición.

Mediante este Seminario se propone abordar una serie de análisis social de las violencias y de la justicia de paz y que la Escuela logre ser el lugar en que estos tejidos se den, agregó.

La académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Marisa Belausteguigoitia Rius, destacó que usos excesivos y denominaciones erróneas han afectado el entendimiento y construcción de políticas públicas.

La noción de violencia se ha constituido en un concepto central y sobreutilizado en estudios sociológicos, jurídicos y antropológicos, pero también en las cuestiones sobre violencia de género con enfoque feminista.

Pensar a partir de la justicia y las pedagogías restaurativas es entender el escenario de violencia, sus causas y formas de reparación como un conjunto complejo articulado a partir del conocimiento profundo del daño sufrido y posibilidades del perdón, enfatizó.

Al hacer uso de la palabra, la directora del PUCPAZ, Leticia Cano Soriano, afirmó: con la creación de este Programa se tendrá la oportunidad de integrar experiencias y conocimientos de institutos, centros, programas, escuelas y facultades, quienes han desarrollado capacidades en torno a la cultura de paz y a la erradicación de las violencias.

Se trata de dos dimensiones, cada una con su propia agenda de trabajo, que merecen un análisis fundamental para tener una reflexión colectiva hacia alternativas para vivir en concordia. Se trabajará a partir de la medicación, perspectiva de género y derechos humanos.

De acuerdo con la coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV), Verónica Montes de Oca Zavala, esos contextos de violencia acompañan el curso de vida hasta la vejez. Esto es algo que debería tomarse en cuenta porque no solo es un aspecto jurídico o judicial, sino sociológico, antropológico y psicológico.

Evitar que suceda

Diversos estudios han demostrado que los detonantes que pudieran precipitar episodios de agresión hacia las personas mayores son identificables, no fortuitos, incluso pueden cuantificarse y en numerosos casos susceptibles de ser categorizados, afirmó la profesora de la ENaCiF, Alejandra Mercado Salomón.

En la Mesa 1 del encuentro académico, Violencias en el curso de la vida que afectan el envejecimiento, la especialista indicó: comprender esos desencadenantes amplía las teorías que existen sobre el abuso físico en esa población y puede contribuir al desarrollo de estrategias de prevención, reducción de riesgos y manejo más efectivo.

Expuso que se han identificado diferencias significativas en los perfiles de víctimas y agresores, así como en los contextos ambientales entre el abuso físico y otros tipos de maltrato. “Las investigaciones sugieren que el agresor suele ser un miembro de la familia, con frecuencia un hijo o hija adultos a quienes la persona maltratada ha brindado ayuda económica o de vivienda”.

Leticia Aparicio Soriano, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, opinó que desde la filosofía de los pueblos originarios destaca la comunidalidad para promover la paz y el envejecimiento de los pueblos originarios en un escenario de violencia para los adultos mayores indígenas.

El choque de culturas ocurrido hace 500 años en el continente americano lo viven hoy en día las comunidades indígenas: discriminación y racismo. En esas comunidades, puntualizó, el envejecimiento se percibe distinto, los adultos mayores tienen una jerarquía superior, son consultados, toman decisiones; los valores de paz, solidaridad, bienestar y comunalidad los transmiten de generación en generación, como una de la posibilidad de resistencia ante prácticas capitalistas.

En su intervención, la investigadora del Instituto Nacional de Geriatría, Martha Liliana Giraldo Rodríguez, mencionó que en el último año aproximadamente de dos a cuatro de cada 10 personas adultas mayores reportaron violencia ejercida en el ámbito familiar o por algún conocido; quienes más la enfrentan son aquellas que tienen dependencias físicas, mentales, emocionales y económicas.

En ese sentido, puntualizó, en la vejez las situaciones cambian. Hombres y mujeres que vivieron en contextos de vulnerabilidad “tienen la probabilidad de volverse receptores de violencia a lo largo de la vida.

Con información de: UNAM

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