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Africanos siguen esperando pago tres décadas después.

  • En 1979 los gobiernos de Mozambique, Angola y Namibia enviaron mano de obra a la República Democrática Alemana con la promesa de que al volver a sus países de origen les entregarían 60% de su pago, suma que no han recibido

MAPUTO, 09 de febrero del 2020.- Hace 30 años, cuando cayó el Muro de Berlín, a Jose Cossa lo enviaron en un avión de regreso a Mozambique. Había estado trabajando durante años en la República Democrática Alemana (RDA) y le habían prometido que parte de su salario lo estaría esperando en su país natal.

Pensé que me convertiría en un hombre de negocios”, asegura Cossa. El futuro parecía brillante: hablaba alemán perfectamente y había completado un periodo de prácticas laborales. Pero de vuelta a Mozambique no había ningún dinero esperándolo. “Nos estafaron”, dice con amargura.

Tres décadas después, Cossa, de 56 años, y el resto de trabajadores africanos que fueron a trabajar a la extinta RDA —los denominados madgermanes— continúan esperando ver cumplidos los contratos y promesas.

Fue en 1979 cuando la República Popular de Mozambique, en plena guerra civil, llegó a un acuerdo para el envío de mano de obra a trabajar a empresas estatales de la RDA. En total, unos 21 mil mozambiqueños y unos seis mil angoleños fueron enviados a la Alemania del Este como trabajadores temporales.

Niños de Mozambique y de Namibia —antigua colonia alemana que también se encontraba entonces en estado de guerra— fueron igualmente enviados a la RDA después de que un campo de refugiados sufriera un bombardeo. Cientos de jóvenes fueron educados en Stassfurt, cerca de Magdeburgo.

 

Naita Hishoono fue una de ellas. Llegó siendo muy joven a la República Democrática Alemana, donde pasó décadas. Tener que regresar a Namibia supuso para ella un gran choque cultural, explica en un perfecto alemán.

Hoy en día dirige el Instituto namibio para la Democracia, en Windhoek, y se considera afortunada. Algunos de los niños que, como ella, crecieron en la RDA y fueron devueltos a su hogar, terminaron a su regreso en las calles de Namibia o murieron. “Hogar” es un término difícil de definir cuando se ha crecido en dos sitios distintos.

Cossa recuerda con claridad su llegada a la Alemania del Este. Era marzo de 1983, todavía era invierno y él, hasta entonces, no había visto nunca la nieve. Vivió junto a sus compatriotas en un dormitorio común, recibió formación como carpintero y trabajó en Zeulenroda, Turingia.

Hasta 60% del salario de los trabajadores contratados fue retenido para supuestamente ser transferido a una cuenta bancaria mozambiqueña. Cossa esperaba poder utilizar ese dinero para empezar una nueva vida a su regreso.

El dinero era desesperadamente necesario: cuando en 1992 terminó la guerra civil en Mozambique, más de un millón de personas habían muerto y la economía estaba destruida. Los que regresaron a sus casas se encontraron con que el capital prometido nunca llegó a sus cuentas privadas, explica Cossa.

ACUSAN FRAUDE

El historiador Hans-Joachim Doaring opina que Mozambique probablemente utilizó el dinero para pagar sus deudas.

Pero no todo: apunta que el gobierno de Maputo “sabía que una parte de los salarios no se enviaría a Mozambique como se había prometido, sino que permanecería en la RDA”. Doaring sospecha que se cometió fraude por ambas partes.

Günter Nooke, el delegado para África del gobierno alemán, declaró al respecto que se trata de “un problema interno” del país africano. Y añadió que el gobierno federal germano no puede intervenir “en lo que salió mal en Mozambique o tal vez fuera, de manera deliberada, decidido políticamente”.

Anna-Raquel Masoio, de 51 años, también sufrió el supuesto fraude. Esta mozambiqueña no quería irse de la RDA, pero asegura que tuvo que hacerlo por estar embarazada.

Anna-Raquel Masoio no pudo encontrar trabajo durante mucho tiempo después de regresar a Mozambique, tras la caída del Muro de Berlín

Como trabajadora temporal tenía prohibido embarazarse. “No todo era fácil en la Alemania del Este. Había gente que hacía comentarios racistas”, dice, “pero me gustaba mi vida allí”.

Ganar dinero, ir a la discoteca o al cine con amigos. “La música era buena, la echo de menos”, asegura. También recuerda la comida: “la carne no me gustaba mucho, pero los pasteles eran deliciosos”.

A su regreso como madre soltera a un país destrozado por la guerra civil le costó mucho tiempo encontrar trabajo. Comenzó como obrera en la construcción y trabajó luego como asistente médica, pero no pudo cumplir su sueño de convertirse en enfermera.

Cossa lamenta que su experiencia profesional en la RDA no le haya servido. Todos los miércoles sale a la calle con tambores para protestar frente al Ministerio del Trabajo en Maputo. Sabe que no obtendrá lo que reclama. Pero al menos encuentra consuelo con otros madgermanes que también exigen justicia.

Con información de: DPA

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