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El Papa reza sobre la tumba de San Charbel: que proteja al Líbano y a su pueblo

Ciudad de México, 2 de diciembre de 2025.-León XIV comienza su segunda jornada del viaje a Beirut acudiendo como peregrino al monasterio de Annaya, donde reza en la gruta que custodia los restos del monje: “Mis predecesores lo habrían deseado tanto”. Desde este lugar de donde brota “un río de misericordia”, el Pontífice pide la paz para el mundo. Una paz que, afirma, “solo nace de la conversión de los corazones”.

“Hoy queremos confiar a la intercesión de San Charbel las necesidades de la Iglesia, del Líbano y del mundo. Para la Iglesia pedimos comunión, unidad… Y para el mundo pedimos paz. En especial la imploramos para el Líbano y para todo el Levante”.

Aquí deposita el Papa las esperanzas y los dolores del Líbano, de Oriente Medio y del mundo. En esta gruta de piedra protegida por una pared de vidrio y alumbrada por una luz tenue que apunta a una tumba estrecha de madera de cedro. En su interior reposa San Charbel Maklūf, el monje considerado patrón del país, canonizado por Pablo VI en 1977, a quien se le atribuyen más de 29 mil milagros de curación, muchos de ellos a través del aceite que, según la tradición, comenzó a brotar ininterrumpidamente de su cuerpo inmediatamente después de la muerte. El Papa León XIV, en su segundo día de viaje en la Tierra de los Cedros, recorre más de 40 km desde Beirut y asciende a unos 1.200 metros de altitud para llegar a este lugar del que, como dice, brota “un río de misericordia”, y para depositar una lámpara, “símbolo de la luz que Dios encendió aquí por medio de San Charbel”.

“Ofreciendo esta lámpara confío a la protección de San Charbel al Líbano y a su pueblo, para que camine siempre en la luz de Cristo. ¡Demos gracias a Dios por el don de San Charbel!”.

Toda una ciudad acoge al Papa

Es el homenaje del Obispo de Roma a esta figura que reúne la devoción de todo un pueblo. Incluidos los musulmanes que habitan el barrio de Biblos, que precede el camino hacia Annaya. Annaya, literalmente “coro de ermitaños”, es un municipio del distrito de Jbeil, en la gobernación del Monte Líbano. Encerrado en una de las colinas más sugestivas del país, el Monasterio de San Marón, gestionado por la Orden Maronita Libanesa, al oeste del pueblo de Ehmej y al sur del pueblo de Mechmech, contempla Beirut desde lo alto. El camino para llegar es tortuoso y muestra la variedad que caracteriza al Líbano: casas en ruinas y rascacielos en construcción, boutiques de lujo y puestos de fruta seca, grandes avenidas y carreteras deterioradas, crucifijos y banderas negras del islam.

Lluvia, frío y humedad marcan esta primera mañana de diciembre, teñida de un gris general que solo se rompe por el rojo y blanco de las banderas libanesas y el amarillo y blanco de las vaticanas. Están por todas partes, adornan cada casa, tienda y restaurante, junto al rostro del Papa impreso en pancartas, carteles de bienvenida y gigantografías con mensajes como “Pope is hope”. “La ciudad de la paz da la bienvenida al mensajero de paz”, dice un enorme panel en francés sobre un puente. Algunas de estas pancartas están colocadas sobre edificios destruidos, incluso los devastados por la explosión del puerto. Como vendas que intentan cubrir heridas aún abiertas.

Son cientos de miles las personas volcadas a las calles. Gritan, ondean banderas, aplauden y esperan al Papa que recorre el trayecto de Beirut a Annaya en papamóvil. Aún más numerosos son los reunidos desde la mañana frente al Monasterio, bajo paraguas y chubasqueros. Muchos niños, muchos enfermos. Exhiben hojas con mensajes en varios idiomas, algunos también en italiano. Como el de dos hermanas que despierta ternura por su inocente imprecisión: “Papa Leone, Libano ti amo”. Awautif, de 76 años, ojos vidriosos y gorro de piel, ha venido desde Egipto solo para dar las gracias al Pontífice: “Estamos muy contentos de que venga entre nosotros, porque el Líbano necesita a alguien como usted, que ponga amor y paz entre la gente. Hemos perdido el amor, la caridad, la amistad. Pero estamos felices porque está aquí y su corazón es grande”.

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