León XIV en Líbano: La paz más que una palabra, es deseo, vocación, don
Ciudad de México, 01 de diciembre de 2025.- ¡Bienaventurados los que trabajan por la paz!, estas han sido las primeras palabras del Papa dirigidas los participantes en el encuentro con las autoridades, los representantes de la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático del Líbano en el Palacio Presidencial de Beirut. Tras la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional Beirut-Hariri, y los encuentros privados con el presidente libanés Joseph Khalil Aoun, con el presidente de la Asamblea Nacional, Nabih Berri y con el primer ministro, Nawaf Salam, y sus familias, León XIV dedicó su discurso, como él mismo anunció, a lo que significa ser artífices de la paz en circunstancias muy complejas, conflictivas e inciertas, como las que vive el Líbano y tantos otros países en el mundo.
Momentos resaltantes del Encuentro de León XIV con las autoridades y la sociedad civil libanesa
La bienvenida y el “Cedro de la amistad”
Un espectáculo de luces, danzas y música acogieron al Pontífice. A pesar de la intensa lluvia, desde su Papamóvil, pudo apreciar la voluntad del pueblo libanés de recibirlo con un abrazo fraterno por las avenidas y calles de Beirut. El presidente libanés y su consorte recibieron al Papa y tras un breve intercambio de regalos, la firma del Libro de Honor y la simbólica plantación del “Cedro de la amistad”, se dirigieron al gran “Salón 25 de Mayo” donde el primer mandatario libanés, ante cientos de personas, dirigió unas palabras de bienvenida al Santo Padre.
«Santo Padre – dijo el mandatario libanés -, le imploramos que le diga al mundo que no moriremos, ni nos iremos, ni nos desesperaremos, ni nos rendiremos». Recordó además la gran fe del pueblo libanés y la esperanza de «curar las mentes, los corazones y las almas del odio, las guerras y la destrucción». Exaltó una tierra que «es la tierra de la libertad para todos los seres humanos y de la dignidad de todos los seres humanos y afirmó que Líbano es un país único en su género, donde cristianos y musulmanes son diferentes en sus creencias, pero iguales en derechos, bajo una Constitución basada en la igualdad entre ellos y en la apertura hacia cada persona y cada conciencia libre».
En su discruso, el Pontífice, ante todo, quiso reafirmar las cualidades y riquezas culturales y naturales del Líbano, pero poniendo el acento en la fuerza de “un pueblo que no se rinde, sino que, ante las pruebas, siempre sabe renacer con valentía”, un pueblo resiliente- agregó el Papa- una característica imprescindible de los auténticos constructores de paz.
“La obra de la paz, en efecto, es un continuo recomenzar. El compromiso y el amor por la paz no conocen el miedo ante las aparentes derrotas, no se dejan doblegar por las decepciones, sino que saben ver más allá, acogiendo y abrazando con esperanza todas las realidades. Se necesita tenacidad para construir la paz; se necesita perseverancia para engendrar vida y custodiarla.
Una fortaleza y perseverancia – insiste el Santo Padre- que proviene de su historia y que nunca ha dejado al pueblo libanés abatido o sin esperanza, sobre todo, cuando “a nuestro alrededor, en casi todo el mundo, parece haber vencido una especie de pesimismo y un sentimiento de impotencia” ante decisiones que muchas veces van en detrimento del bien común, ante las consecuencias de una economía que mata, ante de la inestabilidad global hecha de radicalización de los conflictos. Y dirigiéndose a los líderes y autoridades el Pontífice recordó:
El Líbano puede enorgullecerse de una sociedad civil dinámica, bien formada, rica en jóvenes capaces de expresar los sueños y las esperanzas de todo un país. Por eso los animo a que nunca se separen de su gente y a que se pongan al servicio de su pueblo —tan rico en su variedad— con compromiso y dedicación. Que puedan hablar una sola lengua: la lengua de la esperanza que hace converger a todos en un constante comenzar de nuevo.
