Charlas de taberna | Eliot Ness mexicano, acorrala a “cara cortada del siglo XXI | Por: Marcos H. Valerio
En los rugientes años 20 de Chicago, Al Capone reinaba con mano de hierro: casinos clandestinos, lavado de millones en alcohol ilegal, y un imperio que parecía intocable. Pero un agente federal, Eliot Ness, con su equipo de “Los Intocables”, lo acorraló no con balas, sino con impuestos.
Capone cayó a los 33 años por evasión fiscal: 11 años de cárcel y una multa de 50 mil dólares. Hoy, en el México del 2025, Ricardo Salinas Pliego –el “Cara Cortada” de los medios y los centros comerciales– enfrenta a su propio Eliot Ness: Omar García Harfuch, el secretario de Seguridad que, sin disparar un tiro, lo tiene contra las cuerdas.
Salinas Pliego no trafica licor; trafica deuda. 74 mil millones de pesos al SAT, según la presidenta Claudia Sheinbaum. Casinos en Elektra que, según denuncias anónimas filtradas en redes, serían fachadas para lavado de dinero –como los speakeasies de Capone–.
Y mientras el magnate grita “¡persecución política!” en redes sociales, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) acaba de desechar sus amparos por más de 40 mil millones. No hay escapatoria: La última instancia mexicana lo condena a pagar. Igual que Ness, Harfuch no necesita redadas; le basta con la ley.
Pero el paralelismo va más allá. Capone se victimizaba: “Soy un empresario, no un criminal”. Salinas hace lo mismo: “Cobros dobles, inconstitucionales”. Capone tenía jueces comprados; Salinas tuvo a ministros y jueves que congelaron sus casos por años.
Capone terminó en Alcatraz; Salinas podría terminar embargado. Y como Ness, Harfuch –actual secretario de Seguridad, artífice de la caída de “El Marro”– no busca gloria: cumple la ley. Sin reflectores, sin discursos. Solo números, auditorías y sentencias.
En Estados Unidos, Capone cayó por impuestos. En México, Salinas podría caer por lo mismo… o por los 400 millones de dólares que debe a inversionistas en bonos de TV Azteca, o por la fianza de 25 millones que pagó para no dormir en Rikers.
Eliot Ness no necesitaba balas; necesitaba contadores. Omar García Harfuch no necesita tanques; necesita al SAT. Y la historia, al final, siempre se repite: Los intocables caen cuando la ley los toca.
