Colaboraciones

Charlas de taberna | Mural para la abuelita heroína | Por: Marcos H. Valerio

En el bullicioso paradero de Santa Martha Acatitla, donde el rugido de los motores y el murmullo de la gente se mezclan con el polvo de Iztapalapa, una figura comienza a tomar forma en una pared gris. Es el rostro de Alicia Matías,

“La Abuelita Heroína”, como la han bautizado en redes sociales. Sus ojos, pintados con trazos firmes por el artista urbano Snoke, parecen mirar con serenidad a los transeúntes, como si aún protegiera a su nieta de las llamas que la arrebataron. Desde la semana pasada, los aerosoles de Snoke dan vida a un mural que no solo honra a Alicia, sino que grita al mundo la valentía de una mujer que, en un instante de caos, eligió el amor sobre la supervivencia.

Era el 10 de septiembre, un martes cualquiera en la Calzada Ignacio Zaragoza. El sol quemaba el asfalto, y el Puente de la Concordia vibraba con el paso constante de autos y trolebuses.

Alicia, de 50 años, trabajaba como cobradora en uno de esos trolebuses, con su nieta de dos años siempre cerca, su pequeño tesoro. Nadie imaginaba que una pipa de gas LP, de la empresa Silza, iba a volcar a pocos metros, desatando una explosión que convirtió la vía en un infierno.

Las llamas alcanzaron 30 metros, devorando vehículos y sueños. En medio del pánico, Alicia no dudó. Con su cuerpo cubrió a su nieta, absorbiendo el fuego que le dejó quemaduras en el 90 por ciento de su piel. La pequeña sobrevivió; Alicia, no. El 13 de septiembre, el Hospital General de Zona 53 del IMSS confirmó su fallecimiento, tras días de lucha contra el dolor y la muerte.

“Cuando supe de Alicia, sentí que su historia no podía quedarse en el olvido”, cuenta Snoke, mientras mezcla pintura bajo el sol inclemente del paradero. Sus manos, manchadas de aerosol, delinean el contorno de una abuela que, en la imaginación colectiva, ya es un símbolo.

“Ella no pensó en sí misma. Eso es lo que quiero que vean los que pasen por aquí: que en Iztapalapa, en el caos, hay héroes de carne y hueso”. El mural, aún en proceso, muestra a Alicia sosteniendo a su nieta, con un fondo de colores cálidos que contrastan con el gris del concreto.

En el paradero, el mural de Snoke se convierte en un altar vivo. Hay veladoras, flores y mensajes escritos a mano: “Alicia, gracias por enseñarnos lo que es el amor”.

La imagen, muestra a Snoke encaramado en una escalera, con el rostro de Alicia emergiendo del muro. Es un recordatorio de que, en medio de la tragedia, la memoria de una abuela heroína está tejiendo un nuevo relato para Iztapalapa. Uno donde el sacrificio no se olvida, donde el pueblo exige justicia y donde el arte, como un grito en la pared, mantiene viva la lucha.

Alrededor, transeúntes se detienen, algunos con lágrimas, otros con celulares capturando la escena. “Es como si ella aún estuviera cuidándonos”, dice una señora que espera el camión, con la voz entrecortada.

La tragedia del Puente de la Concordia no es solo la historia de Alicia. Es también el eco de la indignación que recorre las calles de Iztapalapa. Las familias de las 17 víctimas fatales —cifra actualizada por la Secretaría de Salud— han levantado la voz, bloqueando avenidas como la Calzada Ignacio Zaragoza y la carretera Los Reyes-Texcoco.

Denuncian negligencia, falta de supervisión en el transporte de gas y una herida abierta: la impunidad. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México apunta al exceso de velocidad del conductor de la pipa, quien permanece hospitalizado en estado grave, como la causa principal del accidente.

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