¿Por qué castigan al cliente? dicen consumidores de jitomate en Miami
Ciudad de México, 15 de julio de 2025.- La entrada en vigor de un arancel (derecho antidumping) de 17.09% al jitomate mexicano representa un duro golpe para consumidores estadounidenses y negocios que reconocen que el producto hecho en Estados Unidos “no sabe igual”.
Productores de Florida, agrupados en entidades como el Florida Tomato Exchange, acusaban hace décadas que los precios mexicanos eran artificialmente bajos y que las reglas del libre comercio los dejaban en desventaja.
“Trump cumplió. Ahora podemos recuperar el terreno perdido desde el Tratado de Libre Comercio (TLCAN)”, dijo a EL UNIVERSAL un productor local de Florida. Y en general, para los granjeros de la región, el arancel representa “una medida de justicia” que permitirá reconstruir la industria tras años de caída.
Sin embargo, el impacto se sentirá fuerte en Estados Unidos, donde la mayor parte del jitomate que está en los estantes viene de México. Restauranteros en Florida están reformulando menús ante el aumento de costos. “El jitomate mexicano es el alma de nuestras salsas. Si lo cambiamos, cambiamos el sabor; y eso no lo perdona el cliente”, lamenta un chef en Coral Gables. En Tampa y Miami, restauranteros denuncian aumentos de hasta 30% en el costo por caja de jitomate.
Las cadenas de comida rápida guardan silencio, pero los movimientos internos son evidentes. En un recorrido de EL UNIVERSAL platicando con personal, se supo que Domino’s y Subway han empezado a reducir su dependencia del jitomate mexicano con jitomate local, “aunque no sepa igual”; McDonald’s, Burger King y Taco Bell ajustan discretamente sus cadenas de suministro.
Analistas sugieren que el impacto en ingredientes clave podría alcanzar hasta un 11% en sus costos.
En supermercados latinos como Publix en Florida o Fiesta Mart en Texas, los precios del jitomate han subido considerablemente. “El jitomate mexicano es el que sabe bien. El de Florida es duro y sin sabor. ¿Por qué castigar al consumidor?”, se pregunta Ana, residente de Miami. En California, Sofía, madre de tres hijos en Los Ángeles, lamenta que “los jitomates no son lo mismo, están más caros y como que se les ve menos frescos”.
El consumidor latino emerge como actor clave en esta narrativa. No solo consume jitomates, los cocina y transforma en identidad y en cultura gastronómica. “Para nuestras familias, el jitomate es un ingrediente polifacético; es la base de la cocina, de la memoria, de la identidad”, explica María Elena Rodríguez, una ama de casa y dueña de un negocio de comida. “Hay que tomar en cuenta que hoy y desde hace años, las comunidades latinas en este país -Estados Unidos- gastan más en productos frescos, lo que amplifica el impacto económico y cultural del encarecimiento del jitomate” subraya Jiménez.
Sedano’s y Publix, cadenas de supermercados en Florida, enfrentan presiones cruzadas. Por un lado, consumidores latinos exigen mantener precios accesibles en productos básicos como jitomates, salsa y guisos tradicionales. Por otro, productores locales presionan por priorizar lo nacional. En este equilibrio, las cadenas deben decidir entre margen de ganancia o fidelidad al cliente.
Algunas cadenas minoristas exploran alternativas como jitomates de Marruecos o Canadá. Pero la logística, la calidad y el volumen disponible no se comparan con la oferta mexicana. “El jitomate mexicano es el pilar de nuestra oferta. Sin él, no hay negocio”, confirma un distribuidor de Houston, Texas.
A decir de los economistas, el arancel desestabiliza el comercio agrícola y pone en entredicho la eficiencia binacional. Timothy Richards, profesor en Arizona State University, advierte que los precios podrían aumentar en 10% y la demanda bajar 5%. El Centro de Estudios de Texas A&M señala que alrededor de 47 mil empleos en Estados Unidos dependen del jitomate mexicano, lo que hace del arancel una bomba de tiempo social.
“Si lo vemos como metáfora, el jitomate mexicano dejó de ser un ingrediente común para convertirse en el símbolo de un sistema interdependiente en crisis” comenta a este diario el economista Iván Jiménez.
En California, donde la producción de jitomate sigue siendo significativa, pero enfrenta desafíos climáticos y de costos, productores reconocen que el arancel podría abrir mercado, pero no sustituye la necesidad de inversión e innovación. “El consumidor no va a aceptar cualquier cosa. Hay que subir la calidad, no solo aprovechar el hueco que se abre con esta medida”, explica un agricultor de Fresno, California.
El consumidor latino en Estados Unidos emerge como actor clave en esta narrativa. No solo consume jitomates, los cocina y transforma en identidad y en cultura gastronómica. “Para nuestras familias, el jitomate es un ingrediente polifacético; es la base de la cocina, de la memoria, de la identidad”, explica María Elena Rodríguez, una ama de casa y dueña de un negocio de comida. “Desde hace años, las comunidades latinas en este país gastan más en productos frescos, lo que amplifica el impacto económico y cultural del encarecimiento del jitomate” subraya Jiménez.
Desde el punto de vista político, el arancel se interpreta como una estrategia electoral. “En estados clave como Florida, donde se concentran votantes agrícolas, la medida favorece intereses locales y refuerza la imagen proteccionista de la administración Trump” explica el economista; “pero en el resto del país -Estados Unidos-, el costo político podría traducirse en descontento popular ante el aumento de precios y pérdida de empleos”.
El T-MEC, pilar del comercio norteamericano, también se ve vulnerado. La ruptura del Acuerdo de Suspensión y la imposición unilateral del arancel despiertan temores sobre la estabilidad jurídica y la voluntad de cooperación entre socios estratégicos. “No hay infraestructura ni clima que reemplace al jitomate mexicano”, advierte Julio Berdegué, exsecretario de Agricultura, en medios estadounidenses.
El gravamen entra en vigor, además, en momentos en que el gobierno del presidente Donald Trump tiene la guerra declarada a la migración. Su política de deportación masiva ha causado una grave escasez de personal en sectores clave como la agricultura, la restaurantera y el comercio minorista. Las redadas intensificadas por ICE en California, Texas y Florida por mencionar tres estados, provocaron desbandes en campos agrícolas y cierres parciales de operaciones en empacadoras, restaurantes y hoteles. El propio presidente reconoció en redes sociales que estaban perdiendo “trabajadores muy buenos y de larga trayectoria” difíciles de reemplazar, lo que llevó a una pausa temporal de los operativos en estos sectores.
Sin embargo, esa suspensión fue breve; pocos días después, las redadas se reactivaron, intensificando el caos laboral en industrias que dependen históricamente de la mano de obra inmigrante. La Asociación de Trabajadores Agrícolas de Florida denunció que “la gente ya no va a trabajar por miedo” y calificó la política como un “desmantelamiento silencioso” de la fuerza laboral agrícola. En paralelo, restauranteros reportan problemas para encontrar cocineros y personal de servicio, mientras supermercados como H-E-B y Sedano’s enfrentan retrasos en distribución por falta de operadores y personal logístico. Así, la ofensiva migratoria se entrelaza con la disputa comercial del jitomate, configurando una crisis estructural donde la política migratoria y la económica convergen para debilitar los pilares humanos del sistema agroalimentario estadounidense
Con información de: El Universal