Internacionales

Una carrera y un abrazo repentino, el Papa León y la espontaneidad de un niño

Ciudad de México, 14 de julio de 2025.- Entre los presentes se encontraban su esposa y su hijo pequeño, un niño vivaz e incansable, lleno de una energía sorprendente. Durante la larga espera, nadie pudo contenerlo: corría de un lado a otro, sin prestar mucha atención ni confiarse a los presentes. Parecía pertenecer a un mundo propio, donde la espera era solo un intervalo para llenarse de juegos. Pero entonces, con la primera aparición del Santo Padre, ocurrió algo inesperado y cautivador. Mientras nosotros, los adultos, permanecíamos serenos, emocionados, quizás incluso intimidados por la sacralidad del momento, aquel pequeño pareció iluminarse: lo dejó todo atrás y, sin dudarlo, corrió hacia el Papa, abrazándolo con un abrazo genuino y espontáneo.

El Papa abre los brazos para abrazar al niño (foto © Padre Bruno Silvestrini)

Sin filtros, sin vacilaciones: solo la pureza del corazón de un niño que reconoce lo verdadero, lo bueno y lo acogedor. El Papa León XIV sonrió, correspondiendo con ternura a ese gesto inesperado y profundo. No podemos evitar sentirnos interpelados por esta escena evangélica: «Quien no se humille como un niño no entrará en el Reino de los Cielos» (cf. Mt 18,3). Y es precisamente en estos episodios que la Providencia parece querer susurrarnos algo: a veces, son aquellos con almas libres quienes, más que nadie, son capaces de reconocer la belleza y la paternidad de Dios.

Con información de: Vaticanews

Botón volver arriba