Charlas de taberna | INM es una réplica del ICE: EZLN | Por: Marcos H. Valerio
En algún rincón de la selva Lacandona, el capitán “Marcos” (antes subcomandante), vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), alza la voz con la misma vehemencia de hace tres décadas. Esta vez, su mensaje apunta a lo que describe como una persecución implacable contra los migrantes, tanto en Estados Unidos como en México.
Sentado bajo la sombra de un árbol, con su característico pasamontañas, “Marcos” no duda en equiparar las políticas migratorias de ambos países, acusando al Instituto Nacional de Migración (INM) de México de ser un reflejo del ICE y la Border Patrol estadounidenses en su “ilegalidad, brutalidad y arbitrariedad”.
Para “Marcos”, la migración se ha convertido en un blanco fácil para los gobiernos. En Estados Unidos, dice, Donald Trump y su administración persiguen a los migrantes por el color de su piel, su acento, su forma de vestir o incluso por su preferencia por los tacos con “cilantro, cebolla, tomate y harta salsa”.
En México, la situación no es menos grave. “Aquí los venden a los cárteles, los extorsionan, los encierran, los desaparecen, los asesinan… y hasta los queman vivos”, denuncia con un tono que mezcla indignación y sarcasmo.
El capitán zapatista rememora los días de 1994, cuando el ejército mexicano irrumpió en Chiapas tras el levantamiento del EZLN, en la época neoliberal. Relata la historia de un oficial desertor que, confundido, preguntó a sus superiores cómo identificar a los zapatistas. La respuesta fue tan simple como cruda: “Son bajitos, de piel oscura, hablan mal o no hablan español, y su ropa parece de museo o tienda de artesanías”.
Para “Marcos”, esa descripción no solo encajaba con millones de personas, sino que sigue siendo el criterio que usan hoy tanto el ICE en Estados Unidos como el INM en México para señalar a los “criminales”. No importan los papeles, asegura, sino el color de la piel, el “slang”, el bigote o la elección de unos tacos sobre una hamburguesa.
Con un dejo de ironía, “Marcos” apunta al gabinete de Trump, lleno de descendientes de migrantes como Marco Rubio, hijo de cubanos, o Kristi Noem, de origen noruego.
Incluso el propio Trump, con raíces migrantes y una esposa eslovena, encaja en el perfil que él mismo persigue. “Si todos son migrantes o hijos de migrantes, ¿cuál es la diferencia?”, pregunta. La respuesta, según él, está en la pirámide social: “Arriba, en la cúspide, están los que mandan; abajo, en la base, los que soportan el peso de su riqueza”.
El líder zapatista no se detiene ahí. Recuerda cómo en 1995, tras la “traición” del entonces presidente Ernesto Zedillo, el ejército mexicano invadió territorios zapatistas, robando las pocas pertenencias de las comunidades indígenas mientras gritaban: “¡Pinches indios pozoleros!”.
Hoy, dice, la Policía chiapaneca sigue esa misma lógica, despojando a los pueblos originarios con la misma brutalidad. Para “Marcos”, el racismo y la violencia no son exclusivos de Estados Unidos; México, con su “dispositivo criminal” contra los migrantes centroamericanos y de otros países, replica el mismo modelo.
En su reflexión, el capitán no distingue entre colores, estaturas o identidades. “El negro, el café, el amarillo, el rojo, el blanco; el alto, el chaparro; el hombre, la mujer, lo otro; el mestizo, el indígena; el patrón, el empleado; el rico, el pobre. Todos son iguales”, sentencia.
Pero en esta pirámide de poder, la diferencia no está en la piel o la cultura, sino en el lugar que cada uno ocupa. Para “Marcos”, el verdadero crimen es el sistema que convierte a los vulnerables en presas, mientras los poderosos, incluso los convictos como Trump, dictan las reglas desde la cima.