Viridiana Álvarez, la alpinista mexicana que rompe récords mundiales en la cima del mundo
Ciudad de México, 23 de junio de 2025.- La primera vez que tocó el cielo, Viridiana Álvarez tenía 30 años. Su primera montaña le tocó por casualidad y un poco tarde como para convertirse en profesional. Fue en la cumbre de México, el Pico de Orizaba, a 5.636 metros sobre el nivel del mar. Allí arriba, con su país a los pies, se hizo una pregunta: “Si así se ve estar en lo más alto de México, ¿cómo se verá estar en lo más alto del planeta?”. La respuesta no tardó en aparecer. Ahora, con 42 años, Álvarez tiene una colección de montañas y récords. En 2023 se convirtió en la primera mujer latinoamericana de la historia en coronar las 14 cumbres más altas de la Tierra. Ahora, los Guinness World Record también la han reconocido como la primera mujer en tener ese galardón y además conquistar las Siete Cumbres, las cimas más altas de cada continente. Álvarez cuenta también con el récord femenino en el ascenso más rápido a las tres montañas más altas con oxígeno suplementario y ha sido la primera latinoamericana en coronar la segunda montaña más alta del mundo, el K2. Su siguiente reto será conquistar las montañas más altas de cada país del continente latinoamericano.
Nació hace 42 años en Aguascalientes, un Estado pequeño sin montañas altas ni cultura de alpinismo. “No tuve referentes, ni familiares, ni conocidos en alpinismo”, cuenta Álvarez en una videollamada desde su última expedición en Guatemala. De hecho, ni siquiera destacó en su infancia y adolescencia en el deporte. Era una niña traviesa que solo subía árboles. No fue hasta la universidad que decidió apuntarse a algunos equipos deportivos, como fútbol, básquet y béisbol. A los 28 años corrió su primera carrera, una 10 kilómetros que considera su primera incursión en la competición. Los siguientes años estuvieron marcados por maratones, triatlones y su amor a la bicicleta de montaña. También por una carrera como oficinista, en capacitación e investigación en ingeniería automotriz y autopartes. Tenía un amigo que publicaba en redes sociales fotos de sus ascensos a montañas y, un día, cuando uno de los integrantes de su grupo para subir el Pico de Orizaba canceló, le preguntó a Álvarez si quería cubrir su hueco. “Tenía solo unas botas que usaba para subir un cerro pequeño en Aguascalientes. Todo el resto del equipo técnico me lo tuvieron que prestar”, recuerda la deportista.
Durante ese primer ascenso, el más difícil que se puede hacer en México, Álvarez se repetía un mantra que la ha seguido acompañando hasta ahora: “Si no llego a la cima, no pasa nada. Al menos lo voy a intentar”. Las piernas le temblaban, sentía el cansancio en cada músculo, se preguntaba si tendría fuerzas para bajar en caso de conseguir llegar a la cima. Pero en lo alto, la vista del cráter le dio la gratificación que compensaría todo el esfuerzo. En su primer día como montañista se propuso subir el Everest, un reto que le llevaría tres años.
Incursionó en su nueva pasión buscando en Google cuál era la montaña más alta del continente para empezar a entrenar sin ayuda. Acomodó sus vacaciones de Navidad para poder ir a Argentina a subir el Aconcagua (6.962 metros). Los 10 meses que tardó los dedicó a seguir subiendo cerros en México para prepararse. Tras conseguir la cima de América, pasó a conquistar su primer ochomil, la montaña Manaslu en Nepal (8.163 metros), usada frecuentemente como parte de la preparación para el Everest. Justo antes de subir esta montaña decide renunciar a su trabajo y volcarse en conseguir patrocinadores. “Tuve que vender mi auto, usar ahorros, dar conferencias para poder ir a Everest. Yo lo hacía como un hobbie y me costó crear un proyecto de patrocinios. Al principio todos me decían: ‘¿y tú quién eres?”, relata Álvarez.
Conseguir el dinero para financiar las expediciones fue el reto más difícil. Pero finalmente logró conquistar el Everest (8.849 metros) en el 2017. Se dijo a sí misma que ya estaba, que era hora de regresar a Aguascalientes y seguir con su carrera y su vida. Pero en vez de eso subió el K2 (8.611 metros) al año siguiente. Fue la primera mujer latinoamericana en conseguir conquistar la cima de la segunda montaña más alta del mundo, y más peligrosa que el Everest por su tasa de letalidad y avalanchas. “En el K2 me toco ver a alguien morir. En el Everest vi muertos en el camino, pero ver a alguien apagarse fue más duro, más frío. Es el costo de estar en estas montañas y sé que me puede pasar a mí. Tengo muchas fotografías en expediciones con amigos que ya no están”, reconoce. Con todo, un año después subió el Kanchenjunga (8.586 metros) y consiguió su primer récord Guinnes por subir las tres montañas más altas del mundo, siendo mujer, con oxígeno suplementario y en el tiempo récord de un año y 364 días. “Lo conseguí el día de mi cumpleaños, el 15 de mayo. Esa fue mi señal, de que ese era mi camino. Y me pregunté: ‘¿por qué no las 14 montañas más altas del planeta?”, narra.
En el 2023 consiguió ese propósito. A su colección de cumbres añadió Lohtse, Annapurna, Dhaulagiri, Makalu, Shishapangma, Cho Oyu, Nanga Parbat, Gasherbrum I, Gasherbrum II y Broad Peak. Todas ellas entre los 8.516 y los 8.027 metros de altura y distribuidas entre China, Nepal, Pakistán e India. A este hito, considerado uno de los mayores logros en montañismo, quiso añadirle otro: subir las siete cumbres, es decir, la montaña más alta de cada uno de los siete continentes. Ya tenía Asia, América y consiguió Europa al subir el Monte Elbrus durante su entrenamiento para el K2. Para completar la colección necesitaba el Kilimanjaro en África, el Macizo Vinson en la Antártida, el Nemangkawi en Oceanía y el Denali en Estados Unidos. Conquistó la cima de todos para octubre de 2024. El pasado mayo en la gala de los récords Guinnes recibió el certificado de ser la primera y única mujer en haber completado el reto de los siete continentes y el de los 14 ochomiles.

Ahora su siguiente meta es lograr conquistar las cimas del continente americano, subir la montaña más alta de cada país. Sigue sin trabajar con un entrenador, se prepara por su cuenta con los constantes ascensos, entrenamiento funcional, cardio y pesas. La parte mental es la más difícil, reconoce. En la nieve, con dificultad para respirar y las punzadas en los músculos, un pensamiento pesimista puede ser la diferencia entre lograr la cima o rendirse. “Eres tu mejor amigo y tu peor enemigo. Lo que te digas va a definir y hay que tener capacidad de discernir los pensamientos que necesitas en ese momento”, asegura.
Con información de: El País