«Nos dimos cuenta de que a la gente le gustaba lo que hacíamos. Yo entré a la banda y había cinco canciones. Las empecé a cantar y la gente reaccionaba, respondía. Me quedé. Y de eso ya pasaron 30 años, compadre” recuerda.
EN 2009 PENSARON EN EL RETIRO
El camino, sin embargo, no fue siempre en ascenso. Entre escenarios y aplausos también llegaron los silencios, los momentos donde la música parecía no bastar para seguir. Uno de esos episodios ocurrió en 2009, cuando la industria musical en México atravesaba una de sus peores crisis.
«Ése fue un momento bien difícil. La gente ya no iba a conciertos, no compraba discos, no había espacio para tocar. Hablé con la banda y les dije: ‘creo que es momento de retirarnos’. Les dije que igual yo me iba, y que ellos podían seguir si querían. Pero me dijeron: ‘nomás vamos a grabar un disco más’. Y ese disco fue Ska a la Carta. Para mí fue la decisión más fuerte de mi vida: seguir o dedicarme a otra cosa. Le aposté todo a seguir. Y fue la mejor decisión”, asegura Big Javi.
Ese álbum no sólo los rescató: los catapultó. Marcó el inicio de una nueva etapa para Inspector. Volvieron a girar y encontraron un nuevo público, más diverso, más amplio, y, sobre todo, leal.
«Con los años encontramos cómo hacer que nuestra música penetre en los sentimientos de la gente. Eso ha pasado de generación en generación. Ahora nuestro público es de todo tipo.
«Hay gente que escucha regional mexicano, pop, rock, y también escucha a Inspector. Eso ha hecho que crezcamos mucho, incluso a nivel internacional”, explica el intérprete.
TODO TIENE PRECIO
Pero el crecimiento profesional vino acompañado de pérdidas personales. Estar en Inspector no fue un trabajo, fue un compromiso que exigió más que tiempo. Exigió vida.
«Desde los inicios, lo más difícil fue que no nos alcanzaba para vivir de la música. Teníamos trabajos y los perdíamos a cada rato. Yo llevo dos divorcios por esto. No le pones la misma dedicación a una pareja. Pierdes cumpleaños, fiestas, amigos… muchas cosas que ya no vuelven. Uno aprende a vivir con eso. Ahora, por ejemplo, viajo con mi esposa. Ya he cometido muchos errores y no quiero otro divorcio. Ya me dije: ‘mejor la traigo conmigo’. Y así le hacemos”, describe.
El desgaste no sólo fue emocional, también implicó adaptarse a una industria cambiante, a nuevos procesos, a una velocidad distinta, pero supieron cómo hacerlo sin perder lo esencial.
«Antes, grabar una canción te tomaba dos o tres días. Ahora puedes grabar tres en un día. La tecnología te facilita mucho. Pero en Inspector tratamos de mantener lo más natural posible. No abusamos de la tecnología, porque lo más importante es transmitir. La gente se da cuenta cuando algo está hecho sin alma. Y también se nota cuando algo se siente de verdad. Y eso es lo que buscamos: que se sienta”.
Ahora que celebran 30 años, lo hacen con un nuevo disco: Serpientes y escaleras, un título que funciona como metáfora y como espejo. Subir, caer, volver a subir, eso que como a cualquier banda, a Inspector también le ha pasado.
«El título lo dice todo. Así es este camino. A veces estás arriba, a veces abajo. Las canciones reflejan justo el momento que vivimos. Lo cotidiano, lo real. No hay ficción, hay memoria de todo lo que hemos vivido y ahí lo plasmamos”, explica, mientras bebe cerveza.
Pero si algo ha sostenido a Inspector más allá del ritmo, es la ideología. El ska, para ellos, no es solo música. Es identidad, ese mensaje cobra aún más fuerza en un mundo donde los discursos de odio parecen normalizarse cada vez más.
«El ska es el principal género que combate el racismo. Es el único que lleva ese mensaje de unidad. Lucha contra todas esas barbaridades que hay en el mundo. Por eso lo hacemos con tanto orgullo. Por eso llevamos con respeto la bandera del Libre SKA América”.
Este 21 de junio, cuando la Arena Ciudad de México los reciba, no será sólo una celebración de canciones, será la confirmación de que 30 años después hay sonidos que no envejecen porque nunca estuvieron de moda.