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Charlas de Taberna | Corridos bélicos, espejo de la sociedad actual | Por: Marcos H. Valerio

En el corazón de México, los corridos han resonado por más de un siglo como la voz del pueblo, narrando desde los heroicos episodios de la Revolución hasta las tragedias que han marcado la vida cotidiana.

Este género, arraigado en la tradición, han sido un espejo de la realidad social, estas piezas musicales tomaron un giro oscuro, dando paso al auge de los narcocorridos y, más recientemente, a los controvertidos corridos bélicos.

En este contexto, los narcocorridos encontraron terreno fértil. Estas canciones, glorifican la vida de los capos, sus lujos y sus enfrentamientos, se convirtieron en una crónica musical de la guerra. Letras cargadas de referencias a armas, camionetas blindadas y traiciones resonaron en las calles, bares y plataformas digitales.

El fenómeno se transformó con el tiempo. Influenciados por géneros urbanos como el hip-hop, el trap y el reguetón, artistas como Peso Pluma, Natanael Cano y Luis R. Conríquez han llevado los narcocorridos a una nueva dimensión. Sus corridos bélicos, con ritmos pegajosos y producciones sofisticadas, dominan las listas de reproducción en Spotify y YouTube, conquistando a millones de jóvenes en México y más allá.

Pero este auge ha encendido un debate candente: Una peligrosa glorificación de la narcocultura que alimenta la violencia.

Cabe destacar que, aunque algunos estados han realizado algunas prohibiciones, sin una ley federal, las sanciones varían: multas de hasta un millón de pesos, suspensión de eventos o hasta un año de prisión en algunos casos.

Por su parte, la presidenta Sheinbaum, rechaza prohibir géneros, pero aboga por letras que no exalten la violencia.

LA GOTA QUE DERRAMÓ EL VASO

El 29 de marzo de 2025, un concierto de «Los Alegres del Barranco en Guadalajara» desató una tormenta al proyectar imágenes de Nemesio Oseguera, “El Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Días después, el 11 de abril, la Feria del Caballo en Texcoco terminó en caos cuando Luis R. Conríquez, acatando una prohibición estatal, se negó a cantar corridos bélicos, provocando destrozos y agresiones.

Estos incidentes han polarizado a la sociedad: para unos, los corridos son un retrato de la vida; para otros, una apología del crimen que mancha la cultura mexicana.

MIRADA CRÍTICA AL FENÓMENO

Para el sociólogo y premio Nacional de Artes y Literatura 2023 e investigador del Colegio de la Frontera Norte, José Manuel Valenzuela Arce, los corridos bélicos no son la causa de la violencia ni de la narcocultura, sino un síntoma de una realidad compleja.

En un México con 109 mil desaparecidos y una crisis de violencia estructural, estas canciones narran la vida en periferias olvidadas, donde la desigualdad y la pobreza convierten al narco en una figura aspiracional.

Sin embargo, reconoce que algunas letras, especialmente en el “Movimiento Alterado” o los corridos bélicos, glorifican la violencia explícita, con referencias a decapitaciones y ajustes de cuentas, lo que puede normalizar ciertos comportamientos entre los jóvenes.

“Culpar solo a la música es simplista. La narcocultura se alimenta de la impunidad, la corrupción y la falta de oportunidades”, subraya.

Valenzuela observa que los jóvenes, especialmente en comunidades marginadas, encuentran en los narcocorridos una forma de identificación.

Las letras reflejan su entorno: la falta de educación, empleo y seguridad. En estas narrativas, el narco aparece como un antihéroe que desafía al sistema, lo que puede romantizar la vida criminal, pero también critica la exclusión social.

En redes como TikTok, el término “alucín” acumula miles de millones de vistas, con videos de jóvenes emulando el estilo narco: ropa de lujo, armas, autos.

“Esto no significa que todos se volverán delincuentes, pero la narcocultura se ha infiltrado en la identidad juvenil urbana. La música es solo parte de un ecosistema que incluye narcoseries, moda y redes sociales”, explica.

Sobre las prohibiciones de corridos bélicos, adoptadas en estados como Chihuahua, Sonora y Quintana Roo, Valenzuela es categórico: no son la solución. Recuerda que en 2008, durante la “guerra contra el narco” de Felipe Calderón, la censura dio origen al “Movimiento Alterado”, con letras aún más violentas.

“La censura genera un efecto de ‘fruto prohibido’ que atrae a los jóvenes. En lugar de prohibir, hay que invertir en educación, cultura y alternativas”, afirma.

Valora iniciativas como “México Canta” de la presidenta Claudia Sheinbaum, que promueve música sin violencia, pero insiste en que deben acompañarse de políticas integrales contra la desigualdad y la impunidad.

En cuanto a la libertad de expresión, Valenzuela defiende su importancia, pero con responsabilidad. “Los artistas no son los responsables de la violencia, pero tienen un impacto cultural.

Algunos, como Los Tigres del Norte, usan metáforas sin glorificar. Otros caen en la apología directa. Deberían reflexionar sobre el dolor de las víctimas”, sugiere. Para él, los corridos son un espejo de la sociedad, pero cuando solo reflejan sangre y poder, ignoran las heridas de un país.

DEBATE SIN FIN

Las prohibiciones han generado posturas encontradas. Autoridades, como la gobernadora de Guanajuato, Libia Dennise García, argumenta que las letras normalizan la violencia.

En Texcoco, las restricciones buscan evitar la apología del delito tras hallazgos de fosas clandestinas.

Sin embargo, artistas como Junior H, lamentan las medidas: “Es triste, llevamos décadas con esta música y apenas están haciendo esto”.

Académicos como Luis Astorga sostienen que la censura no ha reducido el narcotráfico desde los años 80, mientras que Diego García, del colectivo Preciosa Sangre, defiende los corridos como “imprentas de la realidad”.

En redes sociales, la estética narco permea la cultura juvenil.

Aunque la música no convierte automáticamente a los jóvenes en delincuentes, incidentes como el de una quinceañera bailando un narcocorrido en 2019 muestran cómo la narcocultura se infiltra en la vida cotidiana.

 PROHIBICIONES O REGULACIONES

Según información reciente, al menos 10 de los 32 estados han establecido regulaciones, con sanciones que van desde multas hasta penas de prisión:

Baja California: Prohíbe presentaciones que glorifiquen la violencia, tras amenazas del CJNG a artistas como Peso Pluma en 2023.

Chihuahua: Impone multas de hasta 901 mil 131 pesos por interpretar canciones que promuevan violencia o denigren a las mujeres. Natanael Cano fue multado con más de un millón de pesos en 2023 por violar estas normas.

Guanajuato: La gobernadora Libia Dennise García Muñoz Ledo solicitó a municipios no contratar artistas que hagan apología del delito, en ferias como la de la Candelaria en Salvatierra.

Jalisco: Desde abril de 2025, el gobernador Pablo Lemus vetó conciertos que exalten el crimen, afectando eventos como el Sohar Festival.

Michoacán: En abril de 2025, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla anunció una ley para prohibir espectáculos que promuevan la violencia, con un decreto oficial pendiente.

Nayarit: Un decreto explícitamente prohíbe corridos bélicos, tumbados y narcocorridos en eventos públicos, con sanciones por incumplimiento.

Quintana Roo: Regula la difusión de contenidos que promuevan la violencia en espectáculos públicos.

Aguascalientes: Ha implementado restricciones similares, aunque con menor difusión pública.

Querétaro: Recomienda a artistas evitar narcocorridos en eventos.

Estado de México: Prohíbe la apología del delito en ferias y festivales, con operativos en municipios como Texcoco, Metepec y Tejupilco. El caso de Luis R. Conríquez en Texcoco es un ejemplo reciente.

En la Ciudad de México, la jefa de Gobierno, Clara Brugada, anunció en abril de 2025 una directriz para limitar la música bélica en eventos gubernamentales y espacios públicos, alineándose con la iniciativa federal de Claudia Sheinbaum.

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