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Más de 11 mil contagios de covid-19 en Rusia en medio día

Moscú, 20 de enero del 2022.- Nada detiene la rápida propagación de la variante ómicron del coronavirus ya presente en 55 entidades federales de Rusia y, de forma especial, en Moscú, su capital, donde este lunes se registraron, hasta la una de la tarde (hora local), 11 mil 557 nuevos casos de personas con resultado positivo en pruebas de laboratorio, cifra que establece un preocupante máximo absoluto para contagios confirmados en un solo día. La mayoría de estos nuevos enfermos no están vacunados, agravando los estragos que causa el patógeno.

Y no deja de ser una amarga ironía que el nefasto récord se haya alcanzado el mismo día que el Centro Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversiones Directas –que son, respectivamente, los encargados de producir y comercializar la vacuna Sputnik en sus dos variantes, la V y la Light–, hayan convocado una conferencia de prensa para celebrar que un estudio comparativo de varios biológicos, realizado en Italia, demostró que el suyo es más eficaz que los fabricados en otros países.

En Rusia sigue siendo muy bajo el número de inoculados con esquema completo, en torno a 47 por ciento de la población, por varias razones: la ancestral reticencia de los habitantes a cualquier tipo de vacuna; la incapacidad de las autoridades de generar confianza en la población (no son pocos los rusos que no se creen la versión oficial y todavía están esperando ver a su líder recibiendo el pinchazo de una jeringa en un brazo); el efecto bumerán de la propaganda del Kremlin (a través de prensa, radio y TV) que se propuso convencer a sus compatriotas de que las vacunas de los fabricantes extranjeros provocan infinidad de consecuencias y daños colaterales; la intolerancia de sacerdotes que, en contra de lo que dice la jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa, inculcan a su parroquia que es “pecado” vacunarse, entre otras.

Todo eso junto, incluidos los problemas de la falta de reconocimiento recíproco de las vacunas (Rusia sólo reconoce las suyas y la Organización Mundial de la Salud sostiene que no ha recibido la información solicitada para avalar su uso, lo cual obedece más bien a maniobras para proteger los intereses de los fabricantes que buscan un pedazo más grande del enorme pastel que representan las vacunas), generó aquí un gran e inesperado negocio: los “tours de vacunación” a países que sí reconocen el Sputnik, tienen acuerdos bilaterales para transporte aéreo directo entre Moscú y sus capitales y disponen de otros biológicos, como Armenia, Bulgaria, Croacia, Eslovenia y Grecia, entre otros.

Los artífices de hacer dinero de las debilidades humanas empezaron con vuelos privados en jets de lujo y ahora llevan aviones de pasajeros completos: los clientes no es que crean que las vacunas extranjeras son mejores, les basta que otorgan el “pasaporte verde” que les permite viajar a países que lo exigen para entrar, y no son pocos los rusos que tienen propiedades ahí o simplemente tienen ganas de hacer turismo.

En ese contexto, el Kremlin quiso “motivar” a los reacios a ponerse un biológico (de los cuatro que tiene Rusia con registro oficial) con un proyecto de ley que pretendía hacer obligatorio en todo el país tener un certificado de vacunación orgullosamente local, mediante un código QR, para poder usar el transporte público desde un autobús hasta el Metro, subirse a un avión o un tren, entrar a cualquier sitio público (centros comerciales, museos, gimnasios, restaurantes, etc.).

Después de ser aprobado en primera instancia por la mayoría oficialista de la Duma, se produjo tal rechazo en la sociedad que hace unos días se retiró el borrador de manera indefinida, cancelando su segunda lectura, se comenta que por instrucciones de quienes piensan ya en las elecciones presidenciales de 2024.

El biológico ruso que se exporta, el Sputnik V y el Light, no ha podido resolver su inicial escasa capacidad de producción y, de acuerdo con varias estadísticas, el año pasado entregó poco más de 10 por ciento de las dosis prometidas a diestra y siniestra, muy por debajo de las cantidades suministradas por sus competidores de otros países, incluidas las empresas chinas. Mejorará la situación, sin duda, cuando el antígeno alcance los debidos niveles de fabricación y/o envasado en otros países, México entre ellos.

Los casos de ómicron en Moscú, de acuerdo con datos oficiales, casi se triplicaron en las dos semanas recientes y no es posible tener una idea del número real de contagios, aunque se presume que probablemente sea bastante mayor, dado que muchos rusos –aun con síntomas evidentes– prefieren no hacerse la prueba PCR y sólo llaman a un médico cuando llegan al borde de una cama de hospital.

Esto es así debido a las estrictas reglas impuestas por las autoridades de la capital, que presuponen que el contagiado, sus familiares y todas las personas que haya contactado en los últimos días, a menos que no quiera delatarlas, figurar de inmediato en una base de datos que obliga no sólo a guardar cuarentena y recibir hoja de baja laboral, sino a ser parte del llamado “monitoreo social” que es un auténtico dolor de cabeza por las frecuentes fallas y colapsos del sistema informático que debe controlarlo, junto con cientos de miles de cámaras de video en las calles de la ciudad.

Ese “monitoreo” consiste en hacerse una selfi con el celular y mandarla varias veces al día –en horas aleatorias y hasta impropias de madrugada– para demostrar, cuando se le antoje al dichoso sistema, que el paciente no ha salido de la habitación en que se supone debe estar confinado. Si no se manda, en el momento indicado, la imagen solicitada hay que pagar una elevada multa, la cual se va incrementando con cada infracción.

Con información de: https://www.jornada.com.mx/

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