Colaboraciones

Revelan cartas amor-odio entre Octavio Paz y Elena Garro

Ciudad de México, 25 de octubre del 2021.- Las cartas que el joven poeta Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, envió a la aún adolescente narradora Elena Garro, son reunidas por el escritor Guillermo Sheridan en el libro Odit et amo: las cartas a Helena, publicado por Siglo XXI Editores.

Las 84 misivas -de juventud, pero también tardías, preludio de su separación-, son presumiblemente todas las que se conservan, dice Sheridan y muestran la relación pendular que distinguió al vínculo de la pareja.

«La naturaleza del odio mezclado con el amor es parte importante de este libro, por eso escogí poner en el título esas tres palabras iniciales del epigrama 85 de Catulo Odi et amo: odio y amor, en el que famosamente se pregunta: ¿qué pasa con el amor, que siempre tiene este ingrediente de odio? ¿cómo puede ser que odie y ame? Su respuesta es luminosa, porque es la única posible: ‘no lo sé, pero así lo siento'».

«Las relaciones entre el odio y el amor se comentan, se revisan en el estudio preliminar porque fueron un componente definitorio de esta muy, muy compleja historia de amor entre dos personas enormemente complejas», expone en entrevista el también ensayista y periodista, quien explica en el libro cómo se integró esta colección epistolar.

«Gracias a las cartas que dejó el sobrino entre los posibles compradores y otras que vendió por aquí y por allá se ha podido completar la colección que presento», dice en relación a las misivas que ofreció Jesús Garro Velázquez, hijo de Albano Garro, hermano de la novelista.

La Universidad de Princeton las adquirió finalmente.

«El pequeño mercado negro de las cartas terminó» -escribe Sheridan- «cuando los originales fueron exportados, en calidad de archivo banana, al Departament of Rare Books and Special Collections de la Universidad de Princeton».

Las dos primeras partes de las tres que componen el libro -las cartas de 1935 y las de 1937-, corresponden a un joven intensamente enamorado, señala Sheridan.

«No solo estaba intensamente enamorado de una mujer, sino que había convertido ya al amor en una especie de religión, una creencia profunda que organizaba el sentido mismo de la vida. Y después están las cartas finales, las de 1945, cuando ya tienen una hija, la pequeña Laura Helena y el matrimonio da señales de haberse gastado, de haber pasado a otra etapa. Es el umbral de lo que eventualmente será la dolorosísima separación que vivieron», dice el también autor de Los idilios salvajes. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, cuyo capítulo dedicado a la pareja podría funcionar como prólogo de Odit et amo: las cartas a Helena, aunque éste es suficiente en sí mismo, aclara.

«Las cartas, en el libro anterior, eran un poco material de referencia. En éste son las protagonistas, las que adquieren ese extraño derecho que tienen las cartas importantes de los escritores importantes de continuar llegando a nuevos e inesperados destinatarios».

Escritura febril

Cuando las escribió, Paz no tenía conciencia de que serían leídas por otros, previene Sheridan.

«Son cartas escritas desde la absoluta intimidad y desde la necesidad inmediata de comunicarse, de analizarse, de poner en escena sus emociones, sus pasiones, sus ideas enfrente de la destinataria de las cartas y, desde luego, enfrente de sí mismo, porque no hay que olvidar que un buen escritor de cartas o una buena escritora de cartas escribe para otro, pero escribe también para sí mismo».

Reflejan el ímpetu de Paz por la escritura , su febril pluma, prosigue el editor.

«Son cartas que, en comparación con los grandes ensayos de Paz, te diría que muestran desaliño, pero al mismo tiempo ese desaliño está rescatado por la energía misma del trabajo escritural. Por ejemplo las cartas enviadas desde Yucatán en 1937 son escritas en la noche, después de una larguísima jornada de trabajo en la escuela para hijos de campesinos, donde el joven Paz era maestro. Casi bajo un quinqué, con un calor abominable, Octavio podía escribir 20 páginas manuscritas, obviamente de prisa y en un tipo de ansiedad y de velocidad escritural que no tiene nada que ver con los ensayos. Pero esa misma velocidad y ese mismo ímpetu le agrega literariamente un lado complementario al quehacer de Paz como escritor. Como dice Gérard Genette cuando habla de las cartas: enseña a un señor en bata y sin corona de laurel, sobre todo a un joven que estaba muy lejos de tener coronas de laurel todavía. Pero las cartas muestran a un escritor en la vida diaria, en el quehacer cotidiano, con la energía y con la potencia de la vida misma, no de la reflexión, sino de la acción. Y en ese sentido, son muy ricas».

Son importantes, también, desde un punto de vista literario, añade Sheridan, porque aportan la imagen exacta de un momento esencial de la formación de un joven poeta, de los libros que lee y la biblioteca que forma, con autores como Goethe, Nietzsche, Dostoievsky o Rousseau.

«Si un poeta es una categoría especial, un joven poeta es una categoría especial dentro de la categoría especial. Ser joven poeta es una actividad singularísima, llena de responsabilidades y llena de un tipo de potencia, un tipo de energía que tiene muchísimo relieve, en este caso las cartas de este joven -no hay que olvidar que es un muchacho de 21 años cuando empieza a escribirlas- llevan a un momento de formación, a un momento de lectura que ilumina muchísimo la obra. Es decir, en las cartas no solamente se están mandando mensajes: se está haciendo al mismo tiempo un mapa muy detallado de cómo funciona su emoción, de cómo se está organizando su manera de pensar y de cómo está encontrando lealtades, emociones e ideas que van a perdurar a lo largo de su vida», puntualiza Sheridan.

Busca acercamiento sin juicio inquisitorial

En ese vínculo pendular que Sheridan identifica en la correspondencia entre las dos figuras literarias, considera que Garro se instaló en el odio y Paz, no sin dificultades, en el amor.

«Es famosa declaración de Elena Garro documentada en aquella carta a Gabriela Mora, en la que dice: ‘yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él ‘ es uno de los documentos de odio más intensos de los que puede tenerse memoria en la cultura de México. Fue un odio que terminó por normar incluso la vida de Elena Garro.

«Paz optó por encontrar nuevos amores: los buscó, le fue muy mal y al final le fue mucho mejor».

Sheridan aspira a que la publicación de Odit et amo: las cartas a Helena contribuya a trascender la visión maniqueísta en torno de la pareja.

«Espero que este libro sirva también para explicarse que hay mucho más que víctimas y villanos. Cuando la literatura se revisa en términos inquisitoriales se pierde calidad de lectura porque viene un hospedaje demasiado rápido en la hostilidad y leer como si fuera uno un inquisidor con capirote, decidiendo quién es culpable y quién es la víctima es algo que genera estática, ensucia las relaciones de la lectura, termina por invitar a no leer.

«No se trata de juzgar, se trata de entender, se trata de aprender a pensar; los personajes en la literatura y los de estas cartas piensan, actúan, razonan. Pueden tomar decisiones correctas y equivocadas, porque de eso se trata. Si se tomaran solamente decisiones correctas en la vida no habría literatura».

Con información de: https://www.reforma.com/

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