Ecologia

¿Por qué no se pueden predecir los sismos?

El ser humano ha generado el conocimiento y las capacidades para saber que el origen del Universo ocurrió hace alrededor de 13 mil millones de años, y que el sistema solar que alberga la Tierra se formó hace más de cuatro mil 500 millones de años. También ha sido capaz de estimar el origen de la vida, hace cuatro millones de años, y conocer el desarrollo geológico de nuestro planeta.

La ciencia generada por el hombre predice el fin mismo del Sol y la colisión de nuestra galaxia, la Vía Láctea, con su vecina Andrómeda en más de cinco mil millones de años más. También puede predecir otros fenómenos celestes y terrestres, la trayectoria de un huracán, periodos de sequías y monzones, además de los cambios climáticos que ocurrirían en los próximos cientos de años.

No obstante, la ciencia, la mejor herramienta del hombre para entender la realidad, no puede predecir cuándo se suscitará un gran sismo. Aun cuando este temido fenómeno no tiene relación con los anteriores, puede ser desconcertante no poder predecir su aparición devastadora, pero, ¿por qué? Este consenso científico sí tiene explicación.

Miguel Ángel Santoyo, sismólogo de la UNAM, explica que lo anterior se debe a que no se cuenta con la información estadística suficiente sobre los sismos que ha habido en el planeta a lo largo de su existencia.

“Si tuviéramos un registro histórico de muchos miles de años podríamos generar una estimación puramente estadística de cuándo, dónde y de qué tamaño podrían ocurrir los sismos, pero no lo tenemos y no hay forma de obtenerlo”, explica en entrevista el experto. “Por eso siempre decimos que no hay manera de predecirlos”.

La historia sísmica que poseen los científicos, agrega, es muy corta con respecto a los posibles ciclos sísmicos, si es que los hay. “El periodo de tiempo del que tenemos registro es tan corto que ni siquiera estamos seguros de que haya un ciclo sísmico o no”.

Como ejemplo, menciona, tenemos el caso para cada segmento de la subducción de las placas de Cocos o Rivera sobre la Norteamérica —tres de las cinco que interactúan en nuestro territorio—, donde los científicos han registrado intervalos de incertidumbre del mismo tamaño que el supuesto periodo de recurrencia. “Es como decir que la recurrencia de sismos en la región es de 50 años, con una incertidumbre de más o menos 50 años. Por ello, con el conocimiento científico y tecnología actuales, no es posible predecir ningún tipo de terremoto”.

La única certeza que tienen los científicos es clara: los sismos y grandes terremotos seguirán ocurriendo, porque así ha sido a lo largo de la historia. “Cuándo, dónde y de qué tamaño, no lo podemos saber, pero seguirán y lo hemos visto estas dos semanas”.

PLACAS TECTÓNICAS. ¿Y qué más saben los científicos? Los sismólogos, apunta el Investigador del Instituto de Geofísica Unidad-Michoacán de la UNAM, estudian los terremotos para conocer mejor sus procesos físicos. Y hay muchas más cosas que investigan y conocen, como sus mecanismos, la interacción entre placas tectónicas, la profundidad a la que ocurren, la relación que hay entre un gran sismo y sus réplicas, la asociación que puede haber entre más de uno: esto permite desestimar, por ejemplo, el vínculo entre el del 7 de septiembre y el del 19 —y éste a su vez con el de 1985—, o su relación directa del primero con el ocurrido la mañana del sábado 23.

Sobre los más recientes sismos en el país, así como el historial en la región, los expertos saben que la subducción de las placas de Rivera y Cocos por debajo de la Norteamericana produce una serie de cambios de esfuerzos en el interior de la tierra muy complejos. La geometría de las primeras dos y su interacción con la Norteamericana, pero también con la del Pacífico y del Caribe, puede producir una gran diversidad de tipos de sismos en distintos lugares de las zonas tectónicas.

“Los sismos del 7 y del 19 de septiembre —aunque no están relacionados— tuvieron mecanismos de falla muy similares, los dos ocurrieron dentro de la placa de Cocos y a una profundidad aproximadamente igual”. Esto no sólo permite entender el origen y mecanismo de los terremotos, sino además establecer puntos de instalación de sismógrafos y sensores, así como acciones de prevención, como alertas, y mejoramientos en infraestructura.

VIDA. Pero los científicos también saben que detrás de la dinámica que provoca los sismos, está la otra cara de la moneda, una muy alejada de la tragedia humana. El experto en dinámicas de grandes terremotos explica que la tectónica de placas es la productora de la geomorfología de la Tierra y es gracias a ésta que tenemos corrientes oceánicas, que circulan por todo el planeta, clima, atmósfera y los mecanismos que generan lluvias y vientos.

“Si no existiera esa dinámica planetaria no habría vida en la Tierra, al menos no como la conocemos. La vida se sostiene en parte por la tectónica de placas, para que pueda haber montañas y no se aplanen con los efectos erosivos del agua, el Sol y la lluvia. De no ser por esta dinámica, todo estaría detenido”.

El investigador de la UNAM acota que si bien no es el único factor, la tectónica de placas —la misma que genera los sismos, mas no los sismos en sí— ayuda a que la vida se mantenga y haya permitido la biodiversidad que conocemos. “Es muy generalista, pero una parte de la tectónica sí contribuye al mantenimiento de la dinámica de la vida. No hay duda, sin tectónica probablemente no habría seres humanos, sino sólo microorganismos. Quizá habría vida, pero totalmente distinta”.

Isaac Torres Cruz | La Crónica Diaria

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