Pueblos Originarios

MAMES DE CHIAPAS

MAMES DE CHIAPAS 

 

PATRIMONIO, IDENTIDAD E HISTORIA

UBICACIÓN

LOS MAMES CONSTITUYEN UN PUEBLO INDÍGENA DE FILIACIÓN MAYA QUE HABITA LA FRANJA FRONTERIZA DEL SUR DE MÉXICO, específicamente en la costa, en la región del Soconusco, en la sierra y en la selva del estado de Chiapas; se extienden hacia el Altiplano Occidental guatemalteco en los departamentos de San Marcos, Huehuetenango, Quetzaltenango y Retalhuleu formando un continnum territorial, cultural y lingüístico.

Los mames mexicanos se asientan en varios municipios chiapanecos: Acacoyagua, Acapetahua, Amatenango de la Frontera, Bejucal de Ocampo, Bella Vista, Cacahoatán, Escuintla, Frontera Comalapa, Frontera Hidalgo, La Grandeza, Huehuetán, Mazapa de Madero, Mazatán, Metapa, Motozintla, El Porvenir, Villa Comaltitlán, Siltepec, Suchiate, Tapachula, Tuxtla Chico, Tuzantán, Unión Juárez, Maravilla Tenejapa y Las Margaritas. Estos dos últimos municipios se agregaron a la lista en 1970, cuando pobladores mames sin tierra, procedentes de la sierra, emigraron a la región con el respaldo de la Secretaría de la Reforma Agraria.

El tipo de clima varía según la topografía del territorio mam. La altitud va desde los 40 metros sobre el nivel del mar (msnm) con ambiente cálido, como la planicie costera del Pacífico, pasando por los 1 800 msnm, de clima templado, como las zonas cafetaleras de Unión Juárez y Siltepec, hasta alturas más frías que sobrepasan los 2 800 msnm, como es el caso de El Porvenir, los ejidos El Malé y Niquivil. La mayoría de la población mam se concentra en la región serrana, seguida por el Soconusco; limita al suroriente con la República de Guatemala, al sur con aguas internacionales del océano Pacífico, al norte con poblaciones pertenecientes a las etnias chuj, kanjobal, jacalteco, tectiteco o teco, motozintleco y tzeltal, y al poniente con tzeltales, tuzantecos, mixes y zoques.

LA POBLACIÓN

A la fecha no se cuenta con un censo que refleje el total de la población mam. Esto se debe a dificultades de carácter étnico, lingüístico e histórico inherentes a su conformación en la parte mexicana. En los censos oficiales la lengua mam o la actividad agropecuaria aparecen como elementos definitorios de su pertenencia étnica, de tal suerte que los datos en las encuestas arrojan resultados previsibles de una abrumadora mayoría de población no indígena, representada por jóvenes y adultos de ambos sexos, que ha dejado de usar el idioma materno convirtiéndose en monolingüe del español. Sin embargo, estas personas cuestionan las estadísticas oficiales en cuanto al bajo número de habitantes mames registrados, pues ellos, a pesar de que no hablan la lengua, fundamentan poseer un origen no sólo de parentesco sino histórico con su etnia.

La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas ofrece datos estadísticos interesantes sobre la actual composición de la población mam, mismos que se reflejan en los cuadros siguientes.

A continuación se destaca el criterio lingüístico para la medición de datos, así como el de los miembros integrantes de los hogares censados:

  1. De los datos que muestran las estadísticas quedan fuera, porque cuentan con un número de hablantes menor a 50 personas, municipios que tradicionalmente son de origen mam, como Acacoyagua, Acapetahua, Frontera Comalapa, Frontera Hidalgo, Huehuetán, Las Margaritas, Mazatán, Metapa, Suchiate y Tuxtla Chico.
  2. Los datos también demuestran, según el criterio de grupo etnolingüístico nacional, un número de hablantes mames en municipios que no se consideran territorio mam, como: Comitán, Huixtla, Pijijiapan, Cintalapa, Altamirano, La Concordia, Ángel Albino Corzo, Tuxtla Gutiérrez, Bochil y La Trinitaria, entre otros.
  3. Se cuenta también con datos de hablantes dispersos a lo largo del territorio nacional.

Los mames se identifican porque comparten una serie de caracteres simbó- licos particulares no sólo en cuanto a rasgos físicos (mediana estatura, cara redonda, cabello lacio, nariz ancha y labios gruesos), sino también en ciertos códigos de conducta, como el respeto a los ancianos y a los líderes religiosos y comunales, así como a las deidades propias de su calendario ritual. En su cosmovisión poseen creencias, tradiciones, mitos, cuentos e historias locales que han heredado de generación en generación.

La ocupación mayoritaria es la agricultura. Los oficios artesanales y obreros los desempeñan generalmente adultos y jóvenes, mientras que las mujeres se encargan de las labores domésticas, del pastoreo de ovejas, del corte de café y del pequeño comercio.

EL NOMBRE

De acuerdo con la lengua, el término mam significa “padre genérico” o “abuelo”, por ello se usa como vocativo tanto para el padre como para el abuelo, pero también es un clasificador con el que se designan deidades, ancestros fundadores y sacerdotes. Así, por ejemplo, q-mam q’iij significa “nuestro padre sol”, donde el prefijo q- indica la primera persona plural posesivo, mam “padre” a la vez que “deidad”, y q’iij, “sol o día”. Otros ejemplos son q-mam che’w, “nuestro padre estrella”; q-mam jb’aal, “nuestro padre lluvia”; q-mam xmu, “nuestro padre San Simón”; q-mam pale, “nuestro padre sacerdote o cura”, o q-man ajq’iij, “nuestro padre sacerdote mam” (literalmente, “nuestro padre contador de los días”). Debe señalarse el cambio en el uso del término mam, ya que en algunas variantes se sustituyó el fonema /m/ por /n/. En vez de decir mam ahora usan man, “padre”; chman, “abuelo o sacerdote”; q-man jab’aal, “padre lluvia”, y así sucesivamente. Desde luego, hay otras interpretaciones sobre el término mam de autores cuya referencia son los Anales de los Cakchiqueles y el Título de los Señores de Totonicapán, que traducen mam como “sordomudo”; sin embargo, la palabra en mam para designar esta caracterización es mee, lo que denota una distancia tanto de la forma como del significado del vocablo.

Como complemento a la masculinidad dentro de la concepción dual mesoamericana, los mames designan la feminidad con el clasificador q-txu, “nuestra madre”, con su carga significativa equivalente al reverencial del padre; por ejemplo, q-txu tx’otx’, “nuestra madre tierra”; q-txu ixi’n, “nuestra madre maíz”; q-txu qya, “nuestra madre luna”, etcétera.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Los mames tuvieron su proceso civilizatorio en la Sierra Madre y la Sierra de los Cuchumatanes junto a otros grupos mayas y, según estudios de lingüística histórica, en esa zona surgió la gran civilización maya. Investigaciones históricas y de botánica2 llegaron a esta misma conclusión luego de localizar en la región el mítico cerro de Paxil, lugar donde se habría originado la semilla del maíz, misma que se extendió a toda Mesoamérica con el desarrollo de la agricultura sedentaria. Muchos de los relatos míticos3 de los lugareños y del mismo Popol Vuh confirman tal hipótesis. Por esta razón se considera que la mam es la civilización más antigua del área. Esto se refuerza si además se agrega como referencia histórica4 el relato de los quichés acerca de su odisea migratoria después de la desintegración de Mayapán, quienes habrían sido acogidos como huéspedes de los mames en la zona del Tacnahuyu del Memehuyú.

Estos topónimos son compuestos híbridos de las voces mam-quiché que dan la clave para comprender su geografía e identidad. Así, se tiene Tacnahuyu, “Cerro de Tacaná”, y Memehuyu, “Cerro de los mames”. Tacaná en mam significa “nuestra madrecita”, y huyu, “cerro” en quiché. En apoyo de esta teoría, pobladores que habitan las faldas del volcán conciben al Tacaná como la madre dadora de la cosecha, lugar donde mora la deidad de la fertilidad a la que se le piden año con año las lluvias. Para que los recién nacidos reciban su protección, se siembran en las faldas del volcán cruces de ocote y se realizan ofrendas en la laguna del cráter.

Asimismo, los lugareños llaman al volcán Tajumulco como q-chman, “nuestro abuelo”; en su interior reside el dueño de los animales y la caza. También se dice que este volcán es el esposo del Tacaná. Dada la majestuosidad de ambos y la posición que guardan, se les concibe como los pilares del Santo Mundo que sostienen al universo, como marido y mujer dadores de vida.

Algunos estudios5 sobre el territorio del pueblo mam antes de la invasión española, apoyados en documentos coloniales escritos por indígenas quichés y cakchiqueles, sugieren que éste se extendía de poniente a oriente, desde el Tacaná hasta el volcán Xkanul, las comarcas que rodean al volcán Santa María y al K’’ulaj a’ o “río sagrado”, lugar conocido hoy como Quetzaltenango, que en lengua mam se dice txe lju’b, “bajo el volcán”. De sur a norte el territorio se inicia en la desembocadura del río Samalá hasta el centro político ceremonial Zaqhuleu, “tierra blanca”, capital de los mames del norte y de sus alrededores.

Las investigaciones arqueológicas han localizado centros ceremoniales en las regiones importantes del territorio mam: los complejos Tajumulco, Sibinal, Tacaná, Tejutla, El Oratorio, Ayutla, El Jobo, Buena Vista y María Cecilia, todos en Guatemala; mientras que en el Soconusco están: San Jerónimo, Muxb’al e Izapa, etcétera. En la sierra se ubican Dolores Chimalapa, El Coro y La Trinchera, como extensión de la región centro; complejos Monrovia y El Rincón, en la región sur, y Zaqhuleu e Ixtahuacán, en el norte. Estos datos indican una fuerte concentración poblacional alrededor del Tacaná, la que se prolongaba hasta el departamento guatemalteco de Totonicapán antes de la ocupación quiché que encabezó Q’eqa’b’ I, llamado “El Grande”, cerca de 1300 d.C., estando al frente Chuzak-Yo’c del gobierno mam.

Historiadores coloniales aseguran que los mames extendieron su territorio hasta Utatlán (Guatemala) en el siglo IV d.C. Durante el gobierno del señor mam Lahuhquich, los quichés los desplazaron hacia el oriente y los cakchiqueles y los tzutuhiles, hasta Totonicapán; mientras que en siglo XV, los mexicas los hostilizaban por medio del tributo. En la actualidad todavía se conservan algunos topónimos, como Tx’a’lajte, que es el nombre en mam para referirse al municipio de Unión Juárez en el Soconusco. Lo mismo ocurre en la Sierra Madre de Chiapas en rancherías, cerros sagrados, flora y fauna, aun cuando pipiles, tapachultecas y zoques hayan implantado sus propios topónimos antes de la llegada al área de los mercaderes mexicas. Los nombres nahuatlizados de las principales ciudades y pueblos en territorio mam los determinaron6 los conquistadores españoles al mando de Pedro de Alvarado, en compañía de “indios amigos” mexicas y tlaxcaltecas.

Según las crónicas coloniales, las tropas españolas penetraron en diferentes momentos y sitios al territorio mam. 7 En la costa, Pedro de Alvarado protagonizó las batallas dentro del Soconusco, Retalhuleu y Quetzaltenango; Gonzalo de Alvarado y Juan de León Cardona8 incursionaron en la sierra de Quetzaltenango y San Marcos, colindante con el Soconusco; por el rumbo norte ingresaron Gonzalo de Alvarado y Pedro Portocarrero9 a través de la Sierra de los Cuchumatanes, pasando la ciudad de Zaqhuleu hasta los confines de Comitán.

En dicho encuentro perecieron en combate los jefes militares Ka’ib’il B’alam y Kamil-Acabac. Junto con los conquistadores arribaron también las órdenes religiosas para la conquista espiritual y psicológica de los mames. Durante un breve tiempo los evangelizaron los dominicos y los franciscanos, y en el curso de la Colonia estuvieron a cargo de los mercedarios. Aun cuando éstos al parecer no registraron abundantes datos históricos, etnográficos y lingüísticos sobre los mames, fray Jerónimo Larios de la Cruz escribió el Arte de la lengua de aquellos indios, impreso en México en 1607, y fray Diego de Reynoso, el Arte y Vocabulario de la lengua mam, del que sólo se conoce el Vocabulario. Se dice que existe abundante información sobre este pueblo que no ha sido procesada en archivos de Centroamérica y del arzobispado guatemalteco, debido tanto a la escasa importancia histórica que se le ha dado como a la falta de recursos económicos.

Al periodo colonial lo caracterizó no sólo el despojo de las tierras agrícolas de los mames, sino también de otros bienes, tanto en especie como en dinero; además, hubo reclutamiento de trabajo esclavo mediante el sistema de tributos en beneficio de la Corona, la Iglesia y los invasores. Con el establecimiento de las encomiendas las familias fueron concentradas en “repúblicas de indios”, consideradas asentamientos modelo para el control y explotación por parte de la “república de espa- ñoles”. Prácticamente desde la invasión hasta la “independencia” de España, los mames, al igual que el estado de Chiapas y el Soconusco, estuvieron administrados políticamente durante más de tres siglos desde Guatemala.

El diferendo entre Guatemala y México sobre dichos territorios se prolongó hasta 1882, cuando ambos gobiernos firmaron el tratado definitivo de límites en el que, además de Chiapas y el Soconusco, Guatemala entregó a México la parte conocida como el Distrito de Mariscal. México, a cambio, cedió una parte de Tuxtla Chico en donde se ubicaba una finca llamada “El Malacate”, propiedad del entonces presidente guatemalteco Justo Rufino Barrios.

Con dicho tratado los mames quedaron divididos en mames mexicanos y mames guatemaltecos; sus tierras fueron declaradas propiedad de la nación y a ellos se les naturalizó mexicanos. Los flujos migratorios posteriores en ambos lados de la frontera se debieron a diversas causas, entre ellas la erupción en 1902 del volcán Santa María, así como a las políticas integracionistas y discriminatorias de los sucesivos gobiernos de ambos países. En Guatemala se afectaron tierras comunales y se implantaron el trabajo forzoso y el servicio militar obligatorio para indígenas mediante el reclutamiento involuntario. La discriminación, la explotación y la represión política fue la tónica y continúa siéndolo en la actualidad. En México, por medio de actos de discriminación racial por origen étnico y de nacionalidad,10 a los mames se les consideró mexicanos de segunda clase; se procuró despojarlos de su identidad étnica mediante la eliminación paulatina del uso de su lengua, de sus costumbres, de sus tradiciones, de su cosmovisión y de su religión mediante campañas sistemáticas de integración nacional, con el propósito de diferenciarlos de los mames guatemaltecos y bajo amenazas de deportación, encarcelamiento y ejecución.

Tanto la economía cafetalera del enclave, a finales del siglo XIX y principios del XX, como la constitución de los núcleos ejidales con el reparto de tierras durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, en 1939, marcan la historia actual de los mames chiapanecos. Las fincas cafetaleras en manos extranjeras y de terratenientes nacionales impulsaron la economía regional mediante la absorción de la mano de obra barata indígena de los Altos y sierra de Chiapas bajo el sistema de enganche; posteriormente se absorbió a jornaleros mames del vecino país por medio del trabajo migratorio temporal, vigente hasta la actualidad. La expropiación de las fincas cafetaleras y su reparto entre los campesinos locales conforman el rostro de lo que son los mames de hoy: el ejido como espacio de organización y reproducción social, económica y política. Sin embargo, este espacio ha quedado rebasado en función del crecimiento poblacional. El excedente humano ha tenido que emigrar a otros espacios en busca de tierras para sobrevivir. La década de los setenta marca la historia de los mames mexicanos asentados actualmente en los municipios de Las Margaritas y Maravilla Tenejapa, lugar de reproducción de la tercera generación de nacidos allí. Hoy los mames mexicanos relatan sus historias de vida en torno a lo que ellos llaman “la línea” fronteriza.

LA LENGUA

El nombre con el que se les reconoce oficialmente es mam o mame; sin embargo, los pobladores designan su lengua como to qyool, que quiere decir “en nuestra palabra”, y como grupo étnico se dicen winaq qo’, “nuestra gente”.

Este idioma pertenece a la familia de las lenguas mayances, las cuales se clasifican en cuatro grandes ramas: las dos primeras son el huasteco y el yucateco; las otras dos grandes divisiones son la rama occidental y oriental, a la cual pertenece el mam junto con el ixil, el aguacateco y el teco o tectiteco, conocido en México como cakchiquel.

El mam es una lengua con bastante variación dialectal, dentro de ella se reconoce la gran variante tacaneca, origen de la base del mam que se habla en Chiapas. Sin embargo, debido al intercambio entre los pueblos, ya sea por colindancia o por flujo migratorio, se evidencian características del mam que se habla en algunos puntos de Guatemala.

Así, se tiene que el Soconusco refleja rasgos lingüísticos de la región del Tacaná, San José Ojetenam, Sibinal y Tajumulco, mientras que el mam de los municipios de la Sierra Madre de Chiapas, como La Grandeza, Bella Vista, El Porvenir, Siltepec, Bejucal de Ocampo, Mazapa de Madero y Amatenango de la Frontera, se asemeja al mam que se habla en Tacaná, San Miguel Ixtahuacán, San Ildefonso Ixtahuacán y Concepción Tutuapa.

En Guatemala los fenómenos de identidad y variación lingüística se relacionan con la división política municipal, mientras que en Chiapas se caracterizan, en buena medida, por el origen migratorio y la dispersión regional de los hablantes, hecho que complica su ubicación.

INDUMENTARIA

La indumentaria tradicional de ambos sexos ha desaparecido casi por completo entre la población mam. Algunas ancianas la conservan todavía, y varía según el lugar de origen de la usuaria. En el Soconusco, las ancianas visten trajes tejidos en San Pedro Sacatepéquez y Comitancillo, departamento de San Marcos, Guatemala.

El primero consiste en un enredo de seda con franjas horizontales de color amarillo y verde ceñido a la cintura con una faja de los mismos colores; la blusa, también de seda, es de color blanco con encajes en el cuello y las mangas.

El segundo traje típico es un enredo de algodón jaspeado de vistosos colores ceñido a la cintura con una faja de colores tejida en telar de cintura. El huipil es de algodón de varios colores, con figuras antropomorfas y zoomorfas, con estampado rectangular al borde del cuello y redondo en las mangas.

Este mismo traje lo usan las ancianas de la sierra, pero también visten el que se confecciona en San Miguel Ixtahuacán, que consiste en un enredo tejido en algodón de varios colores, donde sobresale el verde. La faja es tejida en telar de cintura y tiene franjas rojas y blancas. El huipil consiste en un tejido de telar de cintura de dos piezas con figuras antropomorfas y zoomorfas donde destacan los colores rojo, negro y blanco. Completan la indumentaria un rebozo largo de varios colores con el que se cubren la cabeza y un listón para el trenzado del cabello.

A raíz de los programas gubernamentales de rescate de las tradiciones indígenas, mediante el programa de música y danza mam algunas agrupaciones reinventaron su indumentaria.

En el Soconusco las mujeres usan un enredo de seda jaspeado de rojo y amarillo “achiotado”, un listón y faja rojos. Los hombres llevan pantalón y camisa blanca, faja roja y sombrero de palma con sandalias y paliacate rojo al cuello. Ha desaparecido la indumentaria masculina que consistía en un pantalón blanco tejido de algodón cubierto con un taparrabo (hechos en El Porvenir) de lana y ceñido con faja de algodón de color rojo o cinturón de piel vacuno; la camisa era tejida de algodón blanco o de colores con mangas largas y la vestimenta se complementaba con sandalias, sombrero de jarcia y un saco de lana peinada de borrego.

ALIMENTACIÓN

Entre los mames figuran dos tipos de alimentación: la cotidiana y la ritual. En lo general, ambas están condicionadas por los recursos que su economía les permite. Consumen frijoles negros con chile seco de árbol, tortillas y atole de maíz cocido. Hierven un tipo de frijol pinto grande, llamado xmaa’k, con cebolla, ajo y sal y lo sirven con un mole batido de masa de maíz mezclado con achiote, chile, ajo y cebolla, previamente asados.

Esta misma preparación se hace con habas tiernas, chícharos y hongos de temporada. Las comidas se acompañan con tamales de masa de maíz envueltos en hojas de tusa (hojas de mazorca), canake (cierto árbol) o plátano, así como con tortillas. Si bien existe una extensa variedad de tamales, como los de chipilín o de frijoles tiernos enteros llamados xee’p, también los hay de elote, de trigo y con carne de puerco, pollo, hongos y res. Asimismo, elaboran otro tipo de tamales con varias capas de frijol y haba podrida llamados choon, “tayuyos” o “tlacoyos”.

La carne que se consume es de res, pollo, guajolote o borrego. Se prepara cocida con cebolla, ajo, jitomate, sal y chile y se le agrega repollo (col), garbanzo, papas, güisquíl (chayote) y q’oq’ (calabazas). Pocas veces comen carne de animal de caza —conejo, armadillo o venado— debido a su escasez. Los moles se denominan xk’om iky; los hay de color rojo y verde. El rojo es el que antes mencionamos con los frijoles. El verde se prepara con carne de pollo o puerco, y se le agregan semillas de calabaza, tallos de cebollines, ajonjolí, chile piquín, cilantro y sal. Dichos ingredientes se asan previamente en el comal y se muelen en metate o licuadora; luego se baten con un poco de masa de maíz o harina de trigo. Las comidas rituales son cocidos de carne y panza de res, moles de pollo y de puerco, barbacoa de res y de borrego. Por supuesto, no faltan los tamales con carne envueltos en hoja de bijao (una variedad de hoja de plátano).

ARTESANÍAS E INDUSTRIAS TRADICIONALES

La escasa artesanía que producen los mames es de consumo utilitario e intraétnico. En Cantón Chiquihuites y Unión Juárez se elaboran canastos; en Pavencul, Tapachula, La Calera, Ojo de Agua, Cacahoatán, Chisquibil, Bejucal de Ocampo y Frontera Comalapa, utensilios de alfarería.

En ejidos de Motozintla y Mazapa de Madero se procesa copal; en El Porvenir y La Grandeza, mantillones de lana, cotones, taparrabos y aparejos arquillados para bestias de carga; en Mazatán, sombreros de palma; en Belisario Domínguez, juguetes de madera; en Niquivil, Granados Talcanake, El Malé y El Porvenir, petates, canastos y tortilleros de zacate; en la colonia El Horizonte de Mazapa de Madero, morrales de jarcia. En Bancantón de Altamirano, La Laguna, El Horizonte y Libertad Frontera y Mazapa de Madero se elaboran toles o jícaras, hechas con la fruta de una variedad del árbol de amate, para tortillas y semilleros, y en Belisario Domínguez, Huehuetán, Tuzantán y Escuintla, jícaras pozoleras y decorativas.

MÚSICA Y DANZA

La influencia de los medios de comunicación y el mercado de la música moderna han desplazado la música tradicional mam desde la década de los cincuenta. Los mames amenizan sus fiestas patronales, cívicas y religiosas con música de marimba sola o con instrumentos de percusión y de viento, como batería, trompeta, saxofón y acordeón. Sin embargo, con la promoción de la danza mam ocasionalmente se participa de la música de marimba con instrumentos de cuerda, entre ellos el violín.

En las posadas, jóvenes y niños entonan cantos religiosos acompañados con sonidos de chirimilla (flauta), tambor, caparazón de tortuga y “chinchines” de jícara elaborados en Belisario Domínguez. A la danza tradicional de los mames, con motivo de fiestas familiares de nacimiento, bodas, defunciones y otras ceremonias religiosas, le llaman zapateado; bailan sólo entre hombres o entre mujeres con música de guitarra y violín llamado shirin. El baile ritual es el denominado pa’ch; se baila con una mazorca “cuacha” (doble) vestida con tela estampada y decorada con papel celofán que semeja una muñeca. El danzante la toma entre los brazos y se pone a bailar con ella. Es una danza ritual propiciatoria que significa abundancia, multiplicación de mazorcas cuachas al año siguiente. Por eso se le hacen fiestas y se le rinde culto. La ceremonia la encabeza el abuelo o el ajq’iij especializado para tal efecto.

Esta práctica todavía se lleva a cabo en los lugares próximos a la frontera. Las danzas tradicionales que se efectuaban durante las fiestas patronales de los pueblos eran las de “los Toritos”, “la Conquista” y “la Granada”. Ya no se realizan por el costo que implica traer de Guatemala el vestuario y los recitales.

PEREGRINACIONES

Una de las peregrinaciones propias del calendario ritual mam es la que los habitantes del Soconusco llevan a cabo a la laguna del volcán Tacaná y que comienza el mes de diciembre y culmina el 15 de enero, día del Señor de Esquipulas. Sin embargo, el ritual como tal lo realizan únicamente algunos ancianos mames que viven en los alrededores del volcán.

El propósito es agradecer las lluvias que se van y pedir por las que vienen para la siguiente cosecha. Los jóvenes de las ciudades aledañas que escalan el volcán lo hacen en diciembre por razones ajenas a la tradición. Si antes los abuelos efectuaban mandas y rituales de siembra de cruces de ocote en sus faldas, ahora los jóvenes han acabado con esas cruces para sus fogatas.

De la misma manera, prácticamente se ha perdido el sentido de la peregrinación que se realizaba a la Piedra de Huixtla durante los meses de abril y mayo; hoy sólo continúa como lugar de turismo. Las romerías a Guatemala el 15 de enero, día del Cristo Negro de Esquipulas, se han dejado de organizar debido, entre otras causas, a la violencia que azota al país vecino y a la falta de recursos. A pesar de ello, algunas personas realizan esfuerzos individuales y, ya sea por alguna manda o por algún tipo de crisis, realizan esporádicamente alguna peregrinación el 12 de diciembre a la Basílica de Guadalupe ubicada en la ciudad de México.

RITUALES

Quizá los rituales más extendidos en territorio mam son los cultos que se practican en los volcanes, los cerros, las cuevas, los ríos, las lagunas, los cruces de caminos, las milpas y los hogares. En el territorio mam se localizan cinco volcanes: Santa María, Siete Orejas, Tajumulco, Santiaguito y Tacaná. Entre ellos, dos cuentan con laguna en su cráter: Tacaná y Siete Orejas. En la cima de ambos volcanes se organizan peregrinaciones regionales y ceremonias religiosas: al primero, en los meses de diciembre y enero; al segundo, del 1 al 3 de mayo, día de la Santa Cruz y del Santo Mundo.

Los pobladores cercanos al Tacaná creen que parte de las aguas que alimentan los ríos, como el Muxb’al, viene del volcán. En las orillas de este río los ajq’iij sembraban los ombligos (cordones umbilicales) de los recién nacidos que las comadronas habían cortado. Se dice que antes se veían piedras planas en las orillas del río sobre las que se llevaban a cabo ceremonias con encendido de velas y quema de incienso y de sangre de gallo; a un lado de dicho altar sembraban la cruz de ocote del recién nacido, la cual majaban con una piedra que previamente el progenitor había entregado al sacerdote mam para su ritual. Una vez terminada la ceremonia, el ajq’iij recogía del lugar una nueva piedra para colocarla en el altar doméstico en sustitución de la anterior; al nacer otro bebé se repetía el mismo proceso. Hoy esta ceremonia la realizan sólo algunos abuelos que viven en la parte guatemalteca.

También se cree que muchas de las cuevas existentes en la región son entradas a largos túneles conectados entre sí que conducen al centro de los volcanes. Son caminos subterráneos por donde transita Juan No’j, el dueño del volcán, quien se lleva el alma de los hombres a cambio del dinero recibido una vez cumplido el término del pacto.

Asimismo, los mames consideran al volcán Tajumulco como el esposo del Tacaná. Dicen los lugareños que allí reside el dueño de los animales de caza, a quien se le pide permiso antes de salir a cazar. Los accidentes y la falta de presa durante la caza se deben a una violación de la norma, por lo que deben solicitar la intervención del ajq’iij para conjurarla.  La regla es cumplir con ayunos, pedirle permiso al dueño de los animales y guardar abstinencia sexual.

En los rituales al ciclo de vida los ajq’iij realizaban ceremonias domésticas por lo menos una vez durante la gestación y otra durante la siembra del cordón umbilical a orillas del río Muxb’al, “lugar de ombligos”.

También el ajq’iij participaba en la celebración de matrimonios mediante limpias en las que se utilizaba un envoltorio compuesto con flores, velas, copal, incienso, aguardiente, cigarros y las cruces de los contrayentes. Las ceremonias de sacrificio y quema del gallo se hacían en algún cerro sagrado de la localidad. Al día siguiente se iba a la orilla de algún río en cuyo cauce se dejaba caer el envoltorio para que se llevara los males.

Asimismo, en los rituales mortuorios todavía interviene el ajq’iij, quien mediante ceremonias de oración acompa- ña y ayuda a salvar la pena del fallecido en su viaje a la otra vida. Generalmente él prepara los objetos individuales del difunto, es decir, el t-tz’is, “su basura”, que ha de enterrarse al tercer día del funeral. Al muerto lo bañan en el chuuj, “temascal”, dos o tres personas del mismo sexo; se le viste con ropa nueva y se envuelve en un rebozo tamaño matrimonial con la cabeza amarrada con un paliacate.

En el altar doméstico se reza y se dicen plegarias para que el espíritu del difunto sirva de intermediario entre los vivos y los muertos. No debe faltar abundante comida, café, pan, cigarros y aguardiente para los presentes. Según el estatus del difunto será la participación de la comunidad durante el funeral; a veces van acompañados con música de marimba y cohetes. Por lo general, los rituales cotidianos —rezos y bendiciones a los santos, a los astros, tanto solares como nocturnos, y a los granos de la siembra— son domésticos y están a cargo del padre de familia o del abuelo, no así el de las lluvias y el de las cosechas, donde es obligatoria la presencia del ajq’iij en la casa, la siembra o las montañas.

En cuanto a los rituales de las fiestas de Semana Santa, se manda hornear pan en bóvedas construidas con tabiques de barro cocido. Los panes se intercambian entre las familias y vecinos como símbolo de fraternidad. Se guarda abstinencia sexual, no se trabaja y además está prohibido hacer ruidos que dañen los oídos del dueño del Santo Mundo y le provoquen dolores de cabeza.

Los rituales en las celebraciones del Día de Muertos empiezan el 1 de noviembre con la elaboración de arreglos florales para los niños fallecidos y coronas para los adultos. En el altar a los muertos se colocan ofrendas con los objetos y la comida que más le agradaban al fallecido.

La puerta de la casa se le deja abierta al espíritu de los muertos. Los días 2 y 3 de noviembre se realizan visitas al cementerio, se ponen velas y arreglos florales, se recitan responsos y oraciones en la tumba de los difuntos pidiendo por la comida y la salud de los vivos. Algunas personas recurren a los rezanderos locales.

JUEGOS

En general, los juegos comunes entre los mames varones son el basquetbol y el futbol. A su vez, los niños en edad escolar juegan de varias maneras con canicas. Dibujan una raya en el suelo, se alejan de ella por lo menos cinco metros y desde ese punto los jugadores lanzan su canica hacia la raya tratando de colocarla sobre ella. La distancia en que quedan las canicas de la raya indica los turnos entre los competidores.

Enseguida, el primer turno intenta chocar su canica con la del rival; si falla, cede su turno al siguiente hasta que salga un ganador.

El juego de los hoyitos consiste en abrir tres hoyos pequeños en el suelo en línea recta. Los jugadores deben colocar sus canicas dentro de ellos. El que no la inserte queda eliminado automáticamente.

Otro juego consiste en trazar una lí- nea en espiral en el suelo. En el centro se coloca un tepalcate. El jugador, con una pierna doblada hacia atrás, arrastra con el pie de apoyo el tepalcate hasta sacarlo del caracol. Si el tepalcate alcanza a tocar la línea, el jugador ya no sigue participando.

El juego de “tipachas” consiste en que los jugadores, mediante unos discos de unos cinco centímetros de diámetro, elaborados con cera de abeja y llamados tipachas, intentan darle vuelta a la tipacha del contrario. El que lo logra embarga la tipacha del rival. Algunos han reinventado el juego apostando dinero en lugar de llevarse la tipacha del oponente. A veces los jugadores ocultan dentro de la tipacha objetos planos y pesados para que sea más difícil darle la vuelta. Inclusive creen que esconder una pata de gavilán o águila disecada debajo de las axilas les traerá suerte. Durante las festividades de Semana Santa le piden suerte a San Simón, conocido en el área como Maximón.

Los juguetes más populares son los yoyos y los trompos hechos de la semilla de roble o elaborados artesanalmente de madera en Belisario Domínguez. También se entretienen con juguetes de madera elaborados en forma de coches o en forma de animales.

Las niñas participan más en juegos de comida, a las escondidas y a uno que llaman yax (parecido a la matatena), que consiste en levantar pequeñas piedras del suelo y al momento de aventar una al aire sin dejarla caer levantan una piedra, luego dos, tres y así sucesivamente.

RELATOS DE TRADICIÓN ORAL

Como afirmamos antes, el pueblo mam de Chiapas goza de un amplio repertorio de narraciones que hablan de su experiencia de vida cotidiana en el ejido, de su historia muy relacionada con “la línea” fronteriza y con la tierra, de la migración, del trabajo temporal en las fincas cafetaleras del Soconusco, de la siembra de maíz y papa, del pastoreo, del acarreo de leña, del trabajo comunal, de su experiencia en la política, del pequeño comercio y de la religión; así como de relatos que guardan su memoria sobre las tradiciones, las costumbres, los cuentos y los casos legendarios contados por sus abuelos generación tras generación.

Los ancianos y adultos son quienes todavía, con cierta nostalgia, recuerdan pasajes nebulosos que vivieron con sus abuelos, de cómo experimentaron la incertidumbre provocada por los derechos de propiedad sobre las tierras al trazarse la línea fronteriza, allá por el año de 1882. Se decía que eran legítimamente dueños de las tierras, pero ante el gobierno mexicano no lo eran. Entonces, se organizaron y enviaron una representación a la ciudad de México para que les fueran entregadas sus tierras. En la década de los veinte del siglo pasado lograron constituirse bajo el sistema ejidal con derechos de posesión de las tierras cultivables en la sierra y, en 1939, en la región del Soconusco. En ese entonces eran unas cuantas familias. Con el tiempo llegaron familias procedentes de Guatemala que escapaban del trabajo forzoso y del reclutamiento militar obligatorio; algunos habían huido de la erupción del volcán Santa María en 1902, cuando resultaron afectadas sus cosechas de maíz y murieron sus animales. Esto provocó una verdadera hambruna generalizada en sus comunidades, por lo que buscaron refugio en Chiapas.

También narran cómo emigraban a las plantaciones cafetaleras del Soconusco para trabajar en las fincas mediante el sistema de enganche. Muchos padecieron enfermedades, como la oncocercosis o “mal morado”, la fiebre tifoidea, la tuberculosis, el paludismo y otras propias de las zonas cafetaleras. Unas veces se curaban con la quinina que los alemanes habían cultivado en la región, otras con las medicinas que el curandero les suministraba y con las limpias del ajq’iij o chimán (palabra con que los mames de hoy llaman a los ajq’iij y la traducen como “brujo”).

Tanto en el Soconusco como en la sierra se habla del cadejo que tiene forma de perro. Se cree que son los chimanes quienes tienen el poder de convertirse en animal para espantar a sus contrarios. También le llaman colelón.

Algunos dicen haber visto al chimán revolcarse en el monte completamente desnudo, con un cinturón metido entre las piernas para que haga las veces de cola al transformarse en animal. Si logran matar al animal, el chimán muere al mismo tiempo. Hay veces que el colelón resulta apaleado cuando intenta robarse las gallinas del corral; por lo tanto, al día siguiente el chimán trae las heridas en el rostro o anda cojeando.

Otro relato muy extendido en la zona se relaciona con Juan No’j, considerado un mestizo que habita en los cerros. Se viste de negro y monta a caballo. Tiene la capacidad de convertirse en persona, animal u objeto. Creen que tiene una fá- brica de dinero en los cerros y que se introduce en ellos a través de las cuevas y los túneles. Se aparece generalmente frente a los viajeros, a quienes les ofrece dinero por montones. Cuentan que Juan No’j ha introducido a su casa a peque- ños comerciantes mediante el engaño de comprarles su mercancía. Los lleva con los ojos cerrados. Estas personas relatan haber conversado con parientes ya fallecidos acerca de la salud de sus familiares vivos, de su situación de esclavos dentro del cerro y de cómo no los deja descansar en paz. Dicen que les saca el corazón, los avienta a las pocilgas y al rato salen como marranitos gruñendo. Juan No’j los convierte en sapos, ranas, caballos, venados, piedras, etcétera.

TERRITORIALIDAD Y DESARROLLO CLIMA E HIDROGRAFÍA

Los asentamientos de las poblaciones mames se distribuyen en las regiones mencionadas al inicio de este trabajo. Ahí predominan los climas cálido-hú- medo-lluvioso, sin estación seca ni estación invernal definida en la planicie costera y la depresión central; templado húmedo y lluvioso, con invierno y primavera secos en las estribaciones montañosas por debajo de los 1 800 metros sobre el nivel del mar; y húmedo-seco con corrientes de viento que corren de norte a sur en la parte alta de la sierra, con estación lluviosa y seca definida arriba de los 2 800 metros sobre el nivel del mar.

Los ríos permanentes, aun en la estación seca del Soconusco, son el Suchiate, el Coatán, el Huixtla, el Cahuacán, el Huehuetán y el Pijijiapan. En la Sierra Madre y la depresión central los escurrimientos superficiales originan los ríos Huixtla y Huehuetán. La corriente del río Cuilco, alimentada por ríos y arroyos secundarios, da origen al río Grijalva, generador de energía eléctrica en las presas Angostura, Chicoasén, Peñitas y Malpaso. Los ríos secundarios afluentes del Grijalva son: San Miguel, Maíz Blanco, Siltepec, Chicomuselo, Chimalapa, Mazapa, Amatenango, Zintala y Motozintla. Muchos arroyos y vertientes son fuentes principales de abastecimiento de agua de los pobladores de la región durante las lluvias; en invierno se secan porque son resumideros de superficie.

VÍAS DE COMUNICACIÓN

Es posible ingresar a territorio mam a través de dos vías: una es la carretera Panamericana, que conecta el centro del país con la franja costera del Pacífico hasta la frontera con el Soconusco; la otra vía atraviesa los Altos de Chiapas hasta Ciudad Cuauhtémoc, lugar donde entronca la carretera fronteriza que pasa por los siguientes municipios: Frontera Comalapa, Amatenango de la Frontera, Mazapa de Madero, Motozintla de Mendoza y Huixtla, conectando así las regiones de la sierra, la costa y el Soconusco, en pleno corazón del pueblo mam de Chiapas.

Cada una de estas regiones posee su propia red carretera que conecta los municipios circunvecinos con su respectivo centro político, administrativo y comercial más importante. Así, tenemos a Tapachula con la Panamericana, que se bifurca en terrenos de Tuxtla Chico: un ramal pasa los municipios de Metapa y Frontera Hidalgo hasta Suchiate; el otro conduce a la frontera de Talismán, un kilómetro antes se desvía rumbo al volcán Tacaná, cruza el municipio de Cacahoatán y termina en Unión Juárez. Las otras dos carreteras importantes son la que une Puerto Madero y pasa por el aeropuerto internacional, y la que se dirige a Huixtla, rumbo al Distrito Federal.

En la región de la costa, el municipio de Huixtla conforma el otro centro político comercial importante: es el punto de convergencia entre la costa y la sierra a través de la carretera fronteriza.

Por su parte, la sierra tiene su centro político-administrativo en la ciudad de Motozintla de Mendoza, que es la capital indígena mam, desde donde se distribuyen las carreteras y caminos hacia las comunidades más apartadas de la zona. Se cuenta con la carretera federal fronteriza que comunica la sierra con la costa y los Altos de Chiapas, pasando por las cabeceras municipales ya mencionadas. De Motozintla parte también la carretera asfaltada que atraviesa toda la sierra mam y recorre municipios, ejidos y rancherías, como El Porvenir, El Male, Canadá, Las Tablas, Bejucal de Ocampo, Siltepec, La Grandeza y Bella Vista. Finalmente, desde Motozintla se inicia una carretera de terracería que va más al sur rumbo a la frontera con Guatemala, vértice de Niquivil.

Se puede decir que hoy casi todos los municipios se conectan con sus ejidos, colonias y rancherías por medio de una red de carreteras, caminos primarios y veredas, la cual, a decir de los vecinos, mejoró a partir del levantamiento armado zapatista de 1994.

Además, el territorio mam se comunica con el resto del país por vía aérea gracias al aeropuerto internacional de Tapachula y a las pistas aptas para el aterrizaje de naves pequeñas ubicadas en los municipios de Siltepec, Amatenango de la Frontera y Bella Vista.

Por la costa también pasa un transporte ferroviario mercantil que comunica a México con Centroamérica. Respecto a la infraestructura portuaria, al sur del estado de Chiapas, en el Pacífico, se encuentra Puerto Madero. Cabe mencionar que en toda la región mam se reciben se- ñales de televisión y radio, tanto del país como de la vecina Guatemala.

SERVICIOS

Los servicios básicos —energía eléctrica, agua potable, drenaje, correo, telégrafo, áreas deportivas, educación media y superior, centros comerciales, Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), Secretaría de Salud y Sistema Nacional para el Desarollo Integral de la Familia (DIF)— se concentran en las cabeceras regionales y en algunos municipios, como Cacahoatán, Frontera Comalapa, Tuxtla Chico y Siltepec. Mientras tanto, en la mayoría de los municipios restantes los servicios son todavía bastante precarios, a pesar de que se brinda asistencia social. La educación media es limitada en calidad y cantidad, lo que, aunado a la falta de recursos económicos de la mayoría de las familias, provoca un ausentismo escolar elevado y una gran deserción.

Algunas comunidades mames de la sierra y de la selva se abastecen de agua de ríos, pozos y manantiales por medio de mangueras, tinajas o en garrafones a caballo. Proliferan las tiendas que venden productos comestibles “chatarra” y mercancías de origen asiático y centroamericano.

SUELO, FLORA Y FAUNA

En general, los tipos de suelo en las regiones son arcillosos o arcilloso-arenosos, con rocas calizas en la superficie. Debido a su abundante riqueza en flora y fauna, el Soconusco ha sido un lugar muy codiciado.

La fauna es muy diversa y variada; entre ella encontramos culebras venenosas, como la nauyaca, el cantil de agua y la cascabel, y no venenosas, como la mazacuata; se observan cocodrilos, iguanas y tortugas; conejos, tlacuaches, zorrillos, armadillos, tapires, jabalíes, gatos monteses, venados, coyotes, jaguares, leoncillos u onzas, tepezcuintles y ardillas; correcaminos, golondrinos, murciélagos, gavilanes, quetzales, faisanes, palomas, torcazas, tórtolas, cotorros, perdices, jilgueros, chachalacas, loros, codornices, tucanes, etcétera.

Abundan las especies arbóreas, por ejemplo: abeto, roble, encino, guanacaste, pino, madroño, zapotillo, romerillo, cedro, caoba, ciprés, sabino, manzanilla, helecho, capa de pobre (cierta bromeliácea), madreselva, primavera, guayabo, caoba, laurel de la india, coyol, palo mulato, canelo, amate, mora, nogal, palo de brasil, guaje, huisache, mezquite, nanche, mangle, bambú y otate, entre otros.

PRODUCCIÓN

Ya en la época prehispánica se explotaba en el territorio mam cacao, fruta, miel, piedras, plumas preciosas y varios tipos de animales; además, minerales como la sal y la obsidiana, y se elaboraba la famosa cerámica plomiza.

Desde la Colonia hasta nuestros días la producción a gran escala se concentra en manos privadas. Hoy las transnacionales de la agroexportación manejan productos como: algodón, cítricos, azúcar, plátano, sandía, melón, mango, guayaba, piña, coco, chicozapote, kiwi, café, ajonjolí, cardamomo y hule; maderas preciosas, en sus variedades de caoba y cedro; ganado vacuno; productos marinos como el atún y la sardina; minerales como la sal de Pijijiapan, y productos lácteos en Tonalá y Pijijiapan.

Las mercancías salen de Puerto Madero, del aeropuerto internacional de Tapachula y de la estación central de ferrocarriles. Estas unidades productivas absorben la mano de obra indígena local, de los Altos, de la Sierra Madre de Chiapas e incluso de Guatemala.

Los ejidatarios cafetaleros, de mayoría indígena mam, apenas sobreviven de su raquítica producción debido, entre otros factores, a la ausencia de tecnología avanzada, a las deudas que no reditúan el costo de producción, al comercio injusto de intermediarios, a la competencia comercial desequilibrada frente a los grandes productores y al desplome de los precios internacionales del café. Los “avecindados” sin tierra se integran a la economía de subsistencia sembrando maíz, frijol, cacao y hortalizas; además, se dedican a la crianza de aves de corral, a la recolección, al trabajo artesanal y al pequeño comercio. Muchos de ellos han emigrado a ciudades importantes del país (Tuxtla Gutiérrez, Cancún y Distrito Federal, así como algunas otras del Estado de México) y del extranjero (Estados Unidos y Canadá), siempre en busca de mejores condiciones de vida. Algunos ya no retornan a su lugar de origen.

En la Sierra Madre se concentra la mayor población de pequeños productores de maíz de subsistencia, quienes luchan cotidianamente contra la escasa fertilidad del suelo, lo que se debe, algunas veces, a su composición pedregosa o a declives muy pronunciados; otras, a la tala inmoderada de las compañías madereras que en décadas anteriores dejaron la tierra muy erosionada.

Hoy sólo existen pequeñas islas de coníferas dispersas en cerros y planicies donde se ven rebaños de ovejas pastando. La madera y la leña que se explotan sólo se destinan el consumo ejidal. Algunas familias mames se dedican a cultivar papa, frijol, haba y chícharo. El excedente se destina a los mercados locales: se canjea en especie por mercancías que satisfacen otras necesidades o se vende. Los ejidatarios poseen hasta cuatro hectáreas de tierra, de las cuales sólo destinan una para el cultivo y las demás quedan improductivas debido a la pobreza del terreno y a la falta de tecnificación, como ya lo referimos. Los jóvenes mames tienden a abandonar el campo de manera creciente debido a varios motivos, uno de ellos es el crecimiento demográfico, pues los ejidos ya no disponen de tierras que ofrecerles.

La población campesina siempre va en busca de tierras que cultivar, pues es el oficio que mejor saben desempeñar, y cuando el entorno carece de los medios para practicarlo ocurre de hecho la expulsión del lugar de origen, como sucedió con los matrimonios jóvenes de la sierra, que con la esperanza de contar con un patrimonio propio tuvieron que desarraigarse y trasladarse a los municipios de Las Margaritas y Maravilla Tenejapa, allá por la década de los setenta del siglo pasado.

SALUD

En cuanto a las creencias y prácticas inherentes a la cosmovisión mam, todavía viven algunos adultos y ancianos que si bien ya no participan de la medicina tradicional, al menos conservan en la memoria relatos que les transmitieron sus abuelos. Para ellos, las enfermedades están relacionadas con las categorías de lo frío y lo caliente. Por medio del diagnóstico de la enfermedad determinan sus causas: las que provoca el medio ambiente y las relacionadas con el ciclo de las estaciones y el movimiento de los astros; y las que se clasifican dentro de la categoría de provocadas por el hombre o por seres sobrenaturales, como consecuencia de transgresiones a las reglas de comportamiento del individuo, entre otras causas.

Algunas de estas enfermedades se catalogan dentro del bien o del mal. Obviamente, el tratamiento de la enfermedad dependerá de su origen. Las enfermedades que causa el medio ambiente son aquellas que provienen de la altura y la variedad del clima. Los curanderos suministran medicamento de tipo vegetal, animal o un compuesto entre ambos. Generalmente, los padecimientos son fiebres, catarros e inflamaciones.

Las lunaciones y los diferentes tipos de eclipses repercuten no sólo en la salud del ser humano, sino también en el desarrollo de otros seres vivos, como animales y plantas. El tratamiento es variado, y va desde los actos rituales de conjuro hasta ceremonias de petición al dueño de la enfermedad o al de la naturaleza. Asimismo, la enfermedad que tiene o “carga” el paciente le sirve de guía al chimán para llevar a cabo su destino manifiesto, es decir, la realización de rituales; por ejemplo, el de la “siembra” de cruces. Estas enfermedades, consideradas “señales”, pueden presentarse en cualquier momento de la vida del individuo.

Los ajk’a, “brujos” o “hechiceros”, lanzan enfermedades por envidias, y el único que puede intervenir en su conjuro es el ajq’iij o sacerdote mam. Las personalidades que auxilian en estos casos son el ajq’iij, quien encuentra las causas del sufrimiento y ofrece soluciones mediante ceremonias rituales y de iniciación, el ajq’anel, “curandero”, y la b’etx’lal, “comadrona”. El curandero y la comadrona ayudan al primero con el tipo de tratamiento medicinal, que puede ser frío o caliente, y aplican terapias dando masajes con hierbas medicinales en los baños de temascal.

El ajq’iij también asume funciones políticas y religiosas en el “sistema de cargos” y ejerce el dominio del calendario y la manipulación de las semillas miich, “colorines”, del pom, “copal”, del incienso, de las velas, de las flores, del aguardiente, del gallo y del tabaco. Frecuenta lugares sagrados, como volcanes, cerros, cuevas, ríos, encrucijadas y templos antiguos. Asimismo, se comunica con el xewb’aj, “el espíritu de los muertos”, recoge el aliento de los afectados por el susto y de los que sufren desequilibrios mentales, mya at te tuk’al (literalmente “que no está consigo mismo”).

El anmi, “corazón”, hace funcionar el xew, “espíritu”, relacionado con el ave de mal agüero conocida como xew, “clarín”, que anuncia calamidad y muerte.

El ajk’a posee la capacidad de eliminar o provocar enfermedades e incluso la muerte. También, mediante rituales de conjuro, puede encontrar al causante de algún mal y devolvérselo si el afectado así lo desea. Las b’etx’lal o comadronas son ancianas con experiencia en partos. Sin embargo, su papel ha disminuido ya que actualmente las mujeres para dar a luz acuden con frecuencia a los centros de salud.

Las enfermedades también se clasifican según su grado de afectación o gravedad y, como se dijo antes, pueden pertenecer al tipo frío o caliente. Para sanarlas se invoca a su dueño: qman kyeq, “nuestro padre calentura”, qtxu pooq’, “nuestra madre pus” (viruela), que se distingue por los colores blanco, negro y rojo. La enfermedad más temible es el chi’chew (el dengue hemorrágico), que junto con las anteriores es del tipo caliente. El kalalan kan, “calambre”, es uno de los padecimientos del tipo frío.

VIVIENDA

Los hogares de los mames están condicionados por el medio geográfico, el ambiente, la posición social y los recursos del propietario. Así, podemos ver viviendas construidas en las áreas urbanas de las cabeceras municipales divididas por el centro administrativo y comercial, los barrios aledaños y las periferias. Las casas del casco urbano están hechas de concreto con sus respectivas divisiones: cocina, dormitorios, sala, baño, patio y garaje.

Si son de clima caliente cuentan con ventiladores. En los barrios y la periferia observamos viviendas acordes al ambiente; en la costa las levantan con paredes de tabla, carrizo o tabique; los techos son de teja de barro y lámina galvanizada. Algunos hogares tienen el baño separado, cerca de algún lavadero con pileta o bidón.

En los ejidos y rancherías las casas también varían según los recursos con que se cuenta, pero la mayoría se construyen con paredes de tabla, carrizo o bajareque; los techos son de lámina galvanizada, teja de barro, hojas de plátano y de guano. En general, las viviendas no cuentan con servicios de agua entubada ni drenaje, por lo que se construyen letrinas a unos siete metros de las casas y se acarrea agua a los bidones para el baño y el lavado de la ropa. Casi todas estas construcciones son de dos aguas, con dos o más piezas separadas: cocina y dormitorio. En lugares de clima templado hay cocinas con estufa de gas y de leña. Algunos mames emigrados de Guatemala han hecho su temascal con lodo, madera y ramas de árboles en terrenos cafetaleros que les renta el ejidatario. La gente con más recursos dispone de puertas, ventanas, tapancos y muebles de madera de cedro o caoba.

Las habitaciones en los ejidos y rancherías de la sierra están hechas con paredes de bajareque, tabla, block y morillo. Los techos son de lámina galvanizada, tejamanil o concreto. El piso puede ser de cemento o tierra apisonada. En los lugares próximos a la frontera se observan algunas chozas con paredes de adobe y techos de zacate sostenidos con estructuras de madera de pino.

La vivienda en su conjunto se integra con casa habitación, establo de animales, troje, lavaderos y patio; a su alrededor se ubican los sembradíos de maíz y frijol. Las viviendas son caseríos dispersos agrupados bajo la denominación de ejidos con sus respectivos barrios. Los utensilios de cocina son ollas, sartenes y jarros de peltre y de aluminio, aunque todavía encontramos algunos de barro y de madera en cocinas de la región. Los canastos, tinajas, cubetas, tinas, coladeras, peines, cepillos, lazos y mecapales, entre otros, son de plástico, hechos en Centroamérica o China, que los comerciantes pasan a ofrecer.

Los mames que habitan en Las Margaritas y en la selva en Maravilla Tenejapa construyen casas con paredes de madera y techo de lámina galvanizada, piso de cemento o de tierra apisonada. Muchas familias mames cuentan ahora con un molino de nixtamal adaptado con motor, dos bandejas de lámina, una faja para mover las piezas y un conector eléctrico. Estas máquinas se fabrican en Puebla y se distribuyen en Tapachula, Motozintla y Comitán.

DESARROLLO Y DIVERSIDAD ORGANIZACIÓN SOCIAL

Si bien el grueso de la población mam vive en barrios, colonias y rancherías dispersas de la sierra, podríamos decir que el barrio es la unidad político-administrativa más importante. Alrededor de él se organizan las familias nucleares y extensas de cada uno de los ejidos que componen el gobierno municipal en la región.

Estos barrios se identifican según las relaciones internas de parentesco, que se establecen tanto por filiación consanguínea como por afinidad. Se distinguen a través de la línea paterna apellidos como Morales, González, Velásquez, De León, Roblero, Roblado y Pérez, entre otros. Es destacable el hecho de que los mames de hoy prácticamente han roto con la endogamia, el matrimonio consuetudinario y la patrilocalidad.

Hoy sólo se conservan en algunos barrios aislados de la sierra, como el caso de Pavencul, localizado al norte de Tapachula, donde todavía se practica la unión libre, el rapto y la herencia patrilineal. El poder político en estos lugares se rige de acuerdo con la edad, el prestigio y el liderazgo de la persona; es decir, el hecho de pertenecer a una determinada agrupación política no significa garantía del ejercicio del poder, éste más bien se otorga por la pertenencia a la comunidad y al parentesco, contrariamente a lo que sucede en las cabeceras municipales, donde el partido político impone a su candidato y el pueblo vota. De esta manera, en algunos casos, el alcalde municipal designa en los ejidos a su agente municipal y juez auxiliar. Sin embargo, las autoridades más importantes en un ejido son los miembros que conforman el comisariado ejidal, quienes sin excepción son elegidos por la asamblea general, que es el máximo órgano de decisión.

En algunos pueblos, como El Porvenir, las autoridades se elegían, hasta hace poco, por medio del sistema de cargos. En esos lugares existía un consejo de ancianos organizado en mayordomías o cofradías en torno al santo patrono del pueblo. Este grupo era el encargado de elegir a las autoridades locales de acuerdo con el perfil del candidato. En la elección intervenía el ajq’iij, sacerdote mam, no sólo para dar el visto bueno de los atributos de la persona elegida, sino para realizar las ceremonias de entrega de vara. La elección de quien debía fungir como representante de la autoridad se llevaba a cabo con absoluta discreción y bajo estricto hermetismo. La madrugada del día en que se revelaba la identidad de las nuevas autoridades, un mensajero colocaba en la puerta de cada uno de los elegidos un ramo de hojas de pino y ciprés como señal de su nombramiento.

A eso de las ocho de la mañana, el pregonero rondaba en compañía de un chirimillero y un tamborero anunciando el día, el lugar y la hora de concentración de los elegidos, pues todos debían recibir las instrucciones de los mayordomos denominados iqal tk’u’j tnam, literalmente “cargadores del estómago del pueblo”, aunque otros lo traducen como los “sostenedores del pueblo”.

Tanto las autoridades salientes como las entrantes se sometían a un proceso ritual con ceremonias religiosas a cargo del ajq’iij, que realizaba limpias y encabezaba peregrinaciones a los lugares sagrados alrededor del pueblo: altares y ríos. Durante este proceso los elegidos debían cumplir rigurosas normas de comportamiento, como la abstinencia sexual, los ayunos y el rezo intenso.

Es posible afirmar que los mames se organizan en torno a la familia, ya que se establecen alianzas matrimoniales entre los barrios del ejido. Para ellos la tierra, la agricultura y la organización ejidal son muy importantes, así como los significados simbólicos que representan el entorno natural en la reproducción social. Dichas relaciones las determinan el sexo y la edad, así como la capacidad de cada individuo.

TIERRA Y TRABAJO

La tenencia de la tierra en la zona mam es ejidal y privada. La primera modalidad predomina entre la mayoría de indí- genas mames, mientras que la segunda prevalece respecto a las fincas cafetaleras. Si bien la mayoría de posesionarios de tierras se dedica al trabajo agrícola y utiliza instrumentos apropiados al medio, como el uso del azadón, el machete, la coa, el bieldo, las palas de madera, los canastos o chiquihuites, las cajas de madera para transportar el abono orgá- nico, las semillas y la cosecha, en zonas con superficie plana se usa maquinaria agrícola.

El trabajo agrícola es competencia del sexo masculino, pues los varones se encargan de todo el proceso, desde la tumba, roza y quema, pasando por el arado, la siembra, la resiembra, la limpia y el calzado, hasta la tapisca y el almacenamiento del grano. En la sierra el ciclo agrícola anual empieza entre los meses de marzo y abril y finaliza en noviembre y diciembre. En la costa se realizan dos cosechas al año.

En el proceso de siembra del maíz hay un espacio para las mujeres, quienes participan en el abonado de la siembra, en la tapisca y en el desgrane de mazorcas. En la cafeticultura las mujeres colaboran en el trasplante de los cafetos y la tapisca.

En caso de viudez o que el marido las haya abandonado, las mujeres asumen todo el proceso de trabajo o recurren al apoyo de parientes varones, incluso niños.

Es común que la pareja de cónyuges emigren junto a sus hijos mayores por un tiempo largo a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades económicas. Eso sí, la división sexual del trabajo otorga de manera consuetudinaria el oficio doméstico exclusivamente a las mujeres.

Desde luego, existen otros oficios entre los hombres: carpintería, albañilería, peluquería y sastrería, así como el cuidado de animales, entre ellos los caballos de carga y las vacas lecheras. Las mujeres se dedican al pastoreo de ovejas, a la venta de comida, al cuidado de animales domésticos, como aves de corral (pollos, patos y guajolotes), porcinos, borregos y cabras; algunas se dedican al pequeño comercio de hierbas comestibles o medicinales, otras a la venta de refrescos, jabón, azúcar, sal, velas, cigarros, comida chatarra, etcétera.

El ejido destina una extensión de tierra para uso y disfrute de quienes lo componen, es un área denominada comunal porque en ella, previa autorización de la asamblea general, todos contribuyen para trabajarla.

Hay manifestaciones de inconformidad en torno a esta cooperación debido al excesivo tiempo invertido en juntas, turnos y faenas.

La cesión de derechos es patrilineal y corresponde al primogénito masculino. En ausencia de éste, la asamblea determina la heredad, que puede recaer en una mujer viuda o en una hija única. El trabajo recíproco es aceptado, al igual que el trueque en especie. Hay mucho cuidado de no abandonar la parcela para evitar perder los derechos. El agente municipal y el comisariado ejidal vigilan el buen funcionamiento de la comunidad en barrios y colonias, y comparten la responsabilidad con los jueces rurales.

COSMOGONÍA Y RELIGIÓN

La concepción cosmológica de los mames está muy relacionada con la de los demás grupos mayas, principalmente con la maya quiché plasmada en el Popol Vuh, donde se describe cómo los dioses crearon al mundo y al hombre.

Los mames creen que el mundo tiene un horizonte plano de cuatro lados cubierto por un cielo donde reside Qman, “nuestro padre”, en tanto que las cuevas son ventanas de entrada al lugar donde habitan seres que tienen vida eterna, como los dueños de los cerros. Afirman que el hombre mam fue creado tres veces.

Primero los formadores engendraron a hombres antropófagos de sus propios hijos. Cuando estos niños llegaban a la edad en que la mollera se les cerraba, eran degollados, cocidos y comidos. Dejaban un varón y una hembra para prolongar la descendencia. Esta generación desapareció mediante un diluvio cuando el mar se les vino encima.

La segunda creación fue la de los hombres sabios, como el ajq’iij, el ajk’a, el tajaw watl, “dueño del sueño”, y el tajaw yab’il, “dueño de las enfermedades”. Entonces se inició la cuenta de los días, los meses y los años. Se empezó a registrar el nacimiento y a descubrir su nagual. Los cerros fueron designados como lugares de oración; los puntos cardinales, como lugares de bendición y protección de los hijos.

Sin embargo, una disputa por el liderazgo entre el ajq’iij y el ajk’a desató el conflicto. Tanto uno como otro pretendieron desafiar la sabiduría del creador. Incluso subían sobre el qi’nqa’n, “arco iris”, para espiar al formador. Llegaron a predecir su destrucción. “Vendrán días aciagos”, dijeron. Elaboraron grandes ollas para poder introducirse en ellas y ocultarse debajo de la tierra, pero la trementina con fuego los alcanzó y todos perecieron. Esta catástrofe provocó el cambio de la faz de la Tierra y se formaron las hondonadas, las barrancas y los cerros, así como las zonas pantanosas y anegadizas de la actualidad.

La tercera generación de mames fue resultado de que los dioses salvaron a una hembra y un varón del diluvio que los formadores provocaron para lavar la Tierra del fuego con trementina que había caído. Los integrantes de esa pareja son los abuelos fundadores supervivientes de aquella lluvia torrencial. A los ajq’iij y ajk’a que vinieron después se les redujo la sabiduría, lo mismo a los dueños de la enfermedad, del sueño y del kamik, “tragedia”.

Por esta razón, para los mames de hoy, aun cuando son ya creencias registradas en la memoria colectiva, la tierra, los cerros, las piedras, las barrancas, los ríos y las lagunas son lugares sagrados de adoración al creador; son los puntos de contacto del hombre con la naturaleza y el cosmos. Los rituales del ciclo de vida, del ciclo agrícola y los dedicados a los santos patronos y las festividades cívicas, forman un todo en la vida del hombre mam.

Aparte de este sistema de creencias cosmológicas de los mames, se comparten también creencias propias del cristianismo. De tal suerte que entre ellos coexisten tendencias religiosas católicas: tradicionalistas, carismáticos, teología de la liberación y teología india.

Paralelamente, conviven creencias de las agrupaciones llamadas evangélicas, como las inclinadas al protestantismo histórico, las iglesias pentecostales, los movimientos milenaristas y las iglesias protestantes marginales. Entre ellas, las que cuentan con más feligreses son la bautista, la presbiteriana, la metodista y la congregacional; aunque con menos adeptos, también hay presencia de la asamblea de Dios, la luz del mundo, iglesia de la fe en Cristo Jesús y misiones evangélicas.

También están la iglesia Shadai, el candelero de oro, la iglesia del verbo, los advenstistas del séptimo día, los mormones y los testigos de Jehová. Hay ecumenismo entre algunas tendencias católicas con las iglesias protestantes históricas. Entre las iglesias pentecostales chiapanecas y guatemaltecas se dan intercambios religiosos.

FIESTAS

Los mames organizan reuniones familiares ligadas con los ciclos de vida humana y agrícola y festividades comunitarias del ciclo agrícola, así como otras dedicadas a algún santo patrono y a conmemoraciones cívicas.

Antes, en los nacimientos se hacían fiestas familiares con ceremonias religiosas; en ellas participaban el sacerdote mam, la comadrona, los padres del niño y demás integrantes de la familia e invitados de la comunidad. La fiesta se iniciaba con el corte, quema y siembra del ombligo del recién nacido. Luego se sembraba la cruz de ocote del festejado.

El ajq’iij desempeñaba un papel fundamental en el proceso pues, apoyado en el calendario ritual mam (260 días) y mediante la manipulación de los colorines, identificaba las fuerzas cósmicas que acompañarían al recién nacido a lo largo de su vida, así como el oficio para el cual se encontraba mejor capacitado.

Otra fiesta es la destinada al tránsito hacia la vida adulta del individuo: crecimiento de la manzana de Adán y cambio de voz en el varón; crecimiento de los senos y primera menstruación en las mujeres. Luego vienen las fiestas del matrimonio y de la muerte.

Las ceremonias al ciclo agrícola se inician en los meses de abril y mayo con la petición de lluvias en los lugares sagrados de las comunidades, que pueden ser montañas, lagunas o ríos. Enseguida, durante la siembra de maíz, se realiza una gran comida ceremonial propiciatoria de abundancia para la siguiente cosecha. Después continúa la fiesta familiar del corte de las primeras hojas de la milpa, que servirán para envolver tamales entre junio y julio, con suficiente comida para los parientes y vecinos convidados.

En diciembre se da la fiesta de la cosecha de maíz y de agradecimiento a las lluvias que se fueron. Hay comunidades que realizan las fiestas de manera familiar o colectiva con ceremonias religiosas, danza, música, comida y bebida, como las que se llevan a cabo con las mazorcas cuachas o dobles, ya referidas antes.

Las fiestas patronales dedicadas a los santos católicos se han convertido en ferias mercantiles regionales, como la de Motozintla, dedicada a San Francisco de Asís, en la primera semana de marzo; a San José, en Tapachula, el 19 de marzo, y a la Virgen del Tránsito, en Tacaná, la primera semana de febrero. El primer viernes de Cuaresma se dedica al Cristo de las Tres Caídas, en El Porvenir y en Tecún Humán, y el 16 de septiembre a San Nicolás, en Amatenango de la Frontera. En Mazapa de Madero se festeja en noviembre a San Martín Caballero, y el 8 de diciembre a la Virgen Inmaculada de la Concepción. En Tuzantán y en la Piedra de Huixtla, como en la mayor parte del territorio mexicano, se celebra el 3 de mayo como el día de la Santa Cruz; a San Miguel Arcángel se le dedica el 29 de septiembre; las Santas Ánimas y el Día de Muertos se celebran del 1 al 3 de noviembre; el Señor de Esquipulas, el 15 de enero, y el 12 de diciembre, la Virgen de Guadalupe. No faltan las festividades de la Navidad, el Año Nuevo y la Semana Santa, cuando se rinde culto a San Simón, conocido en la región como Maximón o, en mam, Qman Xmú, “nuestro padre Simón”.

Las fiestas cívicas corresponden al establecimiento de los ejidos. En el mes de abril se fundaron varios en el Soconusco, donde también se festejan en septiembre las fiestas patrias.

RELACIONES INTERÉTNICAS

Desde la época prehispánica el territorio mam del Soconusco ha atraído a innumerables personas pertenecientes a diferentes grupos etnolingüísticos. Además de los grupos que ya estaban asentados ahí (mames, tapachultecas y tuzantecos), llegaron quichés, mixe-zoques, pipiles, nahuas, zapotecos, tzeltales y tzotziles, sólo por mencionar algunos.

Durante la Colonia y el periodo llamado liberal se instalaron, con el propósito de explotar sus recursos naturales, no sólo españoles y mestizos nacionales, sino también alemanes, estadunidenses, franceses, ingleses, suizos, italianos, japoneses, chinos y guatemaltecos.

De hecho, la historia de los mames mexicanos empieza con los gobiernos liberales de ambos países, al iniciarse la modernización de los medios de producción y de las fuerzas productivas en la economía de enclave de la cafeticultura, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Se establecieron ranchos y fincas cafetaleras y se constituyó una gran reserva de mano de obra, primero en el Soconusco y posteriormente en las estribaciones de la Sierra Madre, los Altos de Chiapas, Oaxaca y Guatemala.

Es más, el trabajo cafetalero en la región del Soconusco es uno de los laboratorios de intercambio e interacción social reconocidos en el área, después del parentesco y el comercio. Desde tiempos remotos, la zona la visitaban comerciantes de la sierra de ambos lados de la frontera, que descendían a través de sinuosos caminos y veredas para abastecerse de sal, miel, panela y productos de caza y recolección. También bajaban a la siembra de temporada y de pastizales.

Con la afectación de las tierras comunales y “tierras de santos patronos” y su conversión en fincas privadas, se interrumpieron de tajo las actividades antes mencionadas, desplazando así a familias enteras que se convirtieron en colonos jornaleros para el patrón de la finca. Sin embargo, gracias a la reforma agraria, esos colonos se transformaron en ejidatarios y formaron sus comunidades.

La identidad originaria de la mayoría de estos ejidatarios era la de mames guatemaltecos, hasta antes de la división definitiva de límites en 1882; después de esta fecha les correspondió ser mames mexicanos, por lo que desde entonces se ha producido una fuerte relación de parentesco con los que quedaron del otro lado de la frontera. Existe una intensa relación con indígenas tzeltales, tzotziles, mochós, tuzantecos, tectitecos, zapotecos, mixes, zoques, chujes, kanjobales, jacaltecos, mestizos, asiáticos y europeos. Hoy subsiste esta relación entre sierra y costa, sierra y depresión central, los Altos de Chiapas y Guatemala, por medio del trabajo asalariado, el comercio, el parentesco y la religión, así como mediante programas gubernamentales y de organizaciones civiles y culturales.

Mediante la red de mercados locales y regionales se revitalizan las relaciones sociales. Así, tenemos centros de intercambio comercial en los pueblos fronterizos. En la parte mexicana se encuentran: Comitán de Domínguez, Ciudad Cuauhtémoc, Frontera Comalapa, Motozintla de Mendoza, Tapachula, Frontera Talismán, Frontera Hidalgo, Suchiate y Niquivil. Y en Guatemala: La Mesilla, Cuilco, Huehuetenango, Tectitán, Tacaná, Malacatán, Frontera El Carmen, Coatepeque, Ciudad Tecún Humán, Quetzaltenango y Totonicapán.

En estos puestos de transacción se regatean mercancías, que por razones de la oferta y la demanda resultan benéficas para los comerciantes de mayoreo. De México a Guatemala llevan detergente, combustibles, galletas, azúcar, sal, lana, alimentos enlatados, aguardiente, molinos de nixtamal e insumos agrícolas; mientras que de Guatemala a México traen textiles, utensilios de cocina de cerámica, peltre y plástico, instrumentos de trabajo como azadón y machete, animales domésticos y aparatos electrónicos. Este tipo de comercio se debe, entre otros fenómenos de la economía, al tipo de cambio, a las condiciones económicas entre ambos países, a la calidad de las mercancías y a las preferencias del consumidor.

Los mercados regionales importantes para los mames del Soconusco son: Tapachula, Cacahoatán, Frontera Hidalgo y Huixtla. El más grande en la sierra es el de Motozintla, y en la depresión central, Frontera Comalapa, La Trinitaria y Comitán. Estos mercados son centros de acopio y redistribución de mercancías de consumo básico, como maíz y frijol, legumbres, hortalizas, carnes y frutas, enlatados, herramientas de trabajo, materiales de construcción, muebles, etcétera.

Sin embargo, existen otros mercados (tianguis) que por su ubicación estratégica, tamaño y variedad de productos ofrecidos son más importantes que los de cada municipio, incluso no necesariamente se localizan en las cabeceras municipales, como es el caso del mercado de Canadá, en el ejido El Malé, que tiene funcionando más de quince años y cuya creación derivó en un conflicto entre los lugareños y las autoridades municipales de El Porvenir por los impuestos que el ayuntamiento dejaría de percibir.

En dichos mercados se vende maíz, frijol, papa, café en grano; verduras: güisquil (chayote), calabaza, ayote, zanahoria, coliflor, col, betabel, etcétera; frutas: manzana, durazno, pera, capulín y chabacano, entren otras; flores: alcatraces, rosas, crisantemos, etcétera; productos comestibles: panela, azúcar y sal; comidas elaboradas: variedad de tamales de carne, atoles de leche y chocolate en arroz, de masa de maíz, y caldos de borrego.

También se venden plantas medicinales y hierbas de olor; textiles como telas y ropa, y utensilios de plástico, de peltre y de aluminio.

ORGANIZACIONES SOCIALES

Los mames se adhieren a diversos grupos religiosos, cooperativas, proyectos productivos de la iglesia católica, organizaciones no gubernamentales (ONG) y del Estado.

Como indicamos antes, la interacción social de los mames con sus similares guatemaltecos, las campañas radiofónicas de expansión religiosa provenientes del vecino país y la búsqueda de satisfactores espirituales y materiales de los grupos indígenas ante la incertidumbre de la vida convierten a la región en caldo de cultivo para agrupaciones religiosas, como las iglesias centroamericana, presbiteriana, bautista, los testigos de Jehová, adventista del séptimo día, la luz del mundo y la de Jesucristo de los santos de los últimos días, entre otras.

De la iglesia católica sobresale la cooperativa del café orgánico Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla “San Isidro Labrador” (Ismam), de la línea de la teología de la liberación. Este grupo religioso tiene programas con avecindados mediante cooperativas de transporte de carga y de pasajeros, granjas avícolas, de horticultura, ganado vacuno, pesca y de conservación de alimentos.

Las agrupaciones evangélicas, en general, carecen de estrategias de desarrollo económico; logran la superación espiritual y económica entre sus miembros por medio de la doctrina, la ideología y la solidaridad mutua.

El gobierno, por conducto de instituciones como la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), la Dirección General de Educación Indígena (DGEI), la Comisión Nacional al Fomento Educativo (Conafe), el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI), estimula programas indigenistas de rescate de la cultura y la lengua mediante campañas de alfabetización, promoción de la música y la danza, recolección oral de mitos, tradiciones y cuentos.

Entre las cooperativas se encuentran: Productores Orgánicos de Chiapas la Iguana Sana, Cooperativa La Palma; Kay Kab Fruto Amargo, K’nan Choch Nuestra Madre Tierra, La Flor de la Sierra, Fuerza Liberadora, Unión de Productores Orgánicos San Isidro Siltepec, Centro de Agroecología San Francisco de Asís y Organizaciones de Mujeres Productoras de Chocolate.

Existen muchas otras organizaciones indígenas relacionadas con el Congreso Nacional Indígena y la Asamblea Nacional para la Autonomía de los Pueblos Indígenas, que tienen entre sus prioridades la lucha por la tierra, las reivindicaciones indígenas y el derecho a la autonomía económica y política.

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