Pueblos Originarios

P A M E S

 

DE SU IDIOMA…

En 1571, cincuenta años después de la caída de Tenochtitlan, Gonzalo de las Casas, primero, y otros misioneros después, tuvieron contacto con los pames (xi’ói) para conocer y entender su idioma, interés cimentado a favor de congregarlos y así convertirlos al catolicismo y pacificarlos. Fue a partir de estos primeros contactos cuando se inventó el término “pame”. Pero ¿por qué pames? Varios lingüistas han investigado el origen de esta palabra, sin obtener conclusiones elocuentes. Un ejemplo es el que anota Antonio de la Maza,1 quien explica que la palabra pame proviene de muep, “no”, término que utilizaban los indígenas xi’ói al ver a los españoles: “no, no, no, no”, es decir, “muep, muep, muep, muep”. Es posible que los españoles entendieran “muepa, muepa, muepa, muepa”, que se escucha como “pamúe, pamúe…”, expresión que se fue transformando en “pamie” y finalmente en “pame”.

 

LOS PAMES: CHICHIMECAS DE ARCO Y FLECHA

Desde la época precortesiana hasta nuestros días, la palabra chichimeca se ha utilizado erróneamente de manera peyorativa para referirse a una persona o a grupos de individuos a los que se considera bárbaros, atrasados, sin cultura, de costumbres toscas. Esta acepción despectiva se explica a partir de las relaciones interétnicas —es decir, de los contactos entre culturas diferentes—, ya que las costumbres de cierto grupo pueden ser intolerables para quienes pertenecen a otras culturas. Así, tanto los conquistadores españoles como los grupos que al momento del contacto habitaban en el Altiplano Central, emplearon el término de “chichimecas” para designar a todos los seminómadas cazadores-recolectores que moraban hacia el norte de Mesoamérica, región de frontera conocida como la Gran Chichimeca. La palabra chichimeca fue analizada en el siglo XVI por diversos españoles que residían en el Altiplano Central. Gonzalo de las Casas, por ejemplo, encontró que este término era de origen náhuatl, donde chichi era “perro” y mecatl, “cuerda” o “mecate”: perro que trae el mecate arrastrando. Por su parte, fray Juan de Torquemada interpretó la palabra a partir de chichiliztli: “chupar”, y definió a los chichimecas como aquellos que chupaban la sangre a los animales muertos —o de la gente, según cuentan las crónicas. De esta manera, dicha denominación mantiene hasta el día de hoy su carácter peyorativo, pues ha sido utilizada por indígenas y mestizos para nombrar a grupos etnolingüísticos considerados atrasados y rudimentarios, entre los que se encuentran los pames.

 

CONTACTO, TRES ESTRATEGIAS DE GUERRA

Las primeras incursiones militares españolas que afectaron a la población pame se llevaron a cabo por el oriente, cuando en 1522 Hernán Cortés y sus aliados —mexicas y tlaxcaltecas del centro de México— vencieron en la batalla de Coxcatlán a teenek, nahuas y, presumiblemente, pames. Durante este periodo, la apropiación de esclavos y el otorgamiento de mercedes de tierra7 fueron dos hechos que favorecieron el despoblamiento de la zona y, con el tiempo, el acaparamiento de tierras. Mientras esto sucedía, los pames se replegaron hacia las zonas montañosas menos accesibles de la Gran Chichimeca, lo cual afectó directamente tanto sus relaciones interétnicas como su organización seminómada, pues ya no podían moverse con libertad. No obstante, a pesar de esta situación, lograron sobrevivir y adecuarse a esa nueva forma de vida. Mientras no hubo un motivo específico para controlar el territorio chichimeca, los conquistadores postergaron una penetración definitiva. Pero cuando se dio a conocer el descubrimiento de las minas de Zacatecas, a mediados del siglo XVI, y los caminos y reales de minas que conectaban el centro con Zacatecas infringían ligeramente el territorio chichimeca, los grupos que habitaban en él empezaron a asaltar las caravanas que se dirigían hacia la zona minera.

Este hecho obligó a las autoridades españolas a emprender la pacificación de los grupos enemigos, lo cual desembocó en una guerra conocida como la guerra chichimeca. Con ella se logró pacificar, en 1589, los territorios guachichiles, guxabanes y gumares, ubicados hacia Zacatecas y Guanajuato, pero en esencia la región pame no sucumbió tan fácilmente. Después de la derrota, en el siglo XVI, de los grupos arriba mencionados, se instauraron presidios a lo largo de los caminos de minas, empresa que continuó durante los siguientes años de pacificación y conquista. Fue hasta entrado el siglo XVIII, cuando se consideró lograda la pacificación de los pames y jonaces, tras la batalla de la Media Luna dirigida por el general Escandón, quien mató a diestra y siniestra a cuanto “indio indómito” se le puso enfrente.

Esta batalla mermó considerablemente a la población jonáz. De los pocos indígenas que quedaron vivos, la mayoría fueron mandados al centro del país en calidad de esclavos. Para lograr su meta de control y pacificación, los españoles, además de la estrategia militar, utilizaron una estrategia religiosa y otra más de repoblamiento de la zona mediante colonos. Sin embargo, este proceso fue lento debido a lo inaccesible de la región y a los frecuentes ataques por parte de pames y jonaces. La táctica religiosa fue inmediata a la estrategia militar. Entre los principales grupos religiosos que participaron en la congregación y evangelización de los pames durante los siglos XVI, XVII y XVIII, se encontraban los franciscanos y los agustinos.

Ambas órdenes llegaron con la consigna de “salvar las almas de los indios”. Fueron los agustinos quienes dieron la pauta para la agricultura y la ganadería de autoconsumo que deberían practicar los indios congregados, mientras que los franciscanos se enfocaron a aplicar censos y a impartir talleres con la ayuda de nahuas, otomíes y purépechas, traídos de los territorios conquistados al sur para así facilitar la congregación de los pames. Durante el siglo XVIII, las misiones se constituyeron como centros de población india pluriétnica, la cual poco a poco llegó a la integración y al mestizaje.

 

LA PAMERÍA

La Pamería es hoy una región indígena que se concentra en la Zona Media del estado de San Luis Potosí y abarca parte de la Huasteca potosina y, hacia el sur, el noreste del estado de Querétaro. Cabe mencionar que hasta la década de los cincuenta del siglo XX, la Pamería llegaba hasta Pacula y Jiliapan, poblaciones ubicadas al noroeste del estado de Hidalgo, mismas que colindaban con los estados de San Luis Potosí y Querétaro. Desde el punto de vista político, la Pamería abarca cinco municipios que forman una franja paralela a la Sierra Madre Oriental. De norte a sur estos municipios son Ciudad del Maíz, Alaquines, Tamasopo y Rayón; hacia el este de Tamasopo, está Aquismón, y hacia el sur, entre Aquismón y Tamasopo, se encuentran los municipios de Santa Catarina, San Luis Potosí, y Jalpan de Serra, Querétaro. A nivel nacional, viven en hogares pames 12,572 individuos, de éstos radican dentro de la Pamería 11,483, en lugares que se autodenominan como pames. Se ubican en los municipios de Cárdenas, San Luis Potosí, y de Arroyo Seco, Querétaro.

De la población pame que habita en la Pamería, el 89 por ciento está concentrada únicamente en tres municipios: Rayón, Tamasopo y Santa Catarina. Este último tiene mayor cantidad de pames y en él se encuentra Santa María Acapulco, población considerada el núcleo pame más importante en varios sentidos: por un lado, es el que tiene mayor cantidad de pames (5,767) repartidos en comunidades indígenas; en segundo lugar, lingüísticamente es donde habita, respecto de los demás municipios, la mayor cantidad de hablantes de pame, y, por último, es el principal centro ceremonial de la Pamería. De la población total de pames, en la Pamería el 47 por ciento habita en municipios que no están considerados como indígenas; caso digno de reflexión y análisis es el de Aquismón, donde 242 pames conviven con aproximadamente 33,287 individuos teenek y nahuas. Para el caso de Jalpan de Serra, debe resaltarse que los pames de este municipio viven en los anexos de la delegación de Tancoyol y sólo unas cuantas familias en un barrio de la cabecera municipal.

La actual configuración de la Pamería es el resultado de un largo y complejo proceso histórico: de desplazamientos por parte de los pames —por ejemplo, cuando en el siglo XIX este grupo desalojó por completo el estado de Querétaro—; y de diversas políticas, entre otras las liberales, que favorecieron la formación de ranchos, cuya consecuencia no sólo fue la reducción del territorio pame sino el acaparamiento de las tierras y del agua por parte de los terratenientes.

 

RECURSOS PRECIOSOS: TIERRA Y AGUA

La propiedad de la tierra en la Pamería encuentra su origen en el establecimiento de las misiones. Cuando éstas se erigieron, se les dotó de algo que se llamó fundo legal, el cual se determinaba como sigue: a partir de la misión se medían 600 varas castellanas (83 centímetros cada vara) hacia los cuatro puntos cardinales, para formar después un cuadrado; el área aproximada de un fundo legal era en un principio de 50 hectáreas; posteriormente, con el paso de los años las misiones fueron dotadas de más tierras, conforme iba creciendo el número de indígenas bajo su responsabilidad.

Dentro de este terreno se les daba una pequeña porción a los indígenas para levantar sus casas, y el resto se utilizaba tanto para la agricultura de subsistencia como para la recolección de alimentos y materias primas necesarias en la elaboración de utensilios. Con la secularización y el acaparamiento de tierras, los pames abandonaron los fundos legales, al igual que las misiones, y regresaron al monte, pero durante la Reforma Agraria exigieron que se les regresaran estas tierras. Ya entrado el siglo XX, la Reforma Agraria regularizó parte de los antiguos fundos legales de Ciudad del Maíz, Alaquines, Tamasopo y Santa Catarina, bajo la forma de ejidos y tierras comunales.

En la mayoría de los casos, la dotación ejidal benefició más a los campesinos mestizos, quienes se apropiaron de las tierras de cultivo, mientras que los pames se quedaron con los terrenos “cerriles”. Sin embargo, en el ejido de La Palma, conformado por el municipio de Tamasopo y una porción del municipio de Rayón en la que habitan pames, se logró recuperar el fundo legal —alrededor de 34 mil hectáreas—, cuyas tierras, tanto las de cultivo como las “cerriles”, son únicamente para el usufructo de la población indígena. Similar es el caso de Santa María Acapulco, ejido habitado mayoritariamente (70 por ciento) por familias pames, aunque aquí se les privó del goce de las tierras cultivables y del agua. No obstante, en ambos casos la dotación del ejido ayudó a mantener una unidad territorial y cultural dentro de cada núcleo, a diferencia de lo que sucede en los demás ejidos, donde la convivencia cotidiana con los mestizos evidencia una fuerte discriminación.

Por otro lado, están los pames que habitan en Jalpan de Serra y Aquismón, que son pames capulcos, es decir, de Santa María Acapulco. Los capulcos, como ellos mismos se nombran, provienen de los desplazamientos de retorno que, hacia principios del siglo XX, se efectuaron desde Santa María Acapulco. La difícil relación con el hacendado de El Capulín y otros terratenientes, al igual que las sequías y la falta de trabajo, obligaron a algunas familias pames a migrar hacia los municipios de Aquismón, Arroyo Seco y Jalpan de Serra, en busca de trabajo, comida y mejores tierras. Las familias que se establecieron en Tanzozob, municipio de Aquismón, San Luis Potosí, fueron bien recibidas por los teenek, quienes les permitieron la fundación de un barrio pame en el ejido y, por lo tanto, formar parte de la comunidad de Tanzozob.

Suerte distinta corrieron los pames que se desplazaron hacia Tancoyol, en el municipio de Jalpan de Serra, zona históricamente ocupada por los pames, cuyas tierras, tras un siglo de ausencia indígena, habían pasado a manos de familias mestizas. Aquí los pames decidieron quedarse a trabajar las tierras de los mestizos como medieros o jornaleros en calidad de “arrimados”. La organización política y civil colonial dejó resabios hasta el siglo XX, entre ellos el cargo de gobernador indígena, que se ha mantenido en las zonas de La Palma y Santa Catarina. Esta figura es electa mediante asamblea, y cabe resaltar que a últimas fechas las mujeres ya participan en la elección de ese cargo.

El gobernador, a su vez autoridad civil y religiosa, tiene entre sus funciones organizar las diferentes fiestas que se realizan a lo largo del año, y coordinar a los danzantes y a todos los que participan en ellas. La vida civil actual de las comunidades pames y su organización política están cimentadas en el régimen ejidal, pues a partir del reparto agrario se reformularon ciertos cargos civiles y se crearon otros. Por ejemplo, el ejido de La Palma, además de ser uno de los más amplios del país, abarca los municipios de Rayón y Tamasopo. Por esta razón, la posición de los ejidatarios trasciende los límites municipales, ya que el gobernador indígena y el comisariado ejidal tienen mayor alcance que los presidentes de estos dos municipios. La mayoría de estos ejidos se encuentran en el sotavento, es decir, que por su ubicación al occidente de la Sierra Madre Oriental no reciben libremente los vientos húmedos que provienen del golfo; de ahí que el clima en la porción norte sea seco estepario y semiseco, y en el caso de Jalpan de Serra y Santa María Acapulco, semicálido. Los municipios de Tamasopo y Aquismón, parte de la Huasteca potosina, pertenecen al declive oriental, por lo que la Sierra Madre ya no obstruye los vientos húmedos ni las lluvias, y el clima es propicio para el cultivo de temporal.

 

ME ENSEÑÓ MI ABUELA, Y A MI ABUELA SU MAMÁ: VIDA COTIDIANA Y REPRODUCCIÓN CULTURAL

La mayoría de los asentamientos pames son dispersos, es decir que las casas están separadas unas de otras por varios metros. Cada solar alberga una unidad doméstica, que consta de una casa-dormitorio y de una cocina. En cada unidad doméstica habita una familia nuclear (el papá, la mamá y los hijos), la cual debe organizarse para llevar a cabo las labores cotidianas que permiten la subsistencia de todos sus miembros: acarreo de agua, pastoreo de chivas, molienda de nixtamal, preparación de los alimentos, atender a los niños pequeños y a los ancianos, aseo de la casa, recolección de semillas, frutas y vegetales, al igual que trabajo de jornal y tareas ocasionales, como: construir la casa, la cocina o el fogón, sembrar, cosechar, buscar palma, barro, yeso, etcétera.

Todas estas actividades tienden a estar divididas por edades y por género; sin embargo, con la creciente migración hacia la frontera y a Estados Unidos, cada vez es más común que las mujeres y los niños tengan que organizarse con el fin de llevar a cabo también las tareas de los hombres. Un día en la vida pame comienza entre las 4:00 y las 6:00 de la mañana. Habitualmente, es la mujer la primera en poner “manos a la obra”, ya que es ella la encargada de preparar los alimentos para toda la familia: cocer el nixtamal, moler en el metate el maíz, “tortear” o “echar tortillas”, preparar los frijoles, hacer un “chilito con huevo”.

Los niños y las niñas acuden de lunes a viernes a la escuela, administrada por el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) o la Secretaría de Educación Pública (SEP). Aun así, estos niños, sobre todo los fines de semana, cooperan con sus madres en algunas tareas del hogar, como el acarreo de agua, la limpieza de la casa y el lavado de la ropa. El padre de familia sale a trabajar, se lleva su “lonche” y regresa entre la 1:00 y las 6:00 de la tarde, según la época del año y el tipo de trabajo que realice. Varios son los espacios de la vida cotidiana y los momentos en los que toda la familia coincide, pero quizás el más importante es la cena, en donde a través de la tradición oral los niños aprenden gran parte “del costumbre”.

Los ancianos juegan un papel primordial en la educación tradicional de los niños, ya que en muchos casos los mitos y cuentos son transmitidos por los abuelos y la enseñanza del corte y tejido de palma, con paciencia, por las abuelas. La relación entre nietos y abuelos es sumamente afectuosa, y aunque los abuelos reprenden a los nietos, la relación rebasa los regaños cotidianos. Si bien las festividades no son parte de su vida cotidiana, sí son parte fundamental de sus vidas. Las fiestas y festejos varían mucho, según el ejido o la zona; así, en el ejido de Ciudad del Maíz se realiza “la danza de los Caballitos”, en donde los participantes portan máscaras de caballos, que ellos mismos confeccionan con madera. No obstante, la fiesta de Semana Santa, la más importante en toda la Pamería, se lleva a cabo incluso en las localidades donde existe mayor discriminación y menor número de habitantes pames.

Famosas son las festividades de muertos, en las que cada año, durante el 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, si no es que durante todo el mes de noviembre, cada familia recuerda a sus difuntos, procurándoles ofrendas y altares que son colocados a un lado de los altares domésticos dedicados a la Virgen de Guadalupe. La fiesta comunal de muertos se celebra en el camposanto, la iglesia o alguna capilla, según sea el caso. En todos los festejos, los músicos pames se organizan para tocar minuetes, piezas instrumentales interpretadas generalmente por tres músicos: dos violines y una guitarra sexta. Los minuetes acompañan también las velaciones —tanto de los santos como de alguna virgen o de una “crucita” (cruz)—, en las que la música se intercala con las oraciones de las rezanderas.

Las festividades que realizan los pames están íntimamente relacionadas con el catolicismo. Sin embargo, en la actualidad ha aumentado la capacidad de las denominaciones religiosas, las cuales casi siempre han sido promovidas por los migrantes que regresan a sus comunidades. Resulta drástico el proceso de los conversos, ya que, por lo regular, al abandonar la religión católica éstos se alejan de muchas de sus costumbres. De esta manera, podemos observar que el cambio de religión dentro de la población indígena ha impactado aun más que la migración misma, pues los pames conversos, por lo general, tienden a migrar a los centros mestizos, aunque cabe resaltar que incluso en estos casos no rompen relaciones con su comunidad. En ocasiones, son las nuevas denominaciones religiosas las que llegan directo a las localidades ofreciendo beneficios económicos y “acercamiento con Dios”, por medio de “la palabra de Dios”.

En algunos casos, la relación es meramente utilitaria, pero en otros, podemos hablar de una conversión “completa”, donde los pames tienen ya participación en la Iglesia misma, formándose como pastores de determinada denominación religiosa.

 

EXPLOTACIÓN DEL MONTE, TRABAJO ASALARIADO Y AGRICULTURA

El maíz, el frijol, el chile y la calabaza son los principales productos que se cultivan en la Pamería. En lugares como La Palma y Tanzozob el tipo de tierra y el clima ofrecen la oportunidad de cultivar otros productos, como caña de azúcar, café y mango. Dicho en palabras de un pame “en esta tierra se da de todo”, no obstante, los pames prefieren emplearse como jornaleros agrícolas en tierras cercanas, pertenecientes a los mestizos.

La preferencia por el trabajo de jornal está relacionada con los cambios climáticos, pues como las tierras son de temporal, es fácil que la cosecha se pierda debido a una helada, por el adelanto de las lluvias o por sequía. Ante esta situación, los pames prefieren asegurar la subsistencia de su familia con el ingreso que reciben por su trabajo como jornaleros. Además, necesitan el dinero para costear la educación de sus hijos y también para adquirir la ropa, la comida, el combustible, las medicinas, el transporte, etcétera, efectivo que normalmente no obtienen de la cosecha de sus tierras. Aun así, muchas familias cultivan en su parcela café, maíz, calabaza, garbanzo, chile y frijol para el autoconsumo, lo cual les permite asegurar parte de su alimentación; otras recurren también a frutales y huertos familiares, de los que obtienen tubérculos como zanahorias y rábanos, algunas frutas como papaya, limón, naranjas, mandarinas, plátanos, según la zona, y plantas de ornato. Otra fuente importante para la alimentación es la caza —por ejemplo del armadillo— y la recolección de frutos silvestres, como la flor de samandoque, guayabas, nopal, huitlacoche, tunas dulces y saladas, el chamal, y una amplia variedad de semillas que guisan cotidianamente en sus casas.

Es en el monte donde los pames han encontrado los medios necesarios para defenderse de las sequías, guerras y acaparamiento de sus tierras. En él, la población pame consigue alimentos, al igual que materias primas para elaborar objetos de uso cotidiano o para el comercio. Las materias primas más comunes son el barro y las fibras naturales; entre otras, la palma, las maderas y los tintes. Por ejemplo, en Alaquines, después del invierno, cuando los sabinos que crecen en el arroyo comienzan a deshojarse, se junta la hoja seca para mezclarla con barro y elaborar ladrillos de adobe. En Santa María Acapulco y la zona de Querétaro, los pames utilizan la palma para hacer chiquihuites, petates, muñecas, nacimientos, morrales, sombreros y aventadores, productos que comercializan en las zonas mestizas y también emplean en la cotidianidad de sus hogares. En el ejido La Palma, además de tejer petates de palma elaboran ollas de barro rojo y yeso para sus cocinas, al igual que candeleros, azucareras, ollas, alcancías, ceniceros, etcétera, de barro blanco para su venta en San Luis Potosí.

El barro blanco es menos resistente que el rojo, pero lo utilizan en la fabricación de objetos destinados al comercio “porque es más bonito, así le gusta a la gente”. Los pames de Ciudad del Maíz explotan los recursos que les otorga el entorno, en este caso la madera, con la que hacen máscaras para “la danza de los Caballitos”, y también un excedente que venden bajo encargo a personas de distintos lugares de la República. Excepto los artículos de palma, todos los productos que antes eran sólo de uso cotidiano o ritual han sido en gran parte impulsados para su comercialización por el personal de la CDI, quien, a través de los proyectos de esta institución en la región, ha asesorado a los pames en esta iniciativa.

 

…Y SIGUE LA MATA DANDO… UN REFERENTE CULTURAL

Además de su potencial económico, el monte es valorado por los elementos simbólicos reunidos en él, que forman parte de la cosmovisión pame. Aunque la religión católica es hoy en día la más practicada por la población indígena, existe un legado prehispánico vigente que se entreteje a la par de las prácticas católicas. En orden de importancia, el dios Trueno, el dios Sol y la diosa Luna participan en la vida ritual pame. La luna y el sol están relacionados con la Virgen María y el dios católico, respectivamente; al sol se le vincula con la época de secas y a la luna con la mujermadre y el ciclo menstrual.

El dios Trueno, quizás el más importante dentro “del costumbre” pame, está íntimamente relacionado con la vegetación y con la venida de las lluvias. Así, el trueno es benéfico, pues propicia la buena cosecha y la vegetación en general. Este dios es respetado y, en algunas ocasiones, temido. Como protección, los pames bendicen en Semana Santa manojos tejidos de palma —los cuales cuelgan en sus cocinas—, para el día en que el trueno, “enojado”, no los deje dormir, quemarlos en el fogón de sus casas, efectuando así una pequeña ofrenda al Trueno. La relevancia de este dios queda manifiesta cuando se observan todos los ámbitos con los que aparece vinculado: está presente, por ejemplo, en los rituales propiciatorios para la venida de la lluvia y la buena cosecha del maíz, lo mismo que en las ofrendas curativas en donde la enfermedad es causada por manifestaciones sobrenaturales. El monte está relacionado con algunas deidades menores, como el Venado Mayor, a quien hasta hace pocos años se le ofrendaba bolime o zacahuil antes de iniciar la cacería del venado.

El bolime, un alimento ritual, se usa en ofrendas y “limpias”, y en algunas ocasiones se ofrece a los familiares y amigos que ayudan en el levantamiento de una casa. El bolime y el zacahuil son tamales de maíz; el primero es elaborado con carne de guajolote o de pollo, y el segundo, de mayor tamaño, con carne de cerdo. Ligadas a las creencias religiosas anteriores y a las enfermedades causadas por lo sobrenatural, las prácticas de los curanderos y hechiceros también están vinculadas con el monte y el dios Trueno.

Los curanderos, quienes están identificados con el “bien”, se dedican a aliviar los malestares que no han podido ser derrotados por la medicina casera o, en muchos casos, por la medicina alópata. El primer paso del diagnóstico es buscar el pulso de la persona: mientras más lejos se encuentre de la mano, a lo largo del brazo, más grave es la enfermedad. A partir del primer diagnóstico se comienza una curación con oraciones, limpias con yerbas, huevos de gallina o guajolote y friegas de aguardiente, en donde el curandero tiene el don de leer la causa de la enfermedad, ya sean “malos aires”, envidias, “mal de piedra” o “mal de ojo”.

Posteriormente, según el diagnóstico, el curandero hace las ofrendas pertinentes en el monte, mientras que el afectado elabora un bolime y sigue las instrucciones que el curandero le ha proporcionado; la eficacia de las curaciones puede tardar días o meses, según la gravedad de la enfermedad. Cabe mencionar que existen diferentes formas para curar a un enfermo, las cuales dependen del tipo de padecimiento, de la gravedad y en parte también del curandero y de los recursos disponibles.

Por otro lado están los hechiceros, que son vistos como “malos”, de quienes se dice tienen relación con el diablo. A ellos se les atribuyen las enfermedades por embrujamiento, malos aires, envidias, mal de piedra o mal de ojo, mismas que “trasladan” a la persona mediante el pensamiento; algunas veces, esta acción es reforzada con muñecos de trapo, a los que les encajan espinas. No cualquier pame puede curar ni hechizar. Esta capacidad se manifiesta entre los hombres y las mujeres a través de los sueños, desde la adolescencia hasta la ancianidad; así, se da el caso de curanderos que descubren este don hasta los 50 años o más.

De acuerdo con los pames, la hechicería y la curación son habilidades heredadas, un don, donde el nacimiento en día martes es sintomático. Se considera que tanto los curanderos como los hechiceros son portadores de un poder innato que se desarrolla a lo largo de sus vidas, siendo común que estos personajes cuenten acerca de las curaciones realizadas en su adolescencia. Otros actores que forman parte de la identidad pame son las brujas y los naguales, los cuales actúan en el transcurso de la noche. Bajo la apariencia de bolas de fuego, las brujas por lo general atacan a las mujeres y a los niños, quienes a la mañana siguiente se percatan del ataque debido a los moretones que en ocasiones se manifiestan por todo el cuerpo, lo que se atribuye a que “los chupó la bruja”.

Además de las marcas, los afectados presentan vómito y calentura. Para detener el malestar, se acude a un curandero o a un hechicero con el fin de que haga la curación necesaria. Se afirma que es posible desenmascarar a las brujas; para ello es indispensable saber las oraciones pertinentes, como el Padre nuestro, y encontrarse con la bola de fuego —la bruja—; una vez enfrente, hay que perseguirla diciendo la oración, hasta que se detenga; ya en reposo, al poco tiempo la bola de fuego se transforma en guajolote y finalmente la bruja se personifica; se dice que cuando uno la desenmascara tiene que regañarla para que ya no haga daño.

En este mismo sentido, los naguales tienen la capacidad de transformarse en animales, como zorras o tigrillos, mismos que tienden a robarse otros animales. Se asegura que alguien que es nagual embruja a los animales de otro durante la noche, y que en el día éstos irán a la casa del nagual.

 

BUENAS Y MALAS COMPAÑÍAS, RELACIONES INTERÉTNICAS

La íntima relación de los pames con el medio ambiente es compartida con los teenek. Varias expresiones culturales simbólicas —como los naguales, el venado, el bolime y el zacahuil—, al igual que diversas manifestaciones agrícolas, revelan una remota pero consistente relación interétnica, que se remonta a la época prehispánica. No obstante, es necesario señalar que ambas culturas mantienen su propia concepción del mundo y reproducen su propia cultura, por lo que también existen conflictos, disputas de poder y posiciones jerárquicas ante los mestizos, en donde los pames ocupan el último escalón. Sin embargo, como lo demuestra la historia, la relación entre pames y teenek ha sido amistosa, y no sólo eso, sino que existen muchos matrimonios interétnicos; es decir, que una mujer pame se casa con un hombre teenek o un hombre pame lo hace con una mujer teenek.

De hecho, hay familias en las que durante varias generaciones han predominado los matrimonios interétnicos. Una causa de peso para que la relación entre teenek y pames continúe hasta nuestros días es la migración temporal que efectúan los pames hacia la Huasteca. Estos indígenas, generalmente hombres casados que migran solos o con toda su familia, son ocupados en ranchos mestizos —ya sea para la cosecha o para la siembra de granos y cítricos—, en los que forzosamente conviven con familias teenek. Por lo menos ha transcurrido siglo y medio desde que la migración hacia la Huasteca se realiza año con año, como una estrategia más de trabajo por parte de la población pame. Desde hace 30 años, la migración permanente hacia diversas ciudades del país, entre otras, Querétaro, San Juan del Río, ciudad de México, Monterrey y Ciudad Valles, ha aumentado gradualmente. Se trata en general de mujeres solteras que son contratadas fácilmente en fábricas, maquilas, tiendas de abarrotes o en casas para el servicio doméstico.

Por otro lado, los jóvenes varones han alejado su mirada de la Huasteca como opción de trabajo, privilegiando la migración hacia la frontera norte del país y Estados Unidos, en donde laboran como jornaleros agrícolas o como ayudantes de albañilería. Los efectos de la migración permanente corren en dos sentidos: si bien la migración de los jóvenes ha causado el abandono de las tierras de cultivo, también éstas eran escasas antes de que ellos nacieran, por lo que la oportunidad de obtener remuneración de sus tierras, tomando en cuenta la inversión económica, la mano de obra y las horas trabajo, es muy baja.

Por otro lado, este tipo de migración abre las puertas hacia otros horizontes, en donde los varones y las mujeres disfrutan no sólo de comodidades y servicios, sino que además tienen la posibilidad de encontrar pareja en esos destinos, y ya no en sus lugares de origen, como se acostumbraba hasta hace muy pocos años. Por ejemplo, ha decrecido la práctica de los jó- venes pames de Querétaro de ir a buscar y conocer a su pareja en las fiestas de Santa María Acapulco, como lo hicieron sus abuelos y padres, quienes también han perdido nexos con los familiares que habitan en dicha población. Sus costumbres, su relación con el monte, su lengua y su ubicación son causas de discriminación por parte de la población mestiza.

Desde las condiciones en las que viven sus vecinos más cercanos —por ejemplo, dentro de las mismas localidades en las que habitan—, hasta la administración de los recursos y las políticas estatales, confirman el abandono en el que se tiene a la población pame, situación que se demuestra mediante los siguientes datos: las condiciones de vida de los pames son consideradas por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y el Consejo Nacional de Población (Conapo) como marginales.

Esto quiere decir, traducido en cifras, que el 83.6 por ciento realiza sus actividades bajo techo, como comer, cocinar y dormir, en un tipo de vivienda cuyo piso es de tierra; que el 97.4 por ciento acarrea el agua de algún pozo cercano o toma de agua para abastecerse de este líquido, labor en la que los pames llegan a invertir dos horas diarias (a veces con mula o burro); que el 82.7 por ciento no cuenta con luz eléctrica (en su lugar utilizan celdas solares, lámparas de petróleo, velas y linternas, artefactos que en general propician un gasto elevado, por lo cual deben organizar sus actividades cotidianas con base en el aprovechamiento de la luz solar), y, finalmente, que un 90 por ciento carece de derechohabiencia a sistemas de salud. Para terminar, debe mencionarse que a los pames, como a otros grupos etnolingüísticos, se les ha expedido en repetidas ocasiones su acta de defunción.

Sin embargo, ellos continúan reproduciendo su cultura, sus costumbres, a pesar de lo inestable de sus fronteras, del acaparamiento de los recursos por parte de la población mestiza y del proyecto de nación que no logró homogenizar a la población del país. Ahora nos toca escuchar sus demandas y respetar sus ideas a favor del reconocimiento de un Estado pluricultural.

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